jueves, 28 de octubre de 2010

El misterioso caso de las flores de madroño perforadas

La semana pasada comentaba cómo diversos insectos aprovechaban la mesa puesta que suponen las flores de madroño en esta época, en la que cada vez va habiendo menos plantas floridas, pero aún hay días lo bastante cálidos como para que los insectos estén activos.
Me disponía a hacer fotos de dichos insectos cuando me di cuenta de que muchas de las flores de los racimos tenían la corola perforada.
Tenía que buscar al "culpable" de semejante delito, así que me dispuse no solo a fotografiar los insectos que venían al madroño, sino también su forma de tomar el néctar de las flores.
Los más llamativos son sin duda los abejorros del género Bombus, que con gran inquietud van de una flor a otra sin dejarme hacer las fotos a gusto. Tengo que enfocar manualmente, porque están rodeados de objetos que engañan al enfoque automático y además no paran quietos, se ponen detrás del racimo, vuelven a salir, se colocan de espaldas o se asustan si me acerco demasiado. Ésta es la única aceptable después de muchos fracasos.Sin embargo, sí pude ver que su sistema de libar el néctar es metiendo el pico por la abertura natural de la corola. Igual que está a punto de hacer esta abeja de la miel.También descubrí unos pequeños escarabajos que entraban y salían tanto a través del orificio natural de la flor como por los agujeros hechos por el delincuente desconocido.Corté un racimo para observarlo más detenidamente y me sorprendió que muchas flores tenían escarabajos en su interior estuviesen enteras o mordidas. Quedaban como sospechosos pero no podía asegurar que fuesen culpables.Había al menos dos especies distintas y algunos, debo decir, que me dan muy mala espina.Varias especies de moscas acudían también al madroño. Especialmente este gran sírfido, casi perfecto imitador de abejas, que además tiene la costumbre de acercarse a mi cara zumbando cuando cambia de flor en un intento de asustarme, supongo.Éstas y otras moscas observé que, a veces, aprovechaban los orificios ya hechos para acceder al interior de la flor, pero en ningún momento hacen nada que se le parezca a intentar abrir los agujeros ellas mismas. Por último llegaron dos gordos abejorros Xilocopa que con mucha más parsimonia que los Bombus se dedicaron a recorrer las flores con tranquilidad, ¿y que hacían? ... pues perforar las corolas con gran maestría para alcanzar el néctar por el camino más corto.Aquí una prueba irrefutable.Y aquí en vista ampliada, por si quedaban dudas. Pude ver, y esta foto es la prueba, que así consiguen entrar en flores cuya corola aún no se ha abierto, adelantándose de esta manera a otros comedores de néctar.Conste que no dejo de sospechar, también, de los escarabajos, pero creo que ellos se dedican fundamentalmente a agrandar las cuchilladas que dan los oscuros abejorros.
Sé que son culpables y que quizás ese tratamiento va en detrimento de la producción de frutos en año próximo, pero me gustan tanto, que se quedan sin castigo. La pena es que no se dediquen a hacer nidos en algún sitio que pueda yo controlar para observar su comportamiento.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Estampas otoñales en el jardín

Igual que cambia el tiempo meteorológico, se mezclan estos días imágenes de final de verano con otras ya puramente otoñales.

Los nenúfares más rústicos aún muestran alguna que otra flor y la rara variedad de passionaria, Passiflora sp., que crece en la pared sur de la casa pasará, como todos los años, de estar florida a helarse una de estas noches.

Estas flores tardías les vienen muy bien a algunas abejas, avispas y fundamentalmente a los abejorros Bombus, que aún se ven activos los días de sol. Cuando tenía esta planta dentro de la terraza cubierta no se helaba en invierno, pero su aspecto era mucho peor y, aunque daba numerosos frutos, las maracuyás, estos estaban tan vacíos como los pocos que le crecen ahora. Cada año vuelve a brotar con renovado vigor y florece durante varios meses hasta que el frío puede con ella.

