Primeros de agosto al borde del Parque Natural de las Salinas de Santa Pola, calor achicharrante y la familia refrescándose en la playa de La Marina. Sin embargo, me llama más la atención la parte "trasera" de la playa. Es un pequeño resto de un sistema de dunas que nos habla de lo que algún día fueron muchas zonas de nuestro litoral mediterráneo y su rica biodiversidad, hoy desaparecidas. No se puede pasear mucho por allí a medio día sin miedo a un golpe de calor, pero merece la pena dedicarle un poco de tiempo antes o después del baño. Lo más llamativo del día un ejemplar de Argiope lobata en el centro de su inmensa tela. Es una araña enorme, su abdomen es más grande que una moneda de 20 céntimos de euro, con las patas abiertas ocuparía la palma de una mano. Sin embargo, no fue eso lo primero que vi, antes me percaté de que una especie de hilo de nylon atravesaba mi camino, lo palpé y era tenso y fuerte cual cuerda de guitarra. Lo seguí y resulta que estaba al lado de una tela de casi dos metros de diámetro horizontal y más de un metro en vertical. Ese hilo era uno de los tensores con que se sujetaba a los árboles y arbustos del entorno. En su centro, la gran araña pendiente de dos anchos hilos avisadores por si alguna presa caía en su red.
Estoy sobre dunas fijadas por la vegetación de pinos, eucaliptos, alguna que otra palmera datilera y muchas plantas de menor talla.
Nada más dejar la playa lo primero que me encuentro en una ancha banda de la hierba cuchillo, Carpobrotus edulis, que avanza por sus cuatro costados dejando calvas requemadas en su centro. De esa manera invade el suelo e impide el crecimiento de plantas autóctonas. Superada esta frontera me encuentro con una pléyade de insectos que vuelan, saltan y corren a mi alrededor. El suelo quema y da la impresión de que esa sea la razón por la que la pequeña avispa cazadora no para quieta posándose y volviendo a alzar el vuelo en busca de presas. Gracias a Julián, El Naturalista, la he podido ubicar en el género Ammophila, las cazadoras de orugas. Si el hecho de que sus patas sean rojizas y la pilosidad escasa vale de algo, según el Insectarium virtual puede que se trate de Ammophila heydeni.
Otras avispas son menos delicadas y acercarse a uno de sus nidos, del tamaño de un balón de fútbol, colocado en pleno suelo, no es muy buena idea, aunque estas parecen muy concentradas en su trabajo.
Estoy sobre dunas fijadas por la vegetación de pinos, eucaliptos, alguna que otra palmera datilera y muchas plantas de menor talla.
Nada más dejar la playa lo primero que me encuentro en una ancha banda de la hierba cuchillo, Carpobrotus edulis, que avanza por sus cuatro costados dejando calvas requemadas en su centro. De esa manera invade el suelo e impide el crecimiento de plantas autóctonas. Superada esta frontera me encuentro con una pléyade de insectos que vuelan, saltan y corren a mi alrededor. El suelo quema y da la impresión de que esa sea la razón por la que la pequeña avispa cazadora no para quieta posándose y volviendo a alzar el vuelo en busca de presas. Gracias a Julián, El Naturalista, la he podido ubicar en el género Ammophila, las cazadoras de orugas. Si el hecho de que sus patas sean rojizas y la pilosidad escasa vale de algo, según el Insectarium virtual puede que se trate de Ammophila heydeni.
Otras avispas son menos delicadas y acercarse a uno de sus nidos, del tamaño de un balón de fútbol, colocado en pleno suelo, no es muy buena idea, aunque estas parecen muy concentradas en su trabajo.
Su nombre científico, gracias otra vez a Biodiversidad Virtual, puedo decir que es Polistes gallicus.Como decía antes, pude ver muchos más insectos en muy poco tiempo. Las cigarras cantaban por todos los lados retándome a encontrarlas con la vista, lo que no conseguí. Delicados neurópteros volaban con sus alas de encaje de manera muy poco elegante, a diferencia de las libélulas que superficialmente se les parecen. Alguna de ellas pasó volando veloz, lo que nos indica que en las proximidades hay agua dulce. Saltamontes muy alerta, imposibles de fotografiar y casi hasta de observar. Algunas chinches de campo, de las que mostré el Carpocoris poniendo los huevos en otra entrada. Y de repente, una rarísima bola negra pasa en línea recta por delante de mi cara, baja al suelo y se levanta de nuevo. Pensé que era un escarabajo, la persigo y otra vez la veo caer. Me acerco con la cámara por delante para hacer la foto antes que nada y sin tiempo para enfocar. Hice bien, aunque la foto sea muy regular, porque se volvió a levantar y desapareció de mi vista para siempre.
Hasta que no descargué la imagen en el ordenador no tenía ni idea de lo que había (no) visto. A ver si lo adivináis antes de mirar la otra foto siguiente.
Creo que se trata de una pareja en cópula de mosca cazadora, de la familia de los asílidos. Ese abdomen largo y las robustas patas terminadas en dos ventosas así me lo indican. Para que los más despistados sepan de que familia de moscas hablo, he hecho una foto a un ejemplar de otra especie, que encontré ahogado en el estanque de casa. Este es:
Son unos animales muy interesantes, feroces cazadores de todo tipo de insectos y con un curioso comportamiento de cortejo que espero poder captar alguna vez.
Pero la "trastienda" de la playa no sería tal si no estuviese llena de papel higiénico, pañuelos de papel y basura. Hasta tal extremo que iba temeroso de encontrarme a alguien con el culo al aire detrás de cualquier arbusto. ¡A ver cómo le iba a explicar que hacía fotos de insectos y no de cerdos! Una lástima, ver convertido en letrinas lo que debería ser un reducto de biodiversidad.