miércoles, 24 de abril de 2013

Golondrinas, parásitos y caracteres sexuales secundarios

-->

Cuando el tamaño de la cola sí importa


Ya volvieron las oscuras golondrinas, aunque cada año son menos. Según los datos que recientemente ha hecho públicos la SEO (Sociedad Española de Ornitología), en los últimos 15 años su número se ha reducido en un 40%.

Como en muchas otras especies de aves migradoras, los primeros ejemplares de golondrina común (Hirundo rustica) en volver a los lugares de cría, son los machos. Así, cuando llegan las hembras ellos ya se han situado en las cercanías de la zona de nidificación y cantan, vuelan en círculos y muestran las plumas de su cola a las hembras.

Ejemplar macho de golondrina
Los machos tienen las plumas de la cola más largas que las hembras y se ha demostrado que ellas los prefieren con plumas  así, con manchas blancas más grandes y, además, que sean simétricas las de uno y otro lado.

La simetría y el tamaño de las plumas caudales es indicativo de que los machos tienen una buena base genética y también una buena salud. Y la salud está directamente relacionada con la menor presencia de parásitos, especialmente de ácaros hematófagos (chupadores de sangre) y piojos de la pluma. El caso de las manchas blancas es especialmente importante porque se sabe que los piojos prefieren las plumas de color claro y el que esas manchas estén intactas indica que no están infectadas.

Ejemplar macho de golondrina en vuelo rasante bebiendo agua
En el libro "Diseñados por la enfermedad" de Santiago Merino, me enteré de los trabajos de Anders Moller, que investigó recortando o aumentando artificialmente la longitud de las plumas de la cola de los machos de golondrina, observando que a los que tenían plumas más cortas les costaba más encontrar pareja y aparearse. También observó cómo los que habían criado en nidos que habían sido fumigados, para limpiarlos de parásitos, desarrollaban al año siguiente, tras la muda, colas más largas. Por el contrario, los que criaban en nidos no fumigados o a los que se habían añadido ácaros, desarrollaban plumas más cortas.

La presencia excesiva de parásitos en los nidos es una de las  causas de muerte de los pollos, así que el que la hembra elija un macho fuerte y libre de parásitos garantiza que las crías sean bien alimentadas y no se infecten, o no lo sean en exceso.

Ejemplar hembra de golondrina
La reutilización de viejos nidos, donde los parásitos pueden resistir uno o incluso varios años, también va en contra de las posibilidades de supervivencia de los pollos así que parejas fuertes, libres de parásitos y capaces de hacer un nuevo nido, tienen muchas más posibilidades de sacar a sus hijos adelante.

Ejemplar volantón de golondrina
Las golondrinas son un precioso ejemplo de la forma en que evolucionan los caracteres sexuales secundarios al ser éstos una de las maneras que las hembras pueden utilizar para identificar a los machos más sanos y que por tanto tengan una mayor calidad genética. Y es también un ejemplo de que los parásitos intervienen en la evolución de las especies parasitadas tanto o más que los depredadores.  Este es uno de los muchos ejemplos de coevolución que nos ilustra el libro antes citado, sobre la importancia de los parásitos en los procesos biológicos.
Ejemplar macho de golondrina saliendo del baño
Hay otras cosas curiosas del comportamiento reproductor de las golondrinas, como que algunos de los machos que no consiguen emparejarse se queden en las proximidades del nido e incluso ayuden a fabricarlo e incubar, aunque no a alimentar a los pollos. La cercanía al nido les permite copular con la hembra si el macho, llamémosle oficial, está despistado. Así, el comportamiento de ayuda en el nido no es altruista sino oportunista y colabora en que quizás alguno de los pollos que la pareja saque adelante sea propio. Es decir, ayuda a que sus genes se perpetúen en la siguiente generación, lo que es fundamental para que ese comportamiento haya evolucionado y se haya mantenido. Más curioso aún es que cuando el macho alfa descubre a su pareja copulando con el "vecino" emita una falsa llamada de alarma, igual a la empleada cuando se acerca un depredador, para asustarlos y que interrumpan el apareamiento.

Ejemplar hembra de golondrina en vuelo rasante sobre el agua
El hecho de que los nidos reutilizados, o los que están muy próximos, sean fuente de parásitos me lleva a pensar que quizás los aviones comunes, que nidifican en apretadas colonias, deben estar más expuestos. Por lo tanto deberían tener otros mecanismos para defenderse de ácaros y piojos. No sé si estará estudiado, pero puedo decir, por experiencia propia, que recuerdo haber visto aviones comunes en el suelo tomando baños de arena pero no golondrinas, aunque posiblemente también lo hagan. También he visto a las dos especies y a las golondrinas dáuricas bañándose en el agua en pleno vuelo, como ya conté en la entrada de la que proceden algunas de estas fotos. Esa entrada puede verse completa pinchando AQUÍ.

El libro "Diseñados por la enfermedad. El papel del parasitismo en la evolución de los seres vivos" es muy recomendable por la información que aporta y por lo agradable de su lectura, que sin dejar de ser científica se hace amena. Sí estás interesado en adquirirlo quizás la mejor manera sea en la Tienda del Museo de Ciencias.


domingo, 7 de abril de 2013

Las cabras que miraban fijamente... Y un paseo por la Dehesa Boyal

-->
Me gusta especialmente el comportamiento de algunos animales que manifiestan una cierta curiosidad sobre nosotros. No se asustan y huyen a la primera de cambio, sino que nos observan, nos vigilan por si hacemos algo que les pueda suponer una amenaza o por si pueden sacar algo de provecho.

