martes, 17 de mayo de 2016

LA CADENA DE LA VIDA (3)

Dejamos en la última entrada a toda una legión de hormigas sobre los brotes de cardo. Hoy empiezo con otro cardo, en esta ocasión un cardo borriquero, Onopordum acanthium, que salió espontáneamente en el jardín y dejé crecer precisamente para poder observar su fauna asociada, que sabía que podía ser interesante y variada.
A este cardo no tardaron en llegar los pulgones y tras ellos, las hormigas pastoras.

El pastoreo es una actividad que realizan varias especies de hormigas y sobre muy diversas especies de áfidos, que es la familia a la que pertenecen los pulgones. Aunque, como he podido comprobar en mi propio jardín, no todas las especies de pulgones son útiles para ese propósito, de la misma manera que no todas las razas de rumiantes domésticos son válidos para el ordeño.
Hormigas pastoreando pulgones, Brachicaudus cardui. El ejemplar de la derecha está en el momento de recoger una gota de jugo azucarado excretado por el pulgón.
Los pulgones clavan su pico en los tejidos de las plantas (tallos, hojas, flores o frutos) para sorber la savia que por ellos circula, pero ese alimento es muy poco nutritivo porque está muy disuelto en agua para poder circular por la planta. Por esa razón, los pulgones necesitan sorber mucha cantidad de savia, casi continuamente. Si los pulgones no excretasen el exceso de líquido reventarían. Por eso, si nos fijamos muy de cerca en los grupos de pulgones que cubren las plantas veremos minúsculas gotitas sobre ellos. Esas gotitas no son simple agua, sino que también tienen jugos azucarados de la planta, que es lo que van buscando las hormigas. Por cierto, a veces, cuando aparcamos el coche debajo de los árboles, lo recogemos cubierto de una sustancia pringosa, son las gotas que excretan los pulgones (y también algún otro insecto). Igual puede ocurrir en las sillas de jardín que se dejan bajo algunos árboles o parterres de hiedra con pulgones.
Momento del "parto" de un pulgón.
Además, los pulgones necesitan alimentarse abundantemente, porque crecen muy deprisa y cuando llegan a adultos, más bien adultas, porque la mayoría son generaciones solo de hembras, empiezan a generar nuevos pulgones, que “paren” ya convertidos en una miniatura de sus madres.
En la foto, pastoreado por hormigas Lasius, la especie de pulgón Brachycaudus (Prunaphis) cardui. Las madres son de color oscuro, los verdes son fases juveniles.
Hay pulgones que pueden atacar a diversas especies de plantas, pero la mayoría de ellos son muy específicos y solo pueden vivir en su planta nutricia. Las plantas nutricias, en un ecosistema natural, no se encuentran todas tan juntas como en un cultivo y por eso, como ocurre con los parásitos, necesitan tener muchos hijos, porque la mayoría de ellos morirá sin encontrar un lugar donde alimentarse.
El hecho de que existan “malas hierbas” en el entorno de los cultivos, con sus correspondientes pulgones específicos, favorece la existencia de parásitos y depredadores de pulgones, que serán aliados naturales del agricultor en su lucha contra los que sí atacan a las plantas cultivadas.
Las tijeretas son voraces depredadoras de pulgones, aunque también, cuando no tienen ese recurso y son muy abundantes, pueden dañar a las plantas cultivadas.
Son muchos los parásitos y depredadores de los pulgones, como corresponde a todo ser que en la naturaleza se reproduce exponencialmente, resultando un abundante recurso alimenticio a disposición de otras especies, que no van a dejar de aprovechar la oportunidad.
Así es como han evolucionado tanto parásitos, especialmente pequeñas avispas, como depredadores que, a la escala del tamaño de un pulgón, son verdaderamente criaturas feroces. Sé que suena extraño llamar feroz a una mariquita de siete puntos o a sus larvas, pero su forma de dar caza y comerse a los indefensos pulgones que están fijados a la planta con sus picos hundidos en los tejidos vegetales, tiene muy poco de misericordioso. 
Dos momentos del ataque de las hormigas a una mariquita, Coccinella septempunctata, que amenaza a sus pulgones.

