domingo, 21 de octubre de 2012

Otra especie invasora en la Comunidad de Madrid:

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La almeja china del cieno, 
Sinanodonta woodiana.

La sequía de este verano ha hecho bajar el nivel del embalse de Santillana, en Manzanares el Real, bastante más de lo habitual y entre los lodos y arenas ha quedado al descubierto una sorpresa: almejas de agua dulce asoman en las orillas, cerca y no tan cerca del agua.
Cola del embalse de Santillana en Manzanares el Real.
La zona de la izquierda de la fotografía debería estar completamente cubierta por el agua.
Un amigo me envió una foto del "bicho" que me hizo pensar en lo peor y cuando fui a consultarlo con Rafael Araujo, compañero del Museo experto en bivalvos de agua dulce, las sospechas quedaron confirmadas: se trataba de una nueva especie invasora para la Comunidad de Madrid y la cuenca del Tajo. Además, casualidades de la vida, los propios agentes forestales que hicieron el hallazgo habían llevado al Museo un par de ejemplares el día anterior.
Almeja china del cieno, en seco pero viva, a varias decenas de metros de la orilla del agua.
La semana pasada recorrí las orillas del embalse en su búsqueda, pero no las encontré. La intuición me llevó justamente hacia los lugares donde no estaban o donde ya habían sido recogidas por los forestales, pues preocupados por esta nueva invasión, se están dedicando a retirar cuanta almeja viva encuentran. Y ya van varias decenas.



Este fin de semana he hecho un recorrido con ellos, y hemos recogido unas cuantas más. En las fotos anteriores se ve como se encuentran los animales entre el cieno y la arena, fuera del agua. La sequedad no parece matarlas, y con la poca humedad que les ha aportado el agua de lluvia de estos días, parecen tener suficiente para respirar, porque algunas se encuentran con las valvas abiertas, que rápidamente cierran en cuanto las tocas. Si algo caracteriza a estas especies invasoras es su capacidad para sobrevivir en las condiciones más adversas. Así se integran en los ciclos biológicos y llegan a superar a las especies próximas. 



También sirven de alimento a depredadores. Pudimos observar varios ejemplares claramente mordidos por un carnívoro, pues en casi todos los casos se veían los agujeros dejados por sus pequeños colmillos. La especie alcanza los 30 cm de longitud máxima y su concha no es de las más duras entre los moluscos de agua dulce. Quizás haya sido un zorro o algún perro de los muchos que se llevan a pasear por este paraje, pero me inclino más a pensar en el señor raposo, aunque, torpe de mi, no verifiqué las huellas. Todos los ejemplares así depredados eran jóvenes de menos de 10 cm, que son más frágiles. Se sabe que las nutrias depredan sobre estos animales y aquí también los visones americanos pueden hacer esa labor, tenemos una buena mezcla de especies invasoras, que no termina.
Ejemplar de mejillón chino de laguna, Sinanodonta woodiana, conservado en las colecciones de Malacología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
El tamaño de hasta casi 20 cm de los ejemplares más grandes encontrados por los agentes forestales, nos induce a pensar que la especie lleva bastantes años instalada en el embalse, pero no se habían visto hasta ahora porque estaban dentro del agua. 
Procede del Este de Asia y desde que en 1979 se encontró por primera vez en Rumanía, no ha dejado de extenderse por todo el resto de Europa. En España los primeros datos se publicaron en 2009, en el artículo que enlazo al final de esta entrada, en los ríos Fluvià, Ter y Daró, al norte del Ebro.

Pinza azulada característica del cangrejo señal, Pacifastacus leniusculus, encontrada  en la orilla del embalse.
Otra novedad, aunque esta vez sin sorpresa porque se encuentra en los ríos del entorno, ha sido el encontrar restos de cangrejo señal, Pacifastacus leniusculus, especie procedente de Norteamérica que también está colonizando los ríos españoles, aunque en esta ocasión con plena (in)consciencia por parte de pescadores y "autoridades" en estas cuestiones del medio ambiente. Lo mismo puede decirse del cangrejo rojo americano, Procambarus clarkii, que ya es un viejo conocido en la zona.

¿Cómo puede una almeja llegar a saltar miles de kilómetros e invadir ríos y embalses?

Evidentemente no lo puede hacer por sí misma, necesita ser ayudada. En este caso por dos personajes diferentes, por una parte los peces y por otra los humanos que transportan a los peces. Alguna vez se ha dicho, y es cierto, que las aves acuáticas en sus migraciones pueden transportar, en el barro de sus patas y entre las plumas de su vientre, huevos y quistes de invertebrados que luego se disuelven en las lagunas de destino, pero en este caso hay pocas dudas al respecto de las responsabilidades.
Para entender de qué manera los peces actúan como transportistas de las almejas de agua dulce hay que conocer su ciclo biológico.
Aunque otros bivalvos, especialmente los marinos, sueltan sus huevos en el agua y las larvas nadan libres, en estos animales los huevos se incuban entre las branquias de la madre. Además las larvas son un de un tipo especial llamado gloquidio, dotado de un par de ganchos y un filamento adhesivo que les permite fijarse en las branquias o aletas de los peces. 
Cuando un pez pasa por encima de la almeja, esta suelta su carga de larvas como un surtidor. Lo más fácil es que el pez se trague las larvas al tomar el agua por la boca y así llegan a las branquias. Las larvas fijadas provocan en el pez la formación de una especie de tumor, donde se desarrolla y metamorfosea la larva hasta que alcanza el grado de desarrollo necesario para hacer vida libre. En ese momento se suelta del quiste y cae al suelo para desarrollarse como un bivalvo adulto.
Para el pez este parasitismo es una molestia, pero no tanto como para perjudicar su supervivencia.

