lunes, 9 de diciembre de 2013

Nuestras razas ganaderas, un tesoro de Biodiversidad.

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Vaca negra avileña ibérica en el Puerto de la Morcuera, Madrid.
Este fin de semana se ha hablado mucho en los círculos conservacionistas de la cacería que se ha celebrado en el Parque Nacional de Monfragüe y no he podido evitar recordar los inicios de la declaración de ese espacio, entonces aún Parque Natural.
La casualidad quiso que yo colaborase en un estudio sobre ranas en aquellos tiempos posteriores a la dura lucha contra el establecimiento de plantaciones de eucaliptos. Por eso, lo visité con mucha frecuencia durante dos años y conocí la que creo que fue su etapa más bonita, a cargo de Jesús Garzón.
Una de las acertadas ideas de Suso era recuperar algunos de los usos ganaderos de esa tierra y entre ellos incluía no solo la trashumancia y las cañadas y veredas como pasillos biológicos, cuando casi nadie se acordaba ya de ellos, y menos desde el punto de vista conservacionista, sino también las razas autóctonas como reservorio de biodiversidad cuando ese término aún no se había inventado.
Ahora llamamos biodiversidad genética a la que existe dentro de una especie y las razas ganaderas son un precioso ejemplo.
Una de las primeras vacas blancas cacereñas que llegaron al entonces Parque Natural de Monfragüe, finca Las Cansinas.
Diapositiva de la época digitalizada.
Siempre me han gustado tanto los animales silvestres como los domésticos y aquellas palabras suyas eran música para mis oídos. Y así fui testigo de los primeros intentos de volver a dotar a los ganaderos de mastines españoles y observé, en primera fila, la llegada al Parque del grupo inicial de vacas de raza blanca cacereña, que se encontraba (y sigue) en serio peligro de extinción. 
Con emoción nos contaba Suso que esas vacas, según decía la tradición, habían llegado a Extremadura de la mano de los romanos, que admirados de su belleza y blancura la utilizaban en sacrificios rituales a sus dioses. Después se habían conservado gracias a su rusticidad, pero en tiempos recientes se habían ido perdiendo por cruces con otras razas bovinas más seleccionadas pero menos resistentes, pues su fortaleza ósea las hacía idóneas para conseguir una buena producción de carne a la vez que resistencia y tamaño.
Entonces, todos pensábamos que aquello de los romanos seguramente se trataba de una bonita leyenda, pero años después, cuando los análisis de ADN relacionaron las blancas cacereñas, no con otras razas autóctonas ibéricas, sino ni más ni menos que con las vacas de la India, nos dimos cuenta de que quizás algo de verdad había en ella y que la tradición oral, generación tras generación de pastores, podía tener su razón.
Vaca avileña negra ibérica en prados de la Sierra de Guadarrama.
Ese problema de pérdida de variabilidad genética por hibridación con razas más productivas pero menos rústicas, es una constante en las razas españolas y lo vemos en el día a día en nuestro campos, donde a las vacas autóctonas les colocan sementales de otras razas para conseguir terneros más productivos. Afortunadamente, existe un pequeño número de ganaderos apasionados que se encargan de mantener ciertas razas y hay organismos oficiales que velan por su conservación.

Semental de avileña negra ibérica. Estos toros tienen una increíble potencia y agilidad y su sangre late por muchas de las ganaderías de toros de lidia.
Sé que me quedo muy corto, pero no tengo ni tantas fotos como me gustaría, ni este es el lugar adecuado para hacer una relación exhaustiva de todas nuestras razas. Valgan las que muestro a modo de ejemplo.
Veo a diario los rebaños de avileñas negras en las laderas de la Sierra de Guadarrama y me admira como soportan tanto la nieve y la escarcha invernal como los tórridos días de verano. No entiendo cómo pueden soportar con ese intenso color negro la radiación solar del mes de agosto.
Entre las avileñas, de cuando en cuando, se encuentran otras vacas de un bonito color grisáceo, llamado cárdeno. Se trata sin duda de moruchas cárdenas, aunque sean cruzadas, una raza de origen ibérico, propio de las dehesas salmantinas no muy abundante por esta zona madrileña. Sin embargo, el año pasado disfruté del espectáculo de un rebaño de ellas, posiblemente de pura raza, entre los pinares y prados de Cercedilla. Hay una variedad de cárdena andaluza, muy parecida y con igual color, aunque a veces es más manchada. En Andalucía tienen también sus correspondientes negra ibérica y retinta, todas son descendientes del tronco ibérico ancestral.
Vaca morucha en Cercedilla.
Las vacas retintas son de su mismo origen y, junto a las razas anteriores, son ancestros de muchas ganaderías bravas o de lidia, que al contrario de lo que suele creerse, no es una raza definida, sino una selección y cría de diferentes orígenes teniendo en cuenta su bravura y utilidad para la lamentablemente llamada "fiesta nacional". Teniendo esto en cuenta, no me preocuparía la pérdida de ese ganado, pues no considero que haga un gran aporte a la riqueza genética de nuestro patrimonio. Y tampoco me vale otro viejo argumento en defensa de la conservación del toreo, el hecho de ser valedora de las dehesas andaluzas, extremeñas o salmantinas, pues hay muchas otras razas que son rentables en ese ecosistema y, posiblemente, menos problemáticas. Aunque, naturalmente, es una opinión muy personal y, advierto, no lo voy a someter a discusión en los comentarios.

