lunes, 6 de noviembre de 2017

Aves de las Salinas de Santa Pola

El repaso a las aves de las Azores de mi anterior entrada me ha animado a agrupar otras fotos de aves acuáticas que tenía dispersas de varias visitas a las Salinas de Santa Pola, más concretamente a la zona más cercana a la Playa del Pinet, en La Marina.
La verdad es que viendo la lástima que da el entorno de Guardamar y la desembocadura del río Segura, esa zona con sus dunas y las lagunas de las salinas, son un pequeño paraíso, incluso en pleno verano, cuando no hay aves migrantes e invernantes, pero sí algunas que se reproducen allí.
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Además, es un gran acierto que la zona de salinas esté vallada y con cañizo para que las aves sean molestadas lo menos posible. Por una pasarela de madera se puede ir sobre la arena, sin pisar las dunas y con algunos observatorios desde los que se puede uno sentar, observar y fotografiar las aves con comodidad. Una buena excusa para “despistarse” mientras la familia prefiere tomar el sol en la playa. Mejor aún, he visto como han retirado las plantas de Carpobrotus edulis, esa invasora que se pudo de moda para ajardinar las zonas costeras y que resultó ser invasora y perjudicial para el ecosistema

Aparte de cigüeñuelas y avocetas soy bastante poco capaz de diferenciar las numerosas especies de limícolas que existen y por eso he ido subiendo las fotos a Bodiversidad Virtual (gracias compañeros) para que me las identifiquen. Oro tanto me ocurre con los parientes de los charranes. Así, al verlas todas juntas ya identificadas, me ha sorprendido la diversidad que he ido fotografiando a lo largo de mis ya habituales visitas y, sobre todo, que cada año veo especies diferentes.

Todas las especies se han visto en pleno verano, no me extiendo más, a continuación, en cada pie de foto indico la especie correspondiente y algún detalle de cuando las hice y algún vídeo.

La especie que más llama la atención en las salinas incluso para los no especialmente interesados en las aves son, sin duda, los flamencos, Phoenicopterus ruber.

 Canastera, Glareola pratincola

Aguja colinegra. Limosa limosa.

Andarríos grande, Tringa ochropus.
Correlimos zarapitín, Calidris ferruginea.


Cigüeñuela, Himantopus himantopus.

Avoceta, Recurvirostra avosetta.


Recomiendo ver el vídeo en pantalla completa para ver el detalle de alimentación del polluelo.
Grupo de sesteantes avocetas.

Grupo de charranes patinegros, Sterna sandvicensis, a la derecha, en primer plano, una gaviota que no he podido identificar. Tiene una anilla de PVC en la pata derecha que aparentemente tiene las letras P3V leídas de abajo a arriba

Grupo de charranes comunes, Sterna hirundo.

Colonia de cría de charranes comunes, Sterna hirundo.


Recomiendo ver el vídeo en pantalla completa 
Bonito grupo de enceladas gaviotas picofinas con sus tonos rosados y, a su lado, una pagaza piquirroja, Hydroprogne caspia.

Gaviota cabecinegra, Larus melanocephalus.

Gaviotas cabecinegras, Larus melanocephalus, en un huerto cercano recién segado, a unos pocos kilómetros hacia el interior.

Gaviotas patiamarillas, Larus michahellis, casi todas jóvenes, que acompañaban a las cabecinegras de la foto anterior.

Gaviota de Audouin, Larus audouinii.

Gaviota de Audouin, Larus audouinii.

Gaviota picofina, Chroicocephalus genei.

Garceta común, Egretta garzetta.

Garcetas comunes, Egretta garzetta, pescando sin parar.




jueves, 21 de septiembre de 2017

Aves de Terceira, Azores, y sus endemismos.