Pero la enredadera que ahora luce en todo su esplendor es la parra virgen, Parthenocisus, que además de mostrar las hojas rojas tiene sus frutos parecidos a las uvas, como corresponde a una especie de la misma familia que las viñas. He leído que algunas de estas uvas pueden ser comestibles, pero dado que hay bastantes especies de estas parras y que son difíciles de diferenciar, yo no lo intentaría y, además, las mantendría alejadas de niños golosos.
Entre las hojas de la parra de la foto se ven también las de hiedra, Hedera helix, con sus modestas flores. Aunque no tengan color llamativo son visitadas por abejas y avispas y especialmente por dípteros, como esta moscarda, Calliphora sp. En todas las fotos de moscardas que tengo se aprecia lo sucias que son, completamente distinto al brillante aspecto de las abejas y avispas, aunque estén alimentándose en las mismas flores. Sobre su tórax y abdomen siempre hay partículas con aspecto de caspa.

También tiene bayas el durillo Viburnun tinus, con propiedades diuréticas y laxantes, pero con un grado de toxicidad tan alto que es mejor no intentar hacer preparados caseros con ellas por lo difícil de controlar las dosis. Parece que son de sabor tan desagradable que no es fácil que se coman por gusto.

A la vez que algunas plantas mantienen frutos, ya empiezan a aparecer los brotes florales, que tardarán en desarrollarse varios meses e irán cambiando de color y el aspecto de la planta, que de esa manera y por lo sencillo de su mantenimiento en las duras condiciones del centro peninsular, me parecen uno de los mejores arbustos que se pueden poner en un seto.

Es algo parecido es lo que ocurre con los madroños, Arbutus unedo, cuyos frutos empiezan a madurar mientras que brotan las nuevas flores. A lo largo del año hay muchas posiblidades de que una tormenta o cualquier otra causa los dañe, así que el rendimiento en frutos es muy variable. Los años buenos aprovecho para hacer licor macerándolos en anisete dulce. Si la cosecha es baja no cojo ninguno y de todos modos siempre reservo una parte para las aves, junto con otras bayas que tengo repartidas por el jardín como ya mostré el año pasado.

También he dado por terminada la temporada de colectar, en mi propio beneficio, los frutos de la higuera, Ficus carica, que mantengo en verano cubierta por una red. Ahora la retiro para dejar los higos a disposición de los pájaros, cuando más empiezan a necesitarlos.

Y último por hoy, pero no en el jardín, algo muy especial para mí, la bellota de los robles melojos, Quercus pyrenaica, que este año han producido mucho fruto. Especial ilusión porque los planté yo mismo a partir de bellotas hace ahora 12 años, al poco de mudarme a esta casa. Ya el año pasado dieron alguna que otra bellotita, pero este año están en plena producción. También este año han tenido agallas de un par de especies, lo que es como la mayoría de edad de mis robles, pues siento que están integrados en el ecosistema con sus insectos comensales y parásitos y, supongo, que muchos más animales que aún me quedan por descubrir.

Creo que así mi jardín está contribuyendo a mantener la biodiversidad e incluso aumentarla en un entorno de prados bastante monótono y de jardines con muchas especies no autóctonas, incluido en mío, que también tiene sus concesiones a la estética.