Vacada de lidia en Salamanca con claros orígenes de la raza retinta.
Otras de las vacas que pueden verse, aunque la mayoría de las veces cruzada con otras razas, son las berrendas. Son unos animales muy grandes y de cuerpo largo. Son conocidas y se han conservado posiblemente por su uso como mansos o cabestros para guiar al ganado bravo, incluso en los encierros. También es una excepcional raza de trabajo por su tamaño y fuerza, pero con la mecanización del campo no son tan necesarios y sus efectivos han disminuido mucho.
Semental de berrenda en colorado mostrado en la feria de ganado de Cercedilla en 2013.
En las dehesas de Guadarrama, Alpedrete y algunas más del entorno, se pueden ver vacas que se ajustan bastante a la tipología y color de la raza, aunque muy posiblemente estén cruzadas. Junto a la Carretera de Colmenar Viejo (N-607), cerca de la salida a Guadalix de la Sierra, hay un prado donde suele haber buenas vacas de estas razas.
Vacas y terneros con tipología de berrenda, aunque los cuernos no sean los típicos de la raza, al menos en el ejemplar más cercano, aunque quizás sea aún joven. Dehesa de Guadarrama.
Y, aquí la curiosidad: las berrendas en negro y las berrendas en colorado, no tienen el mismo origen a pesar de que su aspecto sea muy similar y que casi solo se diferencien en el color. La tradición ha querido que los ganaderos hayan mantenido a estas dos variedades separadas y así han llegado hasta nuestros días, aunque corren serio peligro, como siempre, al ser sustituidas por razas con mayor producción cárnica, aún siendo más delicadas. 
Vaca y ternero con forma y color propio de berrenda en negro. Dehesa de Guadarrama.
A veces puede confundirse una berrenda en negro con las típicas vacas lecheras holandesas de raza frisona. Son buenas pistas para diferenciarlas la irregularidad del borde de las manchas y las manchas de pequeño tamaño típicas de las berrendas, frente a los cuernos más pequeños y, desde luego, el gran desarrollo de las ubres en las frisonas.
Vaca frisona lamiendo a su ternero recién nacido en pleno campo. No es una imagen habitual porque estas vacas son más delicadas y suelen mantenerse estabuladas, especialmente cuando se acercan momentos como el parto. Además, cada día deben ser ordeñadas, con el consiguiente trasiego.
Otras joyas de nuestro panorama de razas autóctonas son los caballos de las retuertas, de los que recientemente se ha descubierto que es la raza más antigua de Europa y las vacas marismeñas de Doñana. Gracias a su sistema explotación estas vacas y caballos se han mantenido semisalvajes y forman parte del ecosistema del Parque, como tantas especies silvestres que allí habitan. Es una suerte que su primer director, José Antonio Valverde, tuviese a bien mantenerlos para así integrar la cultura y la economía con la conservación, que es la mejor manera de que perduren las condiciones que han dado valor a los ecosistemas ibéricos.
Vaca marismeña en el Parque Nacional de Doñana.
Las vacas marismeñas me traen el recuerdo de una anécdota que he oído aplicar a esta y a otras razas ganaderas manchadas ibéricas: El ganado que se mantiene en plena libertad en territorios amplios con poco control por parte de los ganaderos excepto para la extracción de algún ejemplar, marcar los terneros, algún cuidado y poco más, era importante que se pudiese distinguir el perteneciente a uno u otro propietario. Para eso, las manchas, las pintas, características de cada animal servían como si fuesen las huellas dactilares para diferenciarlos. Según dicen, ese es el origen de la expresión "conocerle por las pintas" o "qué pintas traes" aplicado a las personas cuando se les reconoce desde lejos por el aspecto.
Evidentemente, en el caso de las berrendas las pintas valen no solo para eso, sino para diferenciarlas del otro ganado al que estaban ayudando a manejar, que generalmente es de color más uniforme. Antaño había más mastines españoles de capa manchada para diferenciarlos de las ovejas, igual que los actuales mastines del Pirineo, pero precisamente cuando se fijó el estándar de esa segunda raza, se procuró eliminar de la cría (oficial) a los mastines españoles pintos, con un criterio más  estético que funcional, bastante absurdo.
Semental de asturiana de la montaña o casina, mostrado en la feria de ganado de Cercedilla este año.
También en la Sierra de Guadarrama  se pueden observar razas autóctonas de regiones más lejanas, como las casinas o asturianas de la montaña, que pude ver en la feria de ganado de Cercedilla. Igual que la asturiana de los valles, se crían para su aprovechamiento cárnico y se utilizan los sementales para cubrir vacas de las razas que hemos visto más arriba.
Vaca de asturiana de la montaña o casina, mostrada en la feria de ganado de Cercedilla este año.
Como dije al principio sería muy largo hablar de todas las razas por mucho que me gustaría. Sobre todo porque algunas son un verdadero icono representativo de la región de procedencia. Me gustan especialmente las razas gallegas como la rubia y la cachena, de las que lamentablemente no tengo fotos. También es una preciosidad la tudanca, tan representativa de los prados cántabros.