Como islas volcánicas que nunca han estado comunicadas con el continente y están muy alejadas de él, ya vimos que las Azores no tienen ni anfibios ni reptiles autóctonos. Igualmente los únicos mamíferos que han llegado por sí mismos a las islas son los murciélagos, que lo han podido hacer volando.
De la misma manera las aves pueden llegar a las islas, establecerse en ellas e incluso evolucionar hasta ser subespecies diferentes a las continentales. Otro asunto son las especies migradoras que al no estar aisladas no están afectadas por la deriva genética de las pequeñas poblaciones.
Las aves marinas utilizan las islas para descansar en sus viajes y algunas también para reproducirse, en algunos casos después de haber estado todo el resto del año en el mar abierto.

Ese es el caso de la pardela cenicienta Calonectris diomedea borealis, que es la subespecie atlántica, diferente a la del Mediterráneo. Pude observarla desde el barco que nos llevó a ver cetáceos, de otra manera hubiese sido imposible conseguir las siguientes fotos.
Pardela cenicienta, Calonectris diomedea borealis 
Más homogénea en sus poblaciones es la gaviota patiamarilla, Larus michahellis, aunque a algunos aún nos cuesta no decir argéntea. El grupo de la siguiente foto estaba en una laguna artificial de agua dulce y era evidente que estaban aprovechando el baño para limpiarse el plumaje.
Gaviota patiamarilla, Larus michahellis
En la costa el ave acuática que más veces vimos fue el charrán común, Sterna hirundo, que pescaba incansablemente pequeños peces cerca de la orilla.
       
Charrán común, Sterna hirundo 
Pasando ya a las aves terrestres, en Azores hay una subespecie propia de paloma torcaz, Columba palumbus azorica y en Terceira la pudimos observar en varios sitios, casi siempre en zonas forestales.
Paloma torcaz de azores, Columba palumbus azorica
Pero la que estaba en todas partes, desde los puertos y pueblos hasta en los acantilados, era la paloma bravía o doméstica, Columba livia, que ha sido introducida y es una verdadera invasora. El diseño más abundante es el que aparece en la foto siguiente y no el característico de las poblaciones silvestres del continente, con dos bandas alares. Pero las hay de todos los colores y diseños, como corresponde a su origen doméstico.
Paloma bravía, Columba livia
Otra subespecie endémica que pudimos ver fue la lavandera cascadeña, Motacilla cinerea patriciae. 
 Lavandera cascadeña, Motacilla cinerea patriciae
Un endemismo más, el abundante mirlo común, Turdus merula azorensis.
Mirlo de Azores, Turdus merula azorensis 
Algunas aves de las Azores están emparentadas con las de Canarias y el canario, Serinus canaria es una buena muestra de ello. Es una delicia observar a estas aves, que en mis viajes a Canarias no he conseguido ver, volando libres. No son muy diferentes en comportamiento a los verdecillos y verderones que hay en mi jardín, pero tienen ese plus de ser una especie que no tenemos en la Península. Lamentablemente son muy asustadizos y no he podido hacerles una foto a gusto en el poco tiempo disponible en el viaje.  
 Canario, Serinus canaria
Por el contrario, los pinzones son bastante "sinvergüenzas" y además de estar en todas partes, no dudan en acercarse a la gente en las zonas turísticas, donde consiguen con su belleza y simpatía alguna que otra golosina en forma de migas de pan o frutos secos. También son endémicos y se diferencian bien de los ibéricos. Su nombre: Fringilla coelebs moreletti.
 Pinzón de Azores, Fringilla coelebs moreletti
La última especie silvestre que pude fotografiar fue el estornino pinto, que también tiene su propia variedad, Sturnus vulgaris granti, en las islas. Parece que es de menor tamaño que la subespecie nominal, propia del sur de Europa. Solo conseguí hacer foto de unos juveniles menos desconfiados que se habían bañado en un arroyo y estaban tomando el sol en un murete de lava volcánica. 
Jóvenes volantones de estornino pinto, Sturnus vulgaris granti. 
Tuvimos una visión fugaz del ratonero de las Azores, Buteo buteo rothschildi, muy alto y que enseguida se metió tras los árboles y no me dio tiempo ni a sacar la cámara de la bolsa. Una pena, es un ave casi mítica, los descubridores de las islas las llamaron Azores por confundir su nombre con el de los Accipiter gentilis. También vimos fochas y ánades reales, pero a tanta distancia que no conseguí ninguna foto decente. Y, como no, gorriones, otra especie introducida que se encuentra por todas partes.

