Finales de agosto, calor, mucho calor, las herbáceas están amarillas y las flores de umbelíferas, que hace poco ofrecían néctar a gran cantidad de insectos en sus flores diminutas, tienen sus cabezas mustias, caídas como mirando al suelo. Solo unas pocas plantas mantienen una cierta lozanía ante estas temperaturas y sequía. Por su parte, las chinches de campo han desarrollado sus alas por completo, tras la última muda de piel ya son adultas y les llega el momento de la reproducción. A las chinches de campo les gustan las flores de las umbelíferas, pero ahora ya están secas casi todas ellas. El lugar de encuentro para las parejas tiene que ser una de las pocas plantas que aún las pueda alimentar.
En nuestros prados, cunetas, barbechos y escombreras, desde el nivel del mar a la media montaña ¿que mejor sitio que el cardo corredor? Y es que éste no es un verdadero cardo, sino una umbelífera excepcionalmente protegida y adaptada a la aridez mediterránea. Su nombre científico: Eryngium campestre.Al cardo le tenemos que agradecer que sea simbionte y alimente a un hongo, la seta de cardo, Pleurotus eryngii. Y esa es la razón por la que también se le llama cardo setero.
Los cardos corredores florecen en pleno verano y cuando se secan, ya entrando los vientos otoñales, con frecuencia son arrancados y ruedan por prados y caminos, como los arbustos de las películas del oeste americano. Así se dispersan las semillas que van cayendo por el camino. Pero en el suelo quedan los rizomas, que para las grandes plantas pueden ocupar varios metros de diámetro y, en simbiosis con él, las micorrizas del hongo, que pronto, si el año es húmedo, harán aparecer sus cuerpos fructíferos: las deliciosas setas.
En un paseo por casi cualquier paisaje ibérico, que no sea de muy alta montaña, nuestro camino estará flanqueado por estos humildes cardos y sobre ellos, con gran profusión, las chinches de campo extrayendo los últimos tragos de sabia y néctar o depredando sobre otros insectos, que de todo hay.
Entre las chinches más comunes y llamativas se encuentra Graphosoma italicum, imposible que pase desapercibida con la parte superior dibujada de líneas negras y rojas y punteado en el vientre.
También bastante común en nuestras latitudes es otra especie de la misma familia (Pentatomidae) y parecido tamaño, Carpocoris mediterraneus, e igualmente las encontraremos dedicadas a asegurar la siguiente generación.Aquí en la sierra de Madrid, a más de mil metros de altitud, están las chinches dedicadas a la cópula, pero hace un mes, muy cerca del mar, en la costa alicantina, ya estaba la misma especie poniendo huevos. De distinta familia (Lygaeidae) podemos encontrar, a la vez y en los mismos cardos, a la chinche de los avellanos, Spilostethus saxatilis, que dicho sea de paso, nunca ha atacado al avellano de mi jardín, pero abunda en los prados de alrededor de casa.
El ejemplar de la fotografía inferior tiene las alas izquierdas atrofiadas y nos deja ver claramente el ala dura superior, que es la que tiene color, y el ala membranosa y voladora, que queda debajo y se asoma en la parte trasera donde se suele cruzar con la del lado contrario.
Todas ellas tienen colores llamativos, anuncios de su toxicidad o de sabores desagradables, que la mayor parte de las veces proceden de las mismas plantas de las que se alimentan. Por eso son tranquilas y se dejan observar sin alterarse demasiado. A lo sumo, procuran ponerse en el lado contrario del palito donde estén posadas, como jugando al escondite, o procurarán introducirse un poco más entre las hojas espinosas del cardo, para sentirse más seguras. Eso nos dificulta un poco la fotografía, no todo va a ser tan fácil, pero dejándolas tranquilas un rato, volverán a sus quehaceres y amoríos permitiéndonos ejercer de voyeurs naturalistas. Si somos impacientes y las molestamos, seremos castigados y se dejarán caer entre las hojas más espinosas de la base o saldrán volando.