Las hormigas defienden como pueden a los pulgones que pastorean, pero tienen muy poco que hacer con las avispillas que llegan volando y ponen sus huevos bajo los pasivos pulgones. Las siguientes fotos no están hechas en el cardo, sino en una planta de colza, también del jardín, cuya evolución pude seguir con todo lujo de detalles y ya fue protagonista de otra entrada del blog.
Avispa parásita, Diaeretiella rapae, poniendo su huevo en el interior de un pulgón para comérselo desde dentro mientras en pulgón sigue alimentándose de la planta.
Sus larvas se los comerán desde dentro y del pulgón apenas quedará una cáscara vacía a la que los científicos llaman “momia”. A su vez en una ramificación de esta cadena de la vida, que en realidad más que cadena es una red de eslabones, como una cota de malla, hay otras avispas que ponen sus huevos en los pulgones ya parasitados y, una dentro de otra como una muñeca rusa, parasitan a las larvas de la avispa parásita.
Avispa Braconidae, poniendo su huevo sobre el pulgón convertido en momia por la avispa anterior, para parasitar a su vez a la larva parásita que hay en su interior.
Y por esta vez aquí lo dejamos, en una futura cuarta y última entrada continuaré esta cadena ramificada, que he podido seguir si apenas salir del jardín.

lunes, 9 de mayo de 2016

LA CADENA DE LA VIDA (2)

En la anterior entrada dejamos a la mariposa Vanessa revoloteando sobre las flores de los cardos, en realidad sobre los capítulos florales, pues estas plantas son de la familia de las compuestas y por lo tanto sus aparentes flores son un apretado conjunto de diminutas florecillas. En ellas son muchas las mariposas de muy variadas especies, que acuden a libar metiendo su larga trompa para extraer el néctar y así se entretienen un buen rato. Esto nos da la oportunidad a los naturalistas de tomarnos tiempo para hacer fotos e incluso a esperar tranquilamente junto al cardo a que otra mariposa llegue a alimentarse. Así, tener algún rincón con cardos en el jardín, no es tan mala idea si queremos ver y fotografiar mariposas tranquilamente.
Lo que comúnmente conocemos por cardos pueden ser plantas de muy distintas familias, que han evolucionado independientemente a esas formas duras y pinchudas. Pero como soy zoólogo, no me voy a entretener con las plantas (mejor visitar el último rincón de Barbadillo) sino que voy a fijar mi atención en otro pequeño inquilino de los cardos, la mosquita Tephritis postica.

Pareja de Tephritis postica, la hembra, abajo, posee un ovopositor para introducir los huevos en el cardo.
A las moscas de esta familia, Tephritidae, se las conoce como moscas de la fruta, aunque no tienen nada que ver con las Drosophila que se usan en los laboratorios de genética, que así llaman también así porque algunas especies atacan a los árboles frutales. Sin embargo, la protagonista de este eslabón de la cadena de la vida no hace daño a la fruta, sus larvas, en este caso, se encuentran en los capullos aún cerrados de los Carduus que hay en los prados al lado de mi casa.

En su interior, bien protegidas de los depredadores por una tremenda barrera de espinas y pelillos, las larvas de estas moscas se alimentan de los tiernos tejidos en formación. 

Para poder introducir sus huevos en el interior del capullo, las moscas de esta familia tienen un fuerte y largo ovopositor. En la fotografía anterior se puede ver a la hembra, la que está debajo, justo antes de iniciar la cópula.
Después del cortejo, el macho se sube a la hembra por detrás y ésta, si le acepta, abre sus alas para permitirle la cópula.

El cortejo de las Tephritis es muy curioso, los machos andan alrededor de las hembras abriendo y cerrando las alas en unas posturas y danzas casi cómicas, aumentándose el efecto por las manchas de sus alas.