No me puedo resistir a poner fotos de estos Gallus gallus domesticus de raza portuguesa, aunque sean domésticos. Gallos, gallinas y pollos tienen un diseño que me parece de una belleza propia de animal salvaje.
Gallo, gallina y pollitos de raza portuguesa, Gallus gallus domesticus 
Y como curiosidad, también domésticas, las pintadas, que alguna vez he visto silvestres en África, y que me resultan muy graciosas y vivarachas. Numidia meleagris.
Pintada, Numidia meleagris  

sábado, 12 de agosto de 2017

¡Por allí resopla! Cetáceos en Azores

La frase que da título a esta entrada nos transporta, especialmente a los que ya tenemos una edad, no solo a la novela y película Moby–Dick, sino a un sinfín de historias, aventuras y juegos que marcaron nuestra infancia. Y es curioso que aunque la gigantesca ballena blanca, cachalote en realidad, fuese en la novela un animal maligno, no lo era menos el obsesivo capitán Ahab, con lo que era más fácil identificarse con el cetáceo que con su cazador.
Así, está cantado que ver un cachalote, una vez en la vida, sea una de las ilusiones infantiles de casi cualquier amante de la naturaleza, al menos en mi caso, así era. Y dado que no he tenido otro medio a mi alcance para hacerlo por libre, no tuvimos más remedio que embarcamos con una empresa que se dedica a ello, con la ilusión de poder observar cetáceos varios y, con suerte, incluso cachalotes, que son abundantes en las Azores.
Sí, sigo hablando de mis cortas vacaciones en Terceira. Antes de nada, debo decir que la empresa con la que hice la excursión marítima, Oceanemotion, trabajó de maravilla. Aparte de sus explicaciones y esfuerzos por que viésemos el mayor número posible de animales, seguían un estricto código ético: no acercarse a más de 150 metros y nunca por delante de ellos para no cortarles la huída, a no ser que fuesen ellos los que se acercasen (algo que los delfines sí suelen hacer). Eso nos dio mucha tranquilidad respecto al impacto que este tipo de actividades puedan tener y, al menos por el momento, creo que el impacto es bajo. 
Además, superaron con creces el tiempo que teníamos contratado. En cualquier caso, que las gentes de Terceira se ganen así la vida y no, como hace años, cazando ballenas, es un buen motivo para ver estas actividades con satisfacción, incluso por los que no somos muy partidarios de los viajes organizados.
El primer grupo de cetáceos que pudimos ver fueron los calderones de aleta cortaGlobicephala macrorhynchus. Disfrutamos un buen rato de sus evoluciones, aunque apenas si pudimos ver algo más que sus aletas dorsales y algo de la parte superior de su globosa cabeza, de ahí su nombre, por cierto: Cabeza grande morro grande, por si fuera poco. Estaban tranquilos, no parecían verse afectados por los tres barcos que había en su entorno, incluso se acercaban a uno y otro en algunos momentos.
Era un grupo numeroso y entre las fotos que pude hacer, unas mejores y otras peores, he podido distinguir estos individuos diferentes, que se pueden reconocer por las marcas de su aleta dorsal. 
Después de un buen rato nos alejamos y no tardamos mucho en encontrar otra especie, el llamado calderón gris, Grampus griseus. Es un cetáceo de tamaño relativamente reducido, más parecido a un delfín que a los grandes calderones, pero también tiene la cabeza globosa como éstos.
Los ejemplares jóvenes son de color oscuro, pero a medida que crecen van teniendo líneas y manchas claras que van cubriendo su cuerpo, Se ha especulado con la posibilidad de que sean cicatrices donde no vuelve a desarrollarse la melanina, pero se han visto recién nacidos con las mismas marcas. Simplemente, debe ser que la producción de melanina disminuye en los ejemplares adultos hasta desaparecer. De algo parecido traté en una entrada sobre cebrascitando el caso de los caballos blancos, particularmente los de raza española, que nacen negros y se van aclarando al crecer y madurar. 