Tudanca pastando en Picos de Europa.
Terminando con las vacas solo por un momento me voy a detener en las cabras para mostrar una raza muy olvidada: la del Guadarrama, característica con su largo pelo especialmente concentrado en la parte posterior del cuerpo. Recuerdo, de niño, haber visto estas cabras en la Casa de Campo de Madrid, cuando mis padres me llevaban a pasar la tarde los fines de semana y en muchas excursiones veraniegas. Ahora me dan una alegría las raras veces que me topo con uno de sus rebaños en mis paseos campestres.

Cabra del Guadarrama, en Santa María de la Alameda.
No puedo olvidarme tampoco de los maltratados asnos y sus diferentes razas, la mayoría en peligro.
Asno maniatado, de raza andaluza en las cercanías de Grazalema.
Igualmente hay caballos españoles únicos y sus genes se encuentran en razas de todo el mundo. La conservación de las variedades autóctonas es una obligación que debemos a nuestros descendientes. Tengo especial debilidad por las especies pequeñas y rústicas del norte peninsular, sobre todo las que viven en estado semisalvaje como los asturcones. El pasado verano tuve el gusto de ver una raza que era desconocida para mi, la monchina de Cantabria, que también está catalogada como en peligro de extinción.
Caballos monchinos en los Picos de Europa.
Ovejas, cerdos y gallinas son otro patrimonio genético a tener en cuenta para su conservación.
Pero no solo son importantes las razas y su diversidad genética, sino las formas de explotación respetuosas con el medio ambiente e integradas en los ecosistemas tradicionales. En la Península Ibérica tenemos un inigualable patrimonio natural en los prados de montaña, dehesas y, sobre todo, en las vías pecuarias, que atraviesan nuestro territorio como autopistas naturales para la fauna y la flora, hoy lamentablemente interrumpidos por tan gran número de carreteras y vías férreas, cuando no invadidos por las más variadas infraestructuras y ocupaciones ilegales, que son casi imposibles de seguir. 

Si hay un proyecto que se eche de menos a nivel nacional es la supresión de las barreras para la dispersión de la fauna y la recuperación de las vías trashumantes con pasos subterráneos o elevados anchos y cubiertos por vegetación. 
Termino, como no, hablando de la persona que más me abrió los ojos a este mundo rural tan interrelacionado con la conservación, Suso Garzón, y su defensa de las cañadas y la trashumancia, que cada año se reivindica a su paso por Madrid, gracias a su iniciativa y tesón. 
Y gracias a los ganaderos y pastores que han contribuido con su trabajo a que estas razas y estos campos hayan llegado hasta nuestros días a pesar de las dificultades.
Fiesta de la Trashumancia en Madrid, momento del paso por la calle Alcalá, por donde discurre una cañada real.

Enlaces externos:



El caballo losino, un ejemplo de esfuerzo personal y privado para la conservación de una raza autóctona en peligro. Y dentro de estas páginas no te puedes perder el capítulo dedicado a la encebra.

Otras entradas sobre los temas aquí tratados:





lunes, 18 de noviembre de 2013

Estorninos, nieve, otros pájaros y olivas en el jardín.

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Estornino negro, Sturnus unicolor
La nieve llegó por primera vez hasta casa este pasado sábado y las aves no han dudado en acudir en tropel al comedero del jardín y al olivo que este año está bastante repleto de aceitunas. Había momentos en que tenía ante mis ojos cinco o seis especies según me asomaba a la ventana de la cocina.