La paradoja de la especie invasora y la especie en peligro de extinción.
El ciclo en Sinanodonta se puede desarrollar en peces de diferentes especies, entre ellas las abundantes carpas, carpines y otros ciprínidos, por eso es fácil que las almejas chinas encuentren el huésped adecuado para alimentar a sus crías en cualquier río, laguna o embalse donde se han introducido las más variadas especies de peces, las mayoría de las veces descontroladamente.
En el extremo opuesto se encuentra un bivalvo ibérico, la margaritona, Margaritifera auricularia, que para el desarrollo de sus larvas necesita especies muy concretas. En este caso parece ser que el esturión, Acipenser sturio, o el pez fraile, Salaria fluviatilis. El problema es que en el Ebro, de donde es autóctona la margaritona, hace más de cuarenta años que no suben los esturiones por culpa de las presas y la pesca, y los peces fraile han quedado reducidos a unos pocos rincones, a salvo de sus numerosos depredadores introducidos, como siluros, peces gato, black bass, lucios, etc.
Así, hasta que no se han tomado medidas para poner en contacto a las margaritonas con sus hospedadores, llevaban cuarenta años sin poder criar a sus larvas, aunque fielmente hiciesen sus puestas anuales. Los bivalvos son animales de crecimiento lento y muy larga vida.
Y ahí está la diferencia entre una especie invasora y una en peligro de extinción: la especialización excesiva.
Ejemplar de madreperla de río o margaritona, Margaritifera auricularia, 
conservado en las colecciones de Malacología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Sobre el nombre común.

(editado el 8 de enero del 2013)
Esta entrada se hizo con el nombre común de la especie Mejillón chino de laguna, pero he recibido un comentario del Secretario de la Sociedad Española de Malacología comunicandome que el nombre  que se va a utilizar en el futuro será Almeja china del cieno, que es más adecuado que la traducción literal del inglés que yo utilicé (chinese pond mussel). Con el nombre de almeja muy posiblemente aparecerá en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. según la ficha que puede verse pinchando AQUÍ.
Agradecimientos
Antes de terminar tengo que agradecer a los forestales de la comarca de la Cuenca Alta del Manzanares su celo al descubrir y llevar los animales al Museo y su ayuda al permitirme acompañarles para poder hacer las fotos que incluyo en este artículo, especialmente a Esther Ruiz Berges. También a Rafa Araujo y Lola Bragado de la Colección de Malacología del MNCN, entrañables compañeros, por identificar la especie y facilitarme el acceso a los ejemplares de la colección y a Ramón Manuel Álvarez, de la SEM, por la información sobre el nombre común.

Por último, nunca se dirá lo bastante ni lo suficientemente alto: Por mucho que nos creamos que nada malo pueda pasar...

¡No hay que trasladar animales o plantas silvestres de un lado a otro!

Reseña bibliográfica:

Pou-Rovira, Q., R. Araujo, D. Boix, M. Clavero, C. Feo, M. Ordeix & L. Zamora (2009). "Presence of the alien chinese pond mussel Anodonta woodiana (Lea, 1834) (Bivalvia, Unionidae) in the Iberian Peninsula"Graellsia 65 (1): 67-70.



lunes, 1 de octubre de 2012

El conejo de la vida, el conejo de la muerte


Me estoy acostumbrando a ver águilas calzadas en mis salidas a los campos y montes de las proximidades de casa, cuando antes ver un ejemplar de esta especie lo consideraba algo extraordinario. Seguro que algo tiene que ver el aumento de esta especie con la abundancia de conejos ya que es una verdadera especialista en la caza de lagomorfos.
Conejo. Oryctolagus cuniculus.
Ya se sabe que la Península Ibérica era la tierra de conejos, según los romanos, y que la mayoría de los grandes y medianos depredadores ibéricos, sean mamíferos, aves rapaces o grandes reptiles, basaban su dieta en este animal. La devastadora mixomatosis y la neumonía vírica hemorrágica prácticamente dejaron el campo sin conejos y a los depredadores sin comida.
Pero además, al faltar el conejo los depredadores desplazaron su apetencia hacia especies que ofrecían similar oferta proteica, como los lagartos y diversas aves, especialmente de suelo. Es como si a un juego de construcción le hubiésemos quitado la pieza central que sustenta al resto. Si no queremos que se desmorone habrá que hacer la chapuza de colocar otras piezas, aunque no encajen bien.

