Continuando con los cardos veraniegos, prometí en la anterior entrada tratar el caso de habitantes más específicos de estas plantas. Uno de los que más me llamó la atención fue esta mosquita que aparece en la foto junto a la chinche Carpocoris, para que podáis comparar su tamaño.
Se trata de la especie Tephritis postica y la pude ver en todas mis visitas semanales, durante mes y medio a los Carduus de los prados cercanos a casa. Los machos son unos infatigables cortejadores que vuelan, andan y danzan alrededor de las hembras con toda una parafernalia de movimiento de alas, siendo muy visibles, especialmente gracias a las manchas oscuras que adornan sus alas. Siempre las vi sobre la zona más alta de los cardos, alrededor de los capullos, y estaban tan absortos en sus cortejos y tan confiados en su espinoso entorno, que apenas se asustaban mientras les hacía las fotos.
Las hembras se diferencian claramente de sus acosadores consortes porque tienen el abdomen terminado en un grueso tubo ovopositor. Este tubo les sirve para poner los huevos en el interior del capullo del cardo, que es bastante duro, donde se desarrollarán las larvas.
Las danzas son incesantes y a veces se acumulan los pretendientes alrededor de las hembras, hasta que alguno consigue su propósito.
En el mismo lugar, sobre las hojas más altas del cardo descubrí una araña que no solo se parecía físicamente a las moscas y era del mismo tamaño, sino que se movía de manera parecida. No me cabe duda de que su estrategia es hacer que los machos cortejadores se acerquen a ella con fatales consecuencias para ellos. En la foto se puede apreciar que incluso la postura de las patas traseras, con sus manchas, acentúa el parecido con sus pretendidas presas, aunque en la araña sean patas y no alas. A veces pienso que me estoy obsesionando un poco con los casos de mimetismo en los artrópodos, pero para mí es más que evidente la semejanza.
Hablaba en la anterior entrada de la melaza que destilan los capullos del cardo. No sé si es un fenómeno propio y natural del cardo o provocado o favorecido por algunos de los muchos insectos que acuden a ellos. La cuestión es que casi todas las cabezuelas de los cardos (Carduus) tenían en mayor o menor grado esta espuma y goterones pegajosos que incluso chorreaban sobre las hojas.
Cuando el capullo estaba apenas desarrollado acudían cientos de hormigas en fila que se acumulaban unas sobre otras, es de suponer, con gran deleite. Yo creo que algo muy especial tiene que tener esta melaza porque las hormigas, y otros insectos, se quedan quietos chupando y no hay manera de que se retiren para dejar paso a otras hormigas, que parecen esperar turno a dando vueltas alrededor del concurrido centro.
Es más, lo mismo hacían los escarabajos, Oxythyrea funesta, que parecían literalmente muertos, rodeados de hormigas que, sin embargo, no les estaban atacando. Ya podía yo pasarles el dedo por encima, como si fuese una caricia, que ellos estaban totalmente absortos. Solo los he visto moverse para una cosa...
... copular.
Otro asunto es el de las hormigas que pastoreaban pulgones en el cardo borriquero del jardín de casa. No hay convivencia posible con insectos extraños porque las hormigas defienden con ferocidad a su ganadería.
Aquí el comportamiento de las hormigas es bien distinto, van de aquí para allá inquietas, toquetean a los pulgones para chupar el jugo azucarado que segregan (ellos, no el cardo), y bajan hacia el hormiguero después de un recorrido. No se quedan quietas ni se amontonan..
Solo un pequeño escarabajo desafía la ferocidad de las hormigas, este Coccinellidae, emparentado con las mariquitas, Hyperaspis reppensis. Es paciente, espera unas hojas más abajo de donde las hormigas trabajan, esperando su oportunidad. Se agarra con fuerza a la planta replegando las patas y las antenas como medio de defensa y no ofrecer resquicios por donde las hormigas los puedan morder. Pero pobre del pulgón que se ponga en su camino.
Otra curiosa observación que he podido hacer es que en cuanto el cardo empieza a secarse los pulgones dejan de ser interesantes para las hormigas y los abandonan a su suerte. Entonces es la oportunidad de estas discretas mariquitas, que suben sin miedo al "piso de arriba" a comer sin piedad y se pueden ver incluso en pequeños grupos rodeados de sus presas, bastante depauperadas. Lo que no he visto es a sus larvas, aunque casi seguro que las había y se me han pasado por alto por mero desconocimiento de su morfología, que ahora sé que es diferente a la de las Coccinella y Adalia.
He visto muchos más insectos sobre los cardos y fotografiado, con mejor o peor resultado, unos cuantos más, pero poco sé de su biología e incluso no he sido capaz de identificarlos, así que los dejo para mejor ocasión. Como veis, merece la pena tener un cardo en el jardín.
Enlaces relacionados:
- De este blog:
Entrada anterior "Ponga un cardo en su jardín", pinchando AQUÍ.
Entrada sobre las setas del cardo corredor, pinchando AQUÍ.
Entrada sobre "las chinches lígan en el cardo corredor", pinchando AQUÍ.
- Y en el blog "El último rincón" de Javier Brbadillo, la entrada "La inadvertida utilidad de los cardos", pinchando AQUÍ.