Todavía la recuerdo, creo que la tengo incrustada a nivel neuronal la olor que me dejaron los chinches que me cayeron encima estando de poda por los jardines de Cartagena.... dios! a miles que cayeron encima, creo que perdí el olfato durante una semana....
ResponderEliminarMuy buenas las fotos.Al ver la de los huevos me he acordado de estas otras al microscopio publicadas hace poco:
http://ngm.nationalgeographic.com/2010/09/insect-eggs/oeggerli-photography
Muy impresionantes.
Que buenas setas crecen debajo de esos cardos! en las zonas más altas del centro y nrte de la península ibérica crece el cardo azulado (http://www.asturnatura.com/especie/eryngium-bourgatii.html)muy fotogénico este cardo.
ResponderEliminarEn mi patio siguen copulando los chinches rayados Graphosoma lineatum, tengo que buscar las zonas de puesta, que nunca he visto sus huevos.
Un saludo.
... no te ha quedado un solo chinche por localizar... Ya veo que lo has tenido fácil, el cardo corredor te ha servido como punto de encuentro con ellos...
ResponderEliminarAbrazos.
Je, je, Trébol, yo también recuerdo el olor de las primeras que manoseé siendo un chaval, no estando avisado. Los que son algo más jóvenes que yo lo pudieron aprender en el capítulo sobre la chinche apestosa en "La Abeja Maya", aunque mucho me temo que los pequeños naturalistas no escarmientan en cabeza ajena.
ResponderEliminarLas fotos de microscopio electrónico coloreadas son muy impresionantes, pero tienen truco. Los huevos, como los granos de polen, tiene unas estructuras geométricas preciosas.
Goyo, la verdad es que no suelo ir "a por setas" si no es con un experto, pues por esta zona hay tanto recolector que las especies más conocidas apenas tienen tiempo de salir.
El carpocoris estaba poniendo en una rama de pino, los gafosomas no tengo ni idea donde ponen, pero los buscaré.
Sí, Anzaga, fue fácil. Además que esta ha sido una de las pocas veces que antes de salir de casa dije lo que quería fotografiar y acerté.
¡Pedazo de fotos, Jesús! Y el texto, la vida de los insectos anda que no es interesante. Este chinche de campo no lo conocía, el otro (el doméstico, beige o pardo...) sí. Me parece muy bonito éste con su listado rojo y negro. Me has dado una alegría hoy al leer, me gusta el amor hasta entre chinches, y entre peli romántica y la naturaleza... a veces la segunda es mejor. Yo descubrí las "verdades de la vida" viendo dos zapateros así, empecé a razonar y me dije "pues a lo mejor es igual entre los humanos...". Cuando ya vi a dos perros ya estuve segura que con los humanos era así, los veía muy iguales a nosotros en muchas cosas. Así que ni clase de educación sexual, ni padres ni nada, observación en tarde de verano aburrida, voyeurismo a los 6 años...
ResponderEliminar¡Ja, ja, ja ! Aurora. La verdad es que la observación de los animales hace que todo mucho más natural y las cosas se comprendan mucho mejor.
ResponderEliminarCuando pasé por Daimiel, en la caseta de observación, me hizo mucha gracia un padre que enseñándole a su hijo de unos tres años los patos en cópula le dijo: mira, están copulando, como Papá y Mamá. ¡Eso es Naturaleza!
Gracias por los comentarios, voy aprendiendo a hacer fotos, pero solo si los bichos se dejan.
A pesar de lo que puedan chinchar a los cardos, lucen espléndidos esos chinches ante tu mirada atenta...y tu portentoso macro.
ResponderEliminarSaludos.
Las observo muchas veces.
ResponderEliminarPor cierto, ahora sé por qué me llaman cardo setero ;-)
Azulmarina. ...¡¡ No me digas que tienes hongos en los pies !!
ResponderEliminarPorque no me creo que pinches. Serán las malas lenguas...