jueves, 24 de octubre de 2013

Volviendo a las vías pecuarias: los fresnos, la ganadería y las flores.

EN ALAMEDA DEL VALLE CON LOS AMIGOS DE BIODIVERSIDAD VIRTUAL

Ya está aquí el otoño, llegaron las lluvias y los árboles empiezan a perder sus hojas. Pero el pasado sábado el tiempo respetó las ganas que teníamos los amigos de Biodiversidad Virtual por volver al maravilloso valle del Lozoya, al norte de la Sierra de Guadarrama, en Madrid. Tuvimos una mañana espléndida, veíamos llegar y retirarse las nubes por encima de las montañas y nuestras cabezas pero sin descargar. Esperaron a la tarde, cuando estábamos en el interior del restaurante viendo las fotos y recibiendo las enseñanzas de los expertos.
El paseo previsto transcurría por uno de esos espacios que debemos conservar a toda costa, una vía pecuaria, el Cordel de las Navazuelas, donde se combina la naturaleza salvaje con los usos tradicionales y la extracción de productos de primera calidad. 
El amarillo teñía ya las hojas de los fresnos, aparentemente empezando por los de menor talla.

Apenas comenzamos el recorrido disfruté de un espectáculo que llevaba mucho tiempo queriendo observar y fotografiar: el momento de la poda de los fresnos cuando aún tienen hojas y son aprovechados por el ganado. 

Ya he hablado otras veces sobre los fresnos, sus usos y aprovechamientos tradicionales. Puede verse en ESTE ENLACE, por lo que no voy a entretenerme más en ello. Solamente mostrar cómo el ganado recibe con glotonería el regalo que suponen las hojas aún cargadas de nutrientes. Quizás habría sido mejor podar una parte en pleno verano, cuando la hierba era más escasa y a los árboles les venía bien descargarse un poco de hojas por las que evaporan gran cantidad de agua, pero supongo que la organización de los trabajos obliga a hacerlo así y mejor ahora que en pleno invierno, cuando no hay nada que aprovechar.

Muchos de los usos que antes se hacían a las varas y ramas más gruesas ya no se hacen, pero está bien conservar la fisionomía tradicional de los árboles. Estas dehesas abiertas en las vías pecuarias para el uso del ganado, son un regalo para los paseantes que queremos disfrutar de la naturaleza y para la fauna y la flora que las utilizan para sus desplazamientos y expansión natural. Un tesoro que los pueblos deben conservar y no permitir que se interrumpan e invadan por proyectos urbanísticos e infraestructuras de muy dudosa rentabilidad a largo plazo.

Siguiendo nuestra ruta por el cordel nos encontramos con dos diferentes grupos de vacas. Primero nos cruzamos con un grupo de raza avileña negra ibérica a la vera del camino. Y luego, mientras intentábamos agrupar al conjunto de fotógrafos cual rebaño disperso, nos alcanzó otro compuesto por una variopinta mezcla de razas bovinas. En el momento de cruzarse, hubo todo un concierto de mugidos que no sabíamos muy bien a qué venían, hasta que descubrimos que entre las vacas cruzadas venía un semental y entre los fresnos se encontraba otro gran toro. Las vacas debieron barruntar que algo podía pasar y los toros no tardaron en comenzar sus bramidos. Siempre me he preguntado por qué se dice que la vaca muge y el toro brama, el sábado lo entendí perfectamente.

Los dos toros eran uno negro de raza avileña y el otro rojo, posiblemente limousin o cruzado con esa raza, que es lo que se hace para obtener mejor producción de terneros con vacas de razas más rústicas y adaptadas a la vida al aire libre.
Lo primero que hicieron fue observarse en paralelo como midiéndose el uno al otro. Luego se pusieron de frente, se tantearon brevemente con la testuz y comenzaron la lucha.
La verdad es que ver estos magníficos animales desarrollando toda su fuerza, oír el ruido de sus topetazos y el retumbar del suelo es bastante impresionante. Nadie diría que son animales mansos, su comportamiento es igual al que pueden desarrollar los bóvidos salvajes, como búfalos o bisontes. Entre los dos fácilmente pasaba de tonelada y media el peso de huesos y músculos implicados en el duelo, todo tensión y empuje capaz de levantarse de manos el uno al otro.