Entre ellos me fije especialmente en los estorninos, en sus picos amarillos o negros y porque metidos entre las ramas del árbol veía algún ejemplar con tonos muy claros que me hicieron pensar que se podía tratar de algún ejemplar de estornino pinto.

Pero no, después de muchas carreras y subidas de escalera de una habitación a otra para intentar tenerlos a tiro de cámara, puede asegurarme de que o bien era un ejemplar particularmente manchado, dentro de los límites de variación de la especie negra o un ejemplar de un grisáceo bastante claro. Lo que puede evidenciarse en las fotos es lo bonitos que son estos pájaros cuando se ven de cerca, aunque a cierta distancia parezcan negros y todos iguales.
Entre foto y foto, por supuesto, observaba el comportamiento a la hora de comer de estos animales, que es de lo que se trataba. Y así he podido ver que el ejemplar de la primera foto, que tenía una pata mala que no podía estirar, comía del suelo y del comedero, porque evidentemente no podía hacer como otros ejemplares que arrancaban las olivas mientras estaban posados en las ramas más altas. Estos pájaros son muy asustadizos y prefieren comer en lo alto de las ramas, aunque lo tengan más fácil en el suelo.
También vi que la mayoría de las aves picoteaban las olivas dejando el hueso, pero alguno que otro no se lo piensa mucho y se tragaba la aceituna entera.

Estornino tragando una oliva.
Eso impresiona verlo, pero más aún cuando el que se lo traga es un pajarito de tamaño mucho menor: una curruca capirotada. ¿Pero qué garganta tiene este ave? Lamentablemente no le hice la foto en plena acción, por contento me doy con haberla pillado así, asomada entre las ramas.
Curiosamente andaba entre las ramas del olivo una pareja, macho y hembra, de currucas, igual que hace cinco años conté en la primera entrada de ese blog: "Días de pájaros hambrientos".

Curruca capirotada, Sylvia atricapilla, hembra.

Los gorriones también picotean las olivas, pero sin mucha convicción, ellos prefieren el pan y las semillas directamente del comedero, aunque sea entre la nieve. Y un petirrojo andaba de aquí para allá picoteando en todas partes.

Gorrión común, Passer domesticus, pareja.
Los mirlos alternan la búsqueda de lombrices bajo la hojarasca con algún que otro aperitivo frutal. Es curioso que estos días, incluso varios machos, en general bastante intolerantes entre sí, se dedican a comer sin prestarse mucha atención y también mezclados entre los estorninos.

Mirlo común, Turdus merula, macho.

Más temerosos son los rabilargos, que por primera vez he visto detenerse a comer en casa, muy desconfiados porque seguramente estaban fuera de su recorrido habitual conocido, que se encuentra a un kilómetro de casa, más o menos. Y, por supuesto, las urracas que venían con ellos, ante cuya presencia todas las demás aves huyen, aunque por suerte para todos solo llegan, cogen la aceituna y se van volando. Seguro que más de una la esconden en sus despensas para el invierno.
También pasó por allí el típico bando mixto de páridos, con herrerillos, carboneros comunes y garrapinos, pero apenas si se posaron un momento en las ramas altas de los tarays y siguieron su camino ante la multitud que se disputaba el alimento más abajo.

Rabilargo, Cyanopica cookii.
Y hace unos días también pude fotografiar un zorzal común, otra ave que había visto de paso muchas veces pero nunca la había podido ver con claridad ni hacerle una foto. No estoy acostumbrado a los zorzales y hasta que no he tenido la foto no he podido asegurar la especie. Estaba, como no, comiendo aceitunas y luego acudió al estanque a beber agua, momento que pude aprovechar a gusto.
Zorzal común, Turdus philomelos.

No solo el olivo ha sufrido los "ataques" de las aves, los hermosos madroños han sido picados sin piedad cumpliendo una de las principales funciones por la que lo puse en el jardín, aparte de para hacer licor y adornar, pues es uno de los arbustos más bonitos, que ahora están en plenitud con los frutos en distintos grados de maduración y las flores. Para colmo, ahora medio cubiertos por la nieve.
Por cierto, todas las fotos anteriores están hechas a través de dobles ventanas, por lo que puede verse algún que otro reflejo, veladura o falta de enfoque, que no he podido evitar.