viernes, 8 de octubre de 2010

Andando sobre el agua

CHINCHES ACUÁTICAS (1)
De la gran variedad de insectos cuya vida está asociada al agua, las chinches (Hemípteros) ocupan un lugar muy importante. Las hay que viven sumergidas y otras sobre la superficie, pero todas ellas necesitan respirar aire atmosférico.
Hoy voy a mostrar representantes de tres familias de chinches acuáticas que viven sobre la lámina de agua. Es curiosísimo como aprovechan la tensión superficial para no hundirse. Para ello tienen series de pelillos hidrófugos en el extremo de las patas suficientes para soportar su peso.
Las menos especializadas y más parecidas a las chinches terrestres son las de la familia Veliidae. Apenas si se distinguen en su anatomía de las que vimos sobre el cardo corredor, pero son capaces de andar por la superficie y se alimentan de otros insectos que caen en el agua.
En el estanque de mi jardín aparecen un corto periodo de tiempo en primavera y solo unos pocos ejemplares adultos. Algo de él no les gusta porque aparentemente no crían aquí, ya que muy a mi pesar no he visto ejemplares jóvenes, cuando aún no tienen alas. Hay poblaciones y otras especies que tampoco tienen alas en estado adulto, algo muy común en familias próximas de hemípteros. Creo que la especie es Velia caprai. Corren sobre los nenúfares tan cómodamente como sobre la superficie del agua.
Mucho más populares son los miembros de la famila Gerridae, conocidos como "zapateros de agua". Tienen una mayor especialización a la vida acuática y andan muy torpemente por la tierra, más bien dan unos saltos bastante absurdos. Sin embargo, son buenos voladores y así llegan a charcas y arroyos temporales muy alejados de otras masas de agua , donde apenas tienen competencia.
La especie más común es Gerris lacustris, pero me temo que hay que ser un especialista y tener el bicho bajo la lupa binocular para estar seguro con su determinación. Son los más abundantes en el estanque y puedo ver tanto jóvenes como adultos.
Los de la foto inferior los fotografié en el río Manzanares, algo más abajo de la presa del embalse de Santillana y creo que pertenecen al otro género de la misma familia, Aquarius, aunque tampoco me atrevo a ponerle nombre de especie. Son una pareja en cópula y se puede apreciar que la hembra está cargada de huevos cuyo color blanco se transparenta en el vientre dilatado.También estaban en un río, en el Tea, cerca de Monadriz (Pontevedra), este grupo fotografiado al trasluz. Se sitúan en los remansos y están atentos a cualquier vibración que les indique que algún insecto se ha caído o se está debatiendo en la superficie del agua. Entre ellos se disputan la presa con vehemencia y también tienen continuos enfrentamientos para conquistar a las hembras, aunque nunca llega la sangre al río.Se desplazan a saltos de las largas patas traseras y medias, utilizando el par delantero para detectar las vibraciones en la superficie del agua. También tienen una vista excelente, 360º a su alrededor, como puede deducirse por los ojos salientes, como las bolitas de las cabezas de alfiler. He pasado muchas horas sentado cerca del agua observando a estos insectos y, tengo que reconocer, que les he echado algún que otro insecto para ver cómo lo cazan. Los días en que emergen las hormigas de alas, muchas de las cuales caen al agua, son ocasión para el banquete.
La tercera y última que voy a mostrar es la familia Hydrometridae, mi favorita, con una sola especie en nuestras latitudes Hydrometra stagnorum. Es un insecto muy pequeño, apenas supera un centímetro de longitud, pero es estrechísimo y es muy difícil de diferenciar cuando anda sobre la superficie del agua sobre sus seis finísimas patitas, casi invisibles, dando la apariencia de flotar en el aire.También es depredador, pero se alimenta de invertebrados muy pequeños, acorde con su tamaño, que están justo por debajo de la superficie, mete el pico bajo el agua y se lo clava succionándoles los jugos internos. Larvas de mosquito, pequeños gusanos y crustáceos, como las pulgas de agua, son sus presas. Pueden andar por las aguas abiertas, pero prefieren hacerlo en las zonas con algas y plantas acuáticas flotantes. También se encuentran en zonas empapadas de la orilla entre musgos y hepáticas.
Tienen alas estrechísimas, pero pueden volar dado su peso insignificante. Son abundantes en aguas tranquilas y terrenos inundados donde apenas haya unos milímetros de agua. También en mi estanque, pero tienes que acercarte a la superficie hasta casi tocar el agua con la nariz para poderlos encontrar.
Mucho se ha dicho de la utilidad de los insectos acuáticos como indicadores de la calidad del agua. Hay incluso quien dice que donde hay zapateros el agua es potable. No es cierto, no hagáis el experimento. Estas tres chinches soportan bastante contaminación orgánica pero eso sí, no aguantan la contaminación química que afecte a la superficie del agua. Por ejemplo, los detergentes, que diminuyen la tensión superficial, haciendo que los insectos se hundan y mueran.