Pero mejor que contarlo, es verlo en acción:


La pelea duró al menos media hora. No vi el final, pero me dijo uno de los compañeros que terminó con la victoria del toro negro, que en seguida se puso a pastar tranquilamente. El rojo no debió sufrir una gran decepción, porque poco después nos le volvimos a encontrar al principio del camino comiendo las nutritivas ramas de fresno, supongo que para reponerse, rodeado por sus vacas. Los animales son así, no pierden el tiempo y la energía con rencores y lamentos, van a lo práctico. 
Viendo la lucha no pude menos que recordar el viejo dicho de que mientras dos toros pelean la que más sufre es la hierba. Ellos no se hacen ninguna herida, se empujan con nobleza, como dos luchadores de sumo, pero no se cornean. Eso sí, bajo las pezuñas de ese par de colosos, la hierba y las flores no corrían la misma suerte.
Minutos antes yo mismo había estado observando y fotografiando con gran cuidado esas flores para no pisarlas o aplastarlas cuando me tumbaba en el suelo. Ellas fueron otro de los temas estrella del paseo: la preciosa floración otoñal de las quitameriendas y crocos. Además, disfrutamos de las explicaciones que nuestro particular experto en vida microscópica y también botánico, Antonio Guillén, nos ofreció en vivo y en directo.
Las más numerosas eran Crocus serotinus, como nos decía Antonio, los parientes salvajes del apreciado azafrán. Los había de gran variedad de tonos, desde casi blancos hasta un violeta bastante oscuro. Para diferenciarlos de las quitameriendas, vemos que sus pétalos son más anchos, el tubo floral largo que se levanta del suelo y los sobresalientes estigmas (parte femenina de la flor), más altos que los estambres (parte masculina) y con una ramificación característica.
No era raro ver algunas agrupaciones de apretadas flores, aunque la mayoría se encuentran separadas o por parejas.

Las quitameriendas, Merendera montana, por el contrario, apenas se levantan del suelo, tienen los pétalos más estrechos, de manera que vista desde arriba tienen el aspecto de estrellas, los estambres son largos, de un amarillo claro y llaman mucho más la atención que el estilo, que es más corto y menos coloreado.
Las quitameriendas crecen más bien a final de verano e inicios del otoño y por eso ahora son mucho menos abundantes que los crocos, mucho más otoñales.

Las quitameriendas son una especie muy ligada a las vías pecuarias y al ganado, para saber más de ellas, de manera amena e instructiva, nada mejor que leer esta entrada que en su momento publicó Javier Barbadillo en su blog "el último rincón".

Cada cual, según sus intereses se fijó en otras plantas, en los pájaros y en los ya escasos insectos, sin olvidarnos de los musgos, líquenes y algún que otro adelantado hongo. Quizás esta vez las cámaras fotográficas descansaron un poco y se disfrutó más de los encuentros, las conversaciones y la mutua compañía. Además, estábamos de celebración, probando y resolviendo dudas sobre el uso de la app-móvil (la Pepemóvil de Biodiversidad Virtual) que permite subir a la plataforma BV las fotos directamente geolocalizadas. En Android funciona a la perfección, doy fe, y en Apple se están puliendo algunos detalles. 

Gracias a todos, los amigos que viajaron, los organizadores y los expertos que nos ilustraron. ¡Hasta la proxima! ¿Te la vas a perder?

lunes, 14 de octubre de 2013

Las flores de hiedra y sus comensales

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BIODIVERSIDAD EN ACCIÓN

En el otoño solo unas pocas plantas florecen y, si la temperatura ambiental es lo suficientemente alta, los insectos que aún están activos tienen que buscarlas con urgencia para poder mantenerse con vida. Algunos de ellos, además, tienen que terminar de cumplir su ciclo biológico, bien dejando llenas las despensas donde nacerán y se alimentaran sus larvas o bien haciendo las puestas en los lugares adecuados para que pasen el invierno.
Entre las especies de plantas con típica floración otoñal destaca la hiedra (Hedera helix) que con frecuencia forma setos en los lindes de los jardines, como es el caso de una parte del mío.
Las hiedras son unas buenas plantas de cobertura para los límites de las parcelas, aunque tienen tendencia a crecer en exceso y a tumbar las cercas de malla demasiado débiles, cuando son empujadas por el viento. Sin embargo, son muy adecuadas para cubrir muros feos, de ladrillos o de bloques de cemento. 
Las hiedras crean espacios muy interesantes para que aniden pájaros y encuentren refugio insectos y pequeños reptiles. Sus frutos son consumidos por las aves y también, y a ello dedico esta entrada, son muy útiles para muchas especies de insectos que encuentran su alimento en las modestas flores en un momento del año muy difícil para su supervivencia. 
Mariposas, abejas, avispas de todo tipo y gran variedad de dípteros, que no todo son molestas moscas, acuden a libar de esa especie de extraños microplanetas que son sus flores.