Madroño. Arbutus unedo.


martes, 12 de noviembre de 2013

El Ventorrillo. Un nuevo proyecto laboral y un nuevo blog

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Como dice mi perfil y alguna vez he comentado en este blog, trabajo en el departamento de exposiciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Ahora, desde hace poco, he comenzado un nuevo proyecto en la Estación Biológica El Ventorrillo, en la Sierra de Guadarrama. 
Quiero desarrollar actividades de divulgación científica, realizar cursos, planificar rutas y dar a conocer especies y procesos de la Sierra al público en general y a los escolares de la zona en particular.
Puerta de acceso de la Estación Biológica
Algo de esa información me será facilitada por los científicos que allí trabajan o han trabajado, para de esa manera dar a conocer el fruto de sus investigaciones, pero otra será el resultado de mis propias observaciones tipo cuaderno de campo a los que ya os habréis acostumbrado. Me gustaría facilitar a los excursionistas de la Sierra información sobre lo que pueden observar en cada momento, ya sabéis, no solo sobre los grandes animales, buitres, águilas y cabras monteses, sino también esos pequeños seres que pasan desapercibidos y que guardan secretos a veces mucho más interesantes.
Punto más bajo de la Estación al lado de la carretera.

Muchos de los contenidos de "Notas de campo y jardín" ya trataban sobre la Sierra de Guadarrama. Ahora, a punto de cumplir los cinco años de blog y las 200 entradas, procuraré diferenciar un poco los contenidos de uno y otro sin morir en el intento.  Bien es verdad que como el nuevo blog va a ser una parte más de mi trabajo voy a poder dedicarle más tiempo a ello.
Vista sur de la finca desde la carretera. 
Seguro que mis seguidores madrileños conocen bien la situación de El Ventorrillo en la subida al puerto de Navacerrada. Como en la primera entrada del nuevo blog ya explico lo que es la Estación Biológica y mis intenciones, simplemente os remito a él y espero que sigáis acompañándome con tanta amabilidad como me habéis seguido aquí. Advierto, sin embargo, sin miedo a repetirme, que la estación es de acceso restringido solo para los investigadores, donde trabajan y se alojan. Sólo excepcionalmente se realizarán actividades públicas en su interior, lo más normal es que se hagan en su entorno y en otras zonas de la Sierra.
El enlace está en la columna derecha, pero lo pongo también AQUÍ.

jueves, 24 de octubre de 2013

Volviendo a las vías pecuarias: los fresnos, la ganadería y las flores.

EN ALAMEDA DEL VALLE CON LOS AMIGOS DE BIODIVERSIDAD VIRTUAL

Ya está aquí el otoño, llegaron las lluvias y los árboles empiezan a perder sus hojas. Pero el pasado sábado el tiempo respetó las ganas que teníamos los amigos de Biodiversidad Virtual por volver al maravilloso valle del Lozoya, al norte de la Sierra de Guadarrama, en Madrid. Tuvimos una mañana espléndida, veíamos llegar y retirarse las nubes por encima de las montañas y nuestras cabezas pero sin descargar. Esperaron a la tarde, cuando estábamos en el interior del restaurante viendo las fotos y recibiendo las enseñanzas de los expertos.
El paseo previsto transcurría por uno de esos espacios que debemos conservar a toda costa, una vía pecuaria, el Cordel de las Navazuelas, donde se combina la naturaleza salvaje con los usos tradicionales y la extracción de productos de primera calidad. 
El amarillo teñía ya las hojas de los fresnos, aparentemente empezando por los de menor talla.

Apenas comenzamos el recorrido disfruté de un espectáculo que llevaba mucho tiempo queriendo observar y fotografiar: el momento de la poda de los fresnos cuando aún tienen hojas y son aprovechados por el ganado. 

Ya he hablado otras veces sobre los fresnos, sus usos y aprovechamientos tradicionales. Puede verse en ESTE ENLACE, por lo que no voy a entretenerme más en ello. Solamente mostrar cómo el ganado recibe con glotonería el regalo que suponen las hojas aún cargadas de nutrientes. Quizás habría sido mejor podar una parte en pleno verano, cuando la hierba era más escasa y a los árboles les venía bien descargarse un poco de hojas por las que evaporan gran cantidad de agua, pero supongo que la organización de los trabajos obliga a hacerlo así y mejor ahora que en pleno invierno, cuando no hay nada que aprovechar.

Muchos de los usos que antes se hacían a las varas y ramas más gruesas ya no se hacen, pero está bien conservar la fisionomía tradicional de los árboles. Estas dehesas abiertas en las vías pecuarias para el uso del ganado, son un regalo para los paseantes que queremos disfrutar de la naturaleza y para la fauna y la flora que las utilizan para sus desplazamientos y expansión natural. Un tesoro que los pueblos deben conservar y no permitir que se interrumpan e invadan por proyectos urbanísticos e infraestructuras de muy dudosa rentabilidad a largo plazo.