No puedo estar seguro de lo que ocurre en el interior de los capullos de los cardos con Tephritis postica, pero supongo que es algo parecido a  lo que sí he visto en otra especie del mismo género, Tephritis formosa, cuyas larvas viven en el interior de las cabezuelas florales de otra planta compuesta que se ve con frecuencia en las cunetas de caminos y carreteras y dejé crecer en mi jardín: Sonchus oleraceus. Esta sí la pude fotografiar, tanto las moscas adultas posadas en las hojas como las pupas en el interior de los capullos. 
Pequeña mosca Tephritis formosa sobre el tallo de Sonchus oleraceus


Pupas (negras) de Tephritis formosa en el interior del capítulo floral de Sonchus oleraceus. Y larvas (blancas) de la avispa parásita del género Eyrytoma.

Curiosamente, también en su interior, encuentro otras larvas blancas, que no son de la mosca, sino posiblemente de una avispa parásita del género Eurytoma, que pude fotografiar en el momento de introducir el ovopositor en la flor para poner sus huevos.

Pero esta es otra ramificación de la cadena de la vida con la que no me quiero entretener demasiado, volvamos a los cardos...
En los mismos cardos sobre los que descubrí a estas moscas había una curiosa secreción con aspecto de melaza que brota entre sus escamas.

 
Estoy casi convencido de que esas melazas son debidas a la acción de las larvas que viven en su interior, pues coinciden la presencias de unas y otras. 
Esa secreción atrae a otros insectos y he visto diversas especies de escarabajos que se quedan extasiados mientras se dedican a lamerla con fruición. Sí, la he probado y no sabe a nada, pero supongo que los insectos no opinan lo mismo y seguro que tiene muchos nutrientes.
Entre los que acuden a ese alimento está el siguiente protagonista de la cadena, el escarabajo florícola, Oxythyrea funesta, llamado comúnmente escarabajo del sudario (no me preguntéis el por qué). Lo de funesta lo entiendo por su color oscuro, ya que otros miembros de su familia, los cetónidos, son de colores brillantes, sobre todo verdes metálicos.


Estos escarabajos, como otros de su familia, tienen mala fama entre los agricultores, pues se alimentan de flores y pueden estropear las cosechas, sin embargo rara vez son verdaderas plagas. En el blog de un agricultor he leído que atacan a las flores de los frutales especialmente cuando la sequía ha perjudicado a las plantas herbáceas del entorno, cuyas flores prefieren, entre ellas los cardos. Seguro que también cuando se las ha pegado fuego o roturado olvidando que las plantas de los lindes de los cultivos pueden tener efectos beneficiosos, como por ejemplo servir de refugio a insectívoros, ya sean estos aves, mamíferos, reptiles, anfibios o insectos depredadores. Las larvas de Oxythyrea se alimentan de raíces, pero he visto en otro blog de horticultor que también se encuentran entre vegetales en descomposición, como las balas de paja que quedan en la parte de abajo de los almacenes, donde se pudren por la humedad. Quizás tengan una infundada mala prensa y se alimenten más de humus que de raíces vivas.

En la foto, una pareja en cópula junto a su fuente de alimentación ¿tendrán tranquilidad para su amores? No, los escarabajos no tuvieron un día tranquilo cuando los fotografié sobre el cardo. La razón es que sobre la misma “melaza” toda una legión de hormigas les disputaron el botín y no les dejaron muy tranquilos. De hecho, me costó trabajo fotografiar a los escarabajos solos sin ninguna hormiga encima y si lo conseguí fue gracias a que había unos cuantos escarabajos en diferentes cardos. Lo más común, sin embargo era que los Oxythyrea estuviesen recubiertos por las hormigas.


A pesar de todo, debo advertir que tampoco la actitud de las hormigas era muy agresiva, las he visto mucho más alteradas en otras ocasiones atacando a otros insectos. En los lugares donde solo había hormigas, supongo que de donde brotaba la “melaza”, las hormigas estaban apelotonadas, como la clientela en la puerta de los grandes almacenes el día que empiezan las rebajas. Apenas se movían, como si estuviesen drogadas, con la cabeza hundida, invisible, en apretadísimos racimos.  En la foto, el montón de hormigas se aprecia en el ápice de la rama, justo en el brote.

Las hormigas son un grupo que se me resiste, pero creo que en este caso se trata ejemplares del género Lasius.


La primera parte de esta "cadena de la vida" se puede ver AQUÍ.