Orden DIPTERA 
          Famila Calliphoridae

Empezamos el recorrido faunístico por la más común de las moscas que acuden a las flores Chrysomya albiceps. Si no fuese porque la tenemos asociada a los montones de estiércol y carroña, no negaríamos que ese cuerpo verde metálico y los ojos rojos son realmente bonitos.

Chrysomya albiceps













Otro tanto podemos decir de las moscas, algo más feas, del género Calliphora. Estas dos moscas son con frecuencia utilizadas por los forenses para determinar el tiempo desde el fallecimiento, ya que son de las primeras en llegar al cadáver a poner sus huevos y los tiempos de sus ciclos y su relación con la temperatura ambiental están muy bien estudiados.

Calliphora sp.
          Familia Muscidae

La siguiente mosca no es la doméstica, aunque se le parece mucho y casi seguro que es del género Musca.
Musca sp.

          Familia Syrphidae.

Esta familia incluye a muchas especies que por su coloración y característico zumbido imitan a las avispas y abejas para evitar ser atacadas por algunos depredadores. Algunas imitan a especies concretas y otras tienen un parecido más genérico.

La siguiente especie Syritta pipiens se caracteriza por los fémures ensanchados. 
Syritta pipiens

Como pequeños abejorros negros, también visita la hiedra este díptero del género Cheilosia. Las larvas de las dos especies se encuentran entre vegetales y hongos.
Cheilosia sp.

Como la especie que vimos en la entrada sobre los pulgones, las larvas de Syphus vitripennis también se alimentan de esos áfidos y son por lo tanto aliados de los agricultores y jardineros.

Syphus vitripennis 
Pero quizás los más inofensivos y perfectos imitadores de abejas sean como este brillante y amarillo Myathropa florea, que tan pronto liba en las flores como descansa en las hojas de la hiedra. Sus larvas se alimentan entre el material vegetal en descomposición de zonas encharcadas, supongo que mi estanque y su jardinera pantanosa tiene algo que ver en lo abundantes que son en mi jardín.
Myathropa florea.

Lo mismo puede decirse de Eristalis, moscas zángano cuyas larvas, llamadas cola de rata, viven en zonas encharcadas.
Eristalis sp.

La más grande de la familia es la especie Volucella elegans, podéis haceros idea de su tamaño por comparación con las flores de las fotografías anteriores. Además, al volar producen un sonoro zumbido que puede asustar a cualquiera pensando que es un abejorro o avispón. Todo lo contrario, estas "grandes moscas" inofensivas eran perseguidas por el avispón que mostraré más adelante. Las Volucella tienen por costumbre pararse en medio de los claros de bosque, a veces en medio del camino, y una y otra vez se colocan en el mismo lugar. Es un buen divertimento intentar hacerles una foto en vuelo. 
Volucella elegans

          Familia Thachinidae.

Pero quizás la categoría de "monstruo del reino de la hiedra" sea para Tachina (Eudoromyia) magnicornis, que tiene un aspecto así de inquietante. A veces se le llama mosca erizo, no hay duda de por qué. Son también de gran tamaño y llaman la atención entre las flores. A veces no se ve ninguna y, de repente, vienen cuatro o cinco a la vez. Son otros aliados de los agricultores porque controlan las poblaciones de orugas de mariposas, especialmente nocturnas, a las que parasitan. No son tan sofisticadas como algunas avispas, estas moscas se limitan a poner sus huevos cerca de las puestas de mariposa y ya se las apañarán las larvas para alcanzar a sus presas.
Tachina (Eudoromyia) magnicornis,
Orden HYMENOPTERA 
          Familia Apidae