Siguiendo nuestra ruta por el cordel nos encontramos con dos diferentes grupos de vacas. Primero nos cruzamos con un grupo de raza avileña negra ibérica a la vera del camino. Y luego, mientras intentábamos agrupar al conjunto de fotógrafos cual rebaño disperso, nos alcanzó otro compuesto por una variopinta mezcla de razas bovinas. En el momento de cruzarse, hubo todo un concierto de mugidos que no sabíamos muy bien a qué venían, hasta que descubrimos que entre las vacas cruzadas venía un semental y entre los fresnos se encontraba otro gran toro. Las vacas debieron barruntar que algo podía pasar y los toros no tardaron en comenzar sus bramidos. Siempre me he preguntado por qué se dice que la vaca muge y el toro brama, el sábado lo entendí perfectamente.

Los dos toros eran uno negro de raza avileña y el otro rojo, posiblemente limousin o cruzado con esa raza, que es lo que se hace para obtener mejor producción de terneros con vacas de razas más rústicas y adaptadas a la vida al aire libre.
Lo primero que hicieron fue observarse en paralelo como midiéndose el uno al otro. Luego se pusieron de frente, se tantearon brevemente con la testuz y comenzaron la lucha.
La verdad es que ver estos magníficos animales desarrollando toda su fuerza, oír el ruido de sus topetazos y el retumbar del suelo es bastante impresionante. Nadie diría que son animales mansos, su comportamiento es igual al que pueden desarrollar los bóvidos salvajes, como búfalos o bisontes. Entre los dos fácilmente pasaba de tonelada y media el peso de huesos y músculos implicados en el duelo, todo tensión y empuje capaz de levantarse de manos el uno al otro.

Pero mejor que contarlo, es verlo en acción:


La pelea duró al menos media hora. No vi el final, pero me dijo uno de los compañeros que terminó con la victoria del toro negro, que en seguida se puso a pastar tranquilamente. El rojo no debió sufrir una gran decepción, porque poco después nos le volvimos a encontrar al principio del camino comiendo las nutritivas ramas de fresno, supongo que para reponerse, rodeado por sus vacas. Los animales son así, no pierden el tiempo y la energía con rencores y lamentos, van a lo práctico. 
Viendo la lucha no pude menos que recordar el viejo dicho de que mientras dos toros pelean la que más sufre es la hierba. Ellos no se hacen ninguna herida, se empujan con nobleza, como dos luchadores de sumo, pero no se cornean. Eso sí, bajo las pezuñas de ese par de colosos, la hierba y las flores no corrían la misma suerte.
Minutos antes yo mismo había estado observando y fotografiando con gran cuidado esas flores para no pisarlas o aplastarlas cuando me tumbaba en el suelo. Ellas fueron otro de los temas estrella del paseo: la preciosa floración otoñal de las quitameriendas y crocos. Además, disfrutamos de las explicaciones que nuestro particular experto en vida microscópica y también botánico, Antonio Guillén, nos ofreció en vivo y en directo.
Las más numerosas eran Crocus serotinus, como nos decía Antonio, los parientes salvajes del apreciado azafrán. Los había de gran variedad de tonos, desde casi blancos hasta un violeta bastante oscuro. Para diferenciarlos de las quitameriendas, vemos que sus pétalos son más anchos, el tubo floral largo que se levanta del suelo y los sobresalientes estigmas (parte femenina de la flor), más altos que los estambres (parte masculina) y con una ramificación característica.
No era raro ver algunas agrupaciones de apretadas flores, aunque la mayoría se encuentran separadas o por parejas.

Las quitameriendas, Merendera montana, por el contrario, apenas se levantan del suelo, tienen los pétalos más estrechos, de manera que vista desde arriba tienen el aspecto de estrellas, los estambres son largos, de un amarillo claro y llaman mucho más la atención que el estilo, que es más corto y menos coloreado.
Las quitameriendas crecen más bien a final de verano e inicios del otoño y por eso ahora son mucho menos abundantes que los crocos, mucho más otoñales.

Las quitameriendas son una especie muy ligada a las vías pecuarias y al ganado, para saber más de ellas, de manera amena e instructiva, nada mejor que leer esta entrada que en su momento publicó Javier Barbadillo en su blog "el último rincón".

Cada cual, según sus intereses se fijó en otras plantas, en los pájaros y en los ya escasos insectos, sin olvidarnos de los musgos, líquenes y algún que otro adelantado hongo. Quizás esta vez las cámaras fotográficas descansaron un poco y se disfrutó más de los encuentros, las conversaciones y la mutua compañía. Además, estábamos de celebración, probando y resolviendo dudas sobre el uso de la app-móvil (la Pepemóvil de Biodiversidad Virtual) que permite subir a la plataforma BV las fotos directamente geolocalizadas. En Android funciona a la perfección, doy fe, y en Apple se están puliendo algunos detalles. 