Estos animales nos entretuvieron también un buen rato, pasando por delante de nosotros muy confiados, incluso las madres con sus crías, y hasta tumbados panza arriba, nadando del revés. Pero no tuvimos suerte y no nos regalaron con algún salto para poder apreciar su curiosa y desconocida belleza. Igualmente, en la siguiente composición de fotos incluyo la relación de ejemplares que se pueden reconocer por las marcas de sus aletas dorsales.

¡Por allí resoplan!
¡Por fin pudimos ver cachalotes! 
Como en las mejores películas de balleneros, su chorro de agua pulverizada se vio en la distancia en ángulo oblicuo, facilitando su identificación. Al acercarnos, el lomo con su aleta apenas insinuada, no dejó lugar a dudas. Nos advirtió la guía al acercarnos: “si asoman la cola es que se van a sumergir y lo pueden hacer a miles de metros y por mucho tiempo, así que les vamos a perderemos de vista". Cachalote, Physeter macroceohalus.

Dicho y hecho, un par de fotos del movimiento similar al que los buceadores llamamos “golpe de riñón” y para el fondo. A falta de dorsal, las muescas de la cola son las que permiten a los científicos que los estudian reconocerlos individualmente. Por eso incluyo las dos fotos aunque parezcan algo repetitivas, para que se vean bien.
También vimos delfines mulares, Tursiops truncatus o, como dicen los anglosajones, de nariz de botella, aunque esa denominación se da también a otra especie y puede llevar a confusión. De lejos los vimos saltar, pero tras acercarnos, tampoco tuvimos suerte. Eso sí, se dedicaron a pasar por debajo del barco dejándose ver, aunque no fotografiar. La visión más cercana fue a contraluz y muy mala para hacerles fotos. 

Ya íbamos de vuelta, se nos había pasado la hora, pero el barco dio la vuelta, en la lejanía se distinguía apenas unos bultos oscuros y un chorro de vapor. Se trataba de zifios (familia Ziphiidae), aunque nos advirtieron que eran animales muy asustadizos. En efecto, aunque se paró el barco para acercarnos muy lentamente, se asustaron antes de poder distinguir la especie. La foto, a gran distancia y un buen recorte, es meramente testimonial.

En varias ocasiones el barco pasó cerca de tortugas que tomaban el sol flotando, pero como la prioridad (y el contrato) era la visión de cetáceos, pasamos de largo. Sin embargo, a la vuelta y una vez la misión cumplida, nos acercamos a una de ellas y pude fotografiarla. Se trataba de tortuga boba, Caretta caretta. 

Para que los cetáceos puedan vivir en esta zona del Atlántico, tienen que tener alimento y pudimos también comprobar que así era en nuestros paseos por el puerto de Angra do Heroísmo, la capital de Terceira. Durante todo el día, pero especialmente por la noche, el puerto estaba repleto de personas pescando calamares con caña y las capturas eran numerosas y continuas. Los calamares son la principal fuente de alimento de estos cetáceos, especialmente de los cachalotes y calderones.

Y no está de más añadir que la mayoría de los restaurantes de Terceira los preparan de maravilla, como el resto de comidas, auténticas y tradicionales, no como algunos lugares turísticos en España, que han sucumbido a lo que llaman comida internacional, es decir pizza, hamburguesas y poco más.