Las abejas de la miel, Apis mellifera, no son mayoría en mi jardín, porque no hay colmenas muy cercanas en esta zona urbanizada, pero sí que hay bastantes ejemplares en todo tipo de flores. A diferencia de los dípteros y algunos otros himenópteros, que simplemente liban el néctar, las abejas de miel lo colectan y también recogen el polen que colocan en las "cestillas" de sus patas traseras.
Abeja de la miel, Apis mellifera.
A esta otra abeja aún la tengo que identificar. Creo que es una Eucera, cuyos machos tiene las antenas muy largas. Esta sería una hembra, pero no estoy seguro de haberla determinado bien.



          Familia Gasteruptiidae
Una de las especies de avispa que solo acuden por necesidades energéticas propias son los pequeños parásitos Gasteruption sp. pues no hacen nidos, ponen los huevos sobre larvas de coleópteros barrenadores. Para ello las hembras primero tienen que localizar las larvas del escarabajo en el interior del tronco y, por si esa proeza no fuese suficiente, atraviesan la madera con su ovopositor y llegan hasta las larvas en cuestión para inyectarle los huevos.
Gasteruption sp. 
          Familia Vespidae

Otra tipología de avispa parásita es Delta unguiculatum, que es una avispa solitaria y alfarera, de esas que construyen sus nidos como pequeñas ánforas de barro. A su interior llevan diversas orugas adormecidas con su veneno para que sirvan de alimento a sus larvas.
Delta unguiculatum
También alimentan a sus larvas con insectos y casi cualquier otro tipo de carne, las avispas comunes como Vespula germanica, aunque éstas son coloniales y hacen nidos de papel a base de masticar fibras vegetales. En el jardín también hay avispas del género Polistes, pero en esta ocasión no las he fotografiado en la hiedra.
Vespula germanica

Y a continuación, el más malo de la película, el avispón, Vespa crabro. Es el más grande de los himenópteros que visitaban las flores de hiedra, pues curiosamente los abejorros prefieren otro tipo de flores. El avispón muy rara vez se posaba a "repostar" néctar y lo hacía de manera muy rápida, me costó hacerle la foto. Lo que hacía era patrullar como si fuese un helicóptero, o mejor dicho como un azor, revisando los racimos de flores a la búsqueda de insectos posados y al ataque de los que salían volando. Fui testigo de una rapidísima captura. Se lanzó sobre un sírfido, y juntos cayeron entre las hojas del suelo, lo acuchilló con el aguijón y salió volando en línea recta hacia el olmo del jardín donde, me temo, tienen un nido. Lo comprobaré cuando caigan las hojas, ahora no se ve nada.
Varias veces vi ataques infructuosos contra ejemplares de Voluchella, a los que incluso perseguía en vuelo, pero estos son muy veloces y maniobran con gran rapidez. Supongo que lo normal es cazarlos cuando están concentrados libando.
Los avispones también son coloniales, pero en otras ocasiones que he encontrado nidos me he dado cuenta de que suelen ser muy poco agresivos. Quizás he tenido suerte.

Vespa crabro
          Familia Formicidae
Por supuesto, en casi ninguna planta pueden faltar las hormigas, que allí estaban chupando con fruición las florecillas.

Orden LEPIDOPTERA 
          Familia Nymphalidae

Y también alguna que otra mariposa se pasó por allí, aunque ninguna pude fotografiar y he tenido que echar mano de esta foto de octubre de hace un par de años. Es un ejemplar de la vanesa de los cardos, Vanessa cardui, que muestra que ya está en las últimas de su ciclo vital, con las alas bastante deterioradas.

Vanessa cardui
En resumen, tenemos en estas flores un bonito ejemplo de lo que es la Biodiversidad: Diversidad de especies en distintos grupos animales, diversidad de ciclos de vida y de formas de alimentarse e interrelacionarse.
Y todo esto en una sola planta, sin moverme de un metro cuadrado, en dos días y más o menos una hora cada día dedicado a mirar y hacer fotos. Eso sí, con la ayuda y años de experiencia de mis amigos de Biodiversidad Virtual para saber qué es lo que estaba viendo y algo de búsqueda de información posterior para interpretarlo. Muchas gracias a todos los expertos que han colaborado en ello.