Gracias a todos, los amigos que viajaron, los organizadores y los expertos que nos ilustraron. ¡Hasta la proxima! ¿Te la vas a perder?

lunes, 14 de octubre de 2013

Las flores de hiedra y sus comensales

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BIODIVERSIDAD EN ACCIÓN

En el otoño solo unas pocas plantas florecen y, si la temperatura ambiental es lo suficientemente alta, los insectos que aún están activos tienen que buscarlas con urgencia para poder mantenerse con vida. Algunos de ellos, además, tienen que terminar de cumplir su ciclo biológico, bien dejando llenas las despensas donde nacerán y se alimentaran sus larvas o bien haciendo las puestas en los lugares adecuados para que pasen el invierno.
Entre las especies de plantas con típica floración otoñal destaca la hiedra (Hedera helix) que con frecuencia forma setos en los lindes de los jardines, como es el caso de una parte del mío.
Las hiedras son unas buenas plantas de cobertura para los límites de las parcelas, aunque tienen tendencia a crecer en exceso y a tumbar las cercas de malla demasiado débiles, cuando son empujadas por el viento. Sin embargo, son muy adecuadas para cubrir muros feos, de ladrillos o de bloques de cemento. 
Las hiedras crean espacios muy interesantes para que aniden pájaros y encuentren refugio insectos y pequeños reptiles. Sus frutos son consumidos por las aves y también, y a ello dedico esta entrada, son muy útiles para muchas especies de insectos que encuentran su alimento en las modestas flores en un momento del año muy difícil para su supervivencia. 
Mariposas, abejas, avispas de todo tipo y gran variedad de dípteros, que no todo son molestas moscas, acuden a libar de esa especie de extraños microplanetas que son sus flores.

Orden DIPTERA 
          Famila Calliphoridae

Empezamos el recorrido faunístico por la más común de las moscas que acuden a las flores Chrysomya albiceps. Si no fuese porque la tenemos asociada a los montones de estiércol y carroña, no negaríamos que ese cuerpo verde metálico y los ojos rojos son realmente bonitos.

Chrysomya albiceps













Otro tanto podemos decir de las moscas, algo más feas, del género Calliphora. Estas dos moscas son con frecuencia utilizadas por los forenses para determinar el tiempo desde el fallecimiento, ya que son de las primeras en llegar al cadáver a poner sus huevos y los tiempos de sus ciclos y su relación con la temperatura ambiental están muy bien estudiados.

Calliphora sp.
          Familia Muscidae

La siguiente mosca no es la doméstica, aunque se le parece mucho y casi seguro que es del género Musca.
Musca sp.

          Familia Syrphidae.

Esta familia incluye a muchas especies que por su coloración y característico zumbido imitan a las avispas y abejas para evitar ser atacadas por algunos depredadores. Algunas imitan a especies concretas y otras tienen un parecido más genérico.

La siguiente especie Syritta pipiens se caracteriza por los fémures ensanchados. 
Syritta pipiens

Como pequeños abejorros negros, también visita la hiedra este díptero del género Cheilosia. Las larvas de las dos especies se encuentran entre vegetales y hongos.
Cheilosia sp.

Como la especie que vimos en la entrada sobre los pulgones, las larvas de Syphus vitripennis también se alimentan de esos áfidos y son por lo tanto aliados de los agricultores y jardineros.

Syphus vitripennis 
Pero quizás los más inofensivos y perfectos imitadores de abejas sean como este brillante y amarillo Myathropa florea, que tan pronto liba en las flores como descansa en las hojas de la hiedra. Sus larvas se alimentan entre el material vegetal en descomposición de zonas encharcadas, supongo que mi estanque y su jardinera pantanosa tiene algo que ver en lo abundantes que son en mi jardín.
Myathropa florea.

Lo mismo puede decirse de Eristalis, moscas zángano cuyas larvas, llamadas cola de rata, viven en zonas encharcadas.
Eristalis sp.

La más grande de la familia es la especie Volucella elegans, podéis haceros idea de su tamaño por comparación con las flores de las fotografías anteriores. Además, al volar producen un sonoro zumbido que puede asustar a cualquiera pensando que es un abejorro o avispón. Todo lo contrario, estas "grandes moscas" inofensivas eran perseguidas por el avispón que mostraré más adelante. Las Volucella tienen por costumbre pararse en medio de los claros de bosque, a veces en medio del camino, y una y otra vez se colocan en el mismo lugar. Es un buen divertimento intentar hacerles una foto en vuelo. 
Volucella elegans

          Familia Thachinidae.