Águila calzada fase pálida. Hieraaetus pennatus.
Afortunadamente la extraordinaria capacidad reproductiva del conejo juega a su favor y entre eso y las repoblaciones con ejemplares vacunados parece que, en algunos lugares, las poblaciones se van recuperando. Tanto que ya se habla de plaga.
En mi zona tengo muy claro que esa recuperación procede de las sueltas que han hecho las sociedades de cazadores de los pueblos, que querían tener conejos en el monte para poderlos cazar. Y que su buen dinero les ha costado tenerlos ahí para poderles disparar.


Y gracias a eso, no lo dudo, los depredadores, especialmente las rapaces, se han beneficiado. Pero también soy testigo de un curioso efecto: Por la presión de los propios cazadores los lugares con mayor abundancia de conejos no son aquellos donde se soltaron sino los cercanos a carreteras y viviendas donde "teóricamente" no se puede cazar. La foto de más arriba es una clara evidencia, a pocos metros del cazador hay una finca de caballos con sus construcciones y algo más allá, a no más de 300, están las primeras viviendas de la urbanización donde yo vivo. La carretera, tampoco dista más de 500 metros en la dirección en que está apuntando con su arma.

Ratonero común. Buteo buteo.
Lo mismo me cuentan de la provincia de Ciudad Real, tanto respecto a los conejos, que se asientan incluso en las zonas de rotonda junto a las carreteras, como de las liebres, que se están acostumbrando a campear por el entorno de las autopistas, gracias a la protección que suponen los vallados ante la persecución de los galgos. Y es la misma historia que la de las torcaces que se han hecho urbanas.

Conejo entre los cardos.
Y esta costumbre de acercarse a las carreteras entraña un nuevo riesgo para los conejos y un nuevo lugar de alimentación a determinadas rapaces, no exenta de peligro: las cunetas con sus animales atropellados.
En los amaneceres veraniegos, cuando bajo hacia la estación de tren, raro es el día que no veo algún gazapo atropellado en la cuneta. Los milanos, tanto reales como negros, pero especialmente estos últimos, aletean cuando aún no hay térmicas que los mantengan en el vuelo, para patrullar el gris asfalto a la búsqueda de su desayuno. Más de una vez los osados milanos han hecho delante de mi coche o alguno que me precedía, una pirueta para agarrar una presa de la cuneta, como si practicasen un peligroso juego, cruzándose ante el automóvil y alzándose con su carroña en el último momento.


Milano real, Milvus milvus.
Milano negro, Milvus migrans.
Los milanos son ante todo oportunistas, beneficiarios de la abundancia de conejos, de su desplazamiento hacia la carretera, del acoso de los cazadores y de los atropellos. 


Pero otras especies son cazadores más directos, como las propias águilas calzadas, las perdiceras, las reales y los ratoneros. Supongo que también las rapaces nocturnas que pueda haber en el área, aunque yo no puedo constatar su presencia, por el momento, como las especies que muestro y cito ahora. No he tenido la suerte de ver águilas imperiales aquí, aunque sí en El Pardo y sus alrededores, desde el tren, camino de Madrid, en zonas donde también el número de conejos ha aumentado.
Águila perdicera. Aquila fasciata.
Águila perdicera, Aquila fasciata, y Águila calzada fase pálida, Hieraaetus pennatus.
Evidentemente las enfermedades de los conejos no han desaparecido, se siguen viendo ejemplares cegados y muertos por mixomatosis o con un hilo de sangre en la nariz característico de la neumonía vírica. Y no solo los milanos se aprovechan de esas carroñas, también el buitre negro, cuyas poblaciones igualmente han aumentado.


Buitre negro. Aegypius monachus.
En mi entorno cercano puedo constatar que tejones, comadrejas y zorros, entre los mamíferos, así como culebras bastardas y de escalera aprovechan también esta mesa puesta. Esperemos que si hay crecimiento en las poblaciones de estos pequeños carnívoros se vean como un elemento de equilibrio y no como alimañas.

Conejo desangrado por un pequeño depredador, posiblemente comadreja.
Pero también puedo constatar el incremento del número de garrapatas en las zonas donde los conejos se han hecho abundantes. Y no es solo una cuestión de incomodidad, sino de salud pública. Lamentablemente he tenido conocimiento de que al menos un cazador de la zona ha padecido la enfermedad de Lyme o borreliosis que transmiten estos parásitos. En determinadas lugares he tenido que dejar de pasear con mi perra porque es alérgica a las pipetas antiparasitarias y es casi imposible controlarlas. Pararse a hacer una foto macro es como invitarlas a subirse e incluso la mochila dejada en el suelo es un punto de atracción. 
Garrapata en prados habitados por conejos.
Al llegar a casa nadie me libra de tenerme que desnudar metido en la bañera, para detectar las que caen sobre la loza blanca, y revisar mi cuerpo y mis ropas. Esa fue una de las cosas que tuve que hacer cada vez que salí a hacer fotos a los cardos que mostré unas entradas atrás. Y casi siempre aparece alguna, aunque en el campo ya tenga el tic de mirarme las piernas cada cierto tiempo. Las garrapatas tardan en encontrar el lugar donde fijarse y eso juega a nuestro favor, para retirarlas antes de que nos piquen.