El sábado de la semana santa, por fin un día de sol, me sentí observado por las cabras montesas. Estoy seguro de que ellas se dieron cuenta de nuestra presencia apenas entramos en la dehesa, gracias a su privilegiada posición en las primeras peñas de La Pedriza. Sin embargo, no se asustaron, permanecieron pastando donde los roquedos se encuentran con los prados y la hierba crece jugosa en esta húmeda primavera. Pero, eso sí, teniendo las verticales masas graníticas al alcance de sus potentes pezuñas, que les permiten poner distancia entre ellas y los intrusos en apenas un par de saltos. Y así fue, dejaron que me acercase hasta apenas unos diez metros hasta que el sonoro silbido de una de las hembras las hizo alejarse... otros diez metros más, a lo alto de una roca.

En invierno las cabras bajan a los valles donde la nieve y el hielo no cubren el suelo o lo hacen con menos profundidad y donde es más fácil encontrar alimento. Solo la presencia humana, la sequedad y el calor bien entrado el verano, hace que prefieran los pisos montanos. Las rocas les dan seguridad porque nadie como ellas pueden trepar por las escurridizas peñas. Mis observadoras (y observadas) se encontraban al fondo de la Dehesa Boyal, en Manzanares el Real, con unas magníficas vistas al embalse de Santillana sobre cuyas aves traté en las anteriores entradas.

Los árboles dominantes en la dehesa son los fresnos en la parte más baja y las encinas en la más alta. Este año, gracias a las generosas lluvias, el suelo está empapado y encharcado, como les corresponde a los fresnos. En el año 2009 ya les dediqué una entrada a los árboles y a las cigüeñas de esta zona, por lo que procuraré no repetirme. Quien quiera puede visitarla pinchando AQUÍ.



Este invierno me ha llamado la atención que se están podando muchos fresnos al estilo "cabeza de gato". No se está haciendo, me temo, por las razones que se hacía tradicionalmente y para mi gusto se está realizando de manera un tanto abusiva. No me disgusta que se pode tan radicalmente, lo que me preocupa es que se haga en todos los árboles a la vez. Pienso que, fundamentalmente para las aves, insectos y pequeños mamíferos, sería mejor que se podaran en dos o tres fases en distintos años, dejando algunos ejemplares frondosos donde puedan encontrar refugio. Ahí, en la Dehesa Boyal, veo un poco absurdo que queden las cajas nido para las aves colgando de árboles solitarios rodeados de fresnos mochos, cuando podrían estar en un entorno más discreto hasta que hayan crecido las ramas de los árboles del entorno para podar el resto.

Veo que no se poda por las mismas razones que antaño, porque entonces se cortaban las ramas al final del verano, para que los ganados aprovechasen las hojas verdes en el momento en que la hierba era escasa y cuando al árbol le venía bien librarse de algunas hojas para soportar el stress hídrico. Ahora, en cambio, se poda en pleno invierno cuando no hay hojas que aprovechar y, además, las ramas finas no se usan sino que se queman, como puede verse en los rescoldos de las hogueras que quedan en el suelo.
Tal y como estoy viendo, la madera gruesa tampoco se está utilizando para los nobles usos tradicionales. En cambio, se apilan en trozos cortos con destino a la chimenea. La madera de fresno no es valiosa para la construcción porque es atacada por diversos insectos y al aire libre puede pudrirse, pero sí es resistente para mangos de herramientas, piezas de carruajes, bastones, trineos, esquíes  y otros ornamentos y usos en los que es importante una cierta flexibilidad para soportar presión sin partirse. Además, al humedecerla se puede curvar y dar forma que luego se endurece con el fuego como,  por ejemplo, se hace con el mango de las cachavas. Se decía que la flexibilidad de un mango de mazo, pico o azada hechos con madera de fresno evitaba la reverberación en las manos cuando se golpeaba algo duro. Su docilidad para ser trabajada hacía que fuese una de las maderas favoritas de los pastores. Las cebillas, esa especie de collar de madera que aún se usa en el norte peninsular para sujetar al ganado en las cuadras, es una buena muestra de ello. En fin, que usarla para ser quemada me parece un desperdicio.

Hay que advertir, sin embargo, que los fresnos de esta zona son Fraxinus angustifolia mientras que los del norte son F. excelsior. Pero aparte de todas estas reflexiones sobre los podados fresnos, también disfruté de este lento pero implacable avance de primavera. Los pinzones, los mirlos y algunas especies más, cantan por todas partes, el suelo está empezando a llenarse de flores, narcisos amarillos y moradas romuleas y las zonas encharcadas se están cubriendo de las blancas flores de los ranúnculos. Las flores y lo poco que calienta el sol es suficiente para que los polinizadores se hayan puesto en marcha, mariposas (como la Lycaena phlaeas de la foto) y unos cuantos abejorros, Bombus, Xilocopa y alguna otra especie no tan fácil de identificar para mi, iban en busca de su alimento.

Y también disfrutamos de las evoluciones de un águila culebrera, Circaetus gallicus, cerniéndose a gran altura. Nos parecía imposible que desde esa distancia pudiesen distinguir a sus presas. Quizás no sea tanto la búsqueda de presas como las ganas de exhibirse defendiendo el territorio o cortejando a la pareja. De hecho la foto está muy recortada porque ni con el 400 mm pude hacer algo mejor.
En un camino, marcado con las huellas de los camiones que vienen a por la madera, se les ha ocurrido hacer su puesta a los sapos corredores, Bufo calamita. Un lástima, pues tienen muchas posibilidades de ser atropellados cuando vuelvan los trabajadores y, en cambio, el lugar está lleno de otras zonas encharcadas más seguras. No tenía con qué trasladarlas, así que por esta vez actuará la selección natural u ocurrirá lo que tenga que pasar.
Fue un paseo corto pero muy agradable, nos quedamos con las ganas de haber hecho más recorrido. Volveremos, sin duda.