Pero quizás la categoría de "monstruo del reino de la hiedra" sea para Tachina (Eudoromyia) magnicornis, que tiene un aspecto así de inquietante. A veces se le llama mosca erizo, no hay duda de por qué. Son también de gran tamaño y llaman la atención entre las flores. A veces no se ve ninguna y, de repente, vienen cuatro o cinco a la vez. Son otros aliados de los agricultores porque controlan las poblaciones de orugas de mariposas, especialmente nocturnas, a las que parasitan. No son tan sofisticadas como algunas avispas, estas moscas se limitan a poner sus huevos cerca de las puestas de mariposa y ya se las apañarán las larvas para alcanzar a sus presas.
Tachina (Eudoromyia) magnicornis,
Orden HYMENOPTERA 
          Familia Apidae

Las abejas de la miel, Apis mellifera, no son mayoría en mi jardín, porque no hay colmenas muy cercanas en esta zona urbanizada, pero sí que hay bastantes ejemplares en todo tipo de flores. A diferencia de los dípteros y algunos otros himenópteros, que simplemente liban el néctar, las abejas de miel lo colectan y también recogen el polen que colocan en las "cestillas" de sus patas traseras.
Abeja de la miel, Apis mellifera.
A esta otra abeja aún la tengo que identificar. Creo que es una Eucera, cuyos machos tiene las antenas muy largas. Esta sería una hembra, pero no estoy seguro de haberla determinado bien.



          Familia Gasteruptiidae
Una de las especies de avispa que solo acuden por necesidades energéticas propias son los pequeños parásitos Gasteruption sp. pues no hacen nidos, ponen los huevos sobre larvas de coleópteros barrenadores. Para ello las hembras primero tienen que localizar las larvas del escarabajo en el interior del tronco y, por si esa proeza no fuese suficiente, atraviesan la madera con su ovopositor y llegan hasta las larvas en cuestión para inyectarle los huevos.
Gasteruption sp. 
          Familia Vespidae

Otra tipología de avispa parásita es Delta unguiculatum, que es una avispa solitaria y alfarera, de esas que construyen sus nidos como pequeñas ánforas de barro. A su interior llevan diversas orugas adormecidas con su veneno para que sirvan de alimento a sus larvas.
Delta unguiculatum
También alimentan a sus larvas con insectos y casi cualquier otro tipo de carne, las avispas comunes como Vespula germanica, aunque éstas son coloniales y hacen nidos de papel a base de masticar fibras vegetales. En el jardín también hay avispas del género Polistes, pero en esta ocasión no las he fotografiado en la hiedra.
Vespula germanica

Y a continuación, el más malo de la película, el avispón, Vespa crabro. Es el más grande de los himenópteros que visitaban las flores de hiedra, pues curiosamente los abejorros prefieren otro tipo de flores. El avispón muy rara vez se posaba a "repostar" néctar y lo hacía de manera muy rápida, me costó hacerle la foto. Lo que hacía era patrullar como si fuese un helicóptero, o mejor dicho como un azor, revisando los racimos de flores a la búsqueda de insectos posados y al ataque de los que salían volando. Fui testigo de una rapidísima captura. Se lanzó sobre un sírfido, y juntos cayeron entre las hojas del suelo, lo acuchilló con el aguijón y salió volando en línea recta hacia el olmo del jardín donde, me temo, tienen un nido. Lo comprobaré cuando caigan las hojas, ahora no se ve nada.
Varias veces vi ataques infructuosos contra ejemplares de Voluchella, a los que incluso perseguía en vuelo, pero estos son muy veloces y maniobran con gran rapidez. Supongo que lo normal es cazarlos cuando están concentrados libando.
Los avispones también son coloniales, pero en otras ocasiones que he encontrado nidos me he dado cuenta de que suelen ser muy poco agresivos. Quizás he tenido suerte.

Vespa crabro
          Familia Formicidae
Por supuesto, en casi ninguna planta pueden faltar las hormigas, que allí estaban chupando con fruición las florecillas.

Orden LEPIDOPTERA 
          Familia Nymphalidae

Y también alguna que otra mariposa se pasó por allí, aunque ninguna pude fotografiar y he tenido que echar mano de esta foto de octubre de hace un par de años. Es un ejemplar de la vanesa de los cardos, Vanessa cardui, que muestra que ya está en las últimas de su ciclo vital, con las alas bastante deterioradas.

Vanessa cardui
En resumen, tenemos en estas flores un bonito ejemplo de lo que es la Biodiversidad: Diversidad de especies en distintos grupos animales, diversidad de ciclos de vida y de formas de alimentarse e interrelacionarse.
Y todo esto en una sola planta, sin moverme de un metro cuadrado, en dos días y más o menos una hora cada día dedicado a mirar y hacer fotos. Eso sí, con la ayuda y años de experiencia de mis amigos de Biodiversidad Virtual para saber qué es lo que estaba viendo y algo de búsqueda de información posterior para interpretarlo. Muchas gracias a todos los expertos que han colaborado en ello.