Seguro que muchos de los paseantes de este fin de semana en el valle de la Barranca, en Navacerrada, han buscado, como yo, la sombra de los pinos y refrescarse en la fuente de Mingo. Especialmente si íban de paso, a la ida o a la vuelta, de ascensiones más ambiciosas, como hacia la Bola del Mundo o La Maliciosa.
Solo algunos se habrán dado cuenta de que en el fondo de la pequeña pileta viven una especie de pequeños gusanos negros de poco más de un centímetro de longitud. Y unos pocos, al ver su aspecto, pensarán que están en presencia de sanguijuelas, pues su aspecto es realmente parecido. También se podrán encontrar, aunque no tan fácilmente, en los arroyos del entorno del valle.
Planarias bajo una piedra en el fondo de la pileta de la Fuente de Mingo. La Barranca, Navacerrada.
Pero no son sanguijuelas, las sanguijuelas tienen la parte de la cabeza afilada y en la cola una ventosa. Estamos en presencia de planarias. Sin estar seguro al cien por cien, creo que de la especie Polycelis felina (si me equivoco avisadme, por favor, no soy un experto ni mucho menos).
Las planarias son gusanos planos (filo Platelmintos) de la clase de los turbelarios, que son de vida libre y no parásitos como otros gusanos del mismo filo. Los hay marinos, de agua dulce y habitantes del suelo húmedo y se alimenten de otros animalillos de su entorno. Así, si para refrescarnos metemos las manos o los pies en el agua de un arroyo con planarias, no debemos temer que éstas nos chupen la sangre, como lo harían las sanguijuelas.
Planarias en el fondo de la pileta de la Fuente de Mingo. La Barranca, Navacerrada.
Pero además de refrescarme la boca y la cara en la fuente, la presencia de estas planarias me refrescó la memoria de algunas de las cosas que aprendí en el colegio y la universidad cuando estudié los turbelarios. Una de las cosas curiosas que se estudiaba por aquel entonces es que las planarias se podían cortar en trozos y de cada trozo se regeneraba una nueva planaria. Conociendo a otros animales que regeneran parte de su cuerpo eso no nos sorprende, pero ¿como es que se regenera una nueva planaria de un trozo que ni siquiera tiene cabeza? Porque en la cabeza estos animales tienen un pequeño, pero funcional, cerebro.
Los científicos del siglo XIX, con una creatividad un tanto sádica, incluso dieron a las planarias cortes incompletos que, al intentar regenerarse, desarrollaron cabezas suplementarias en un mismo individuo. Es más ¿cómo es que se puede cortar una planaria en más de 200 trozos y que de cada uno de ellos se desarrolle un animal completo?
La respuesta es que en las planarias se conservan gran número de células madre, neoblastos, repartidos por todo el cuerpo. Esas células madre son capaces de regenerar cualquier otro tipo de célula especializada del organismo y así volver a completar un nuevo animal.
La respuesta es que en las planarias se conservan gran número de células madre, neoblastos, repartidos por todo el cuerpo. Esas células madre son capaces de regenerar cualquier otro tipo de célula especializada del organismo y así volver a completar un nuevo animal.
Zona ventral de planaria. Se distinguen claramente las expansiones laterales de la cabeza,
eso las diferencia a simple vista de pequeñas sanguijuelas. La Barranca,
Regajo del Cancho Negro, ladera de la Maliciosa
Este asunto ya es de por sí impresionante, pero más curiosa aún es la historia del estudio de la memoria en las planarias. Diseñar un experimento con el que demostrar que las planarias tienen capacidad de aprendizaje tiene su intríngulis, pero en 1955 R. Thompson y James McConnell lo hicieron de una manera muy simple: sometieron a las planarias a un fuerte destello de luz y a continuación a un calambre. Después de unas cuantas sesiones las pobres planarias se encogían solo con la luz, a la espera del calambrazo, aunque este no llegase. Pero la investigación fue más allá, cortaron a las planarias "sabias" en dos trozos y tanto la mitad con cabeza como la mitad sin ella, después de regenerarse, recordaban que tras la luz venía el calambre. Esto sugería que la memoria no se encontraba en el cerebro de las planarias, sino repartida por todo el cuerpo. Supusieron, y estaban en lo cierto, que la memoria tenía una base química. Es decir, que se había acumulado en moléculas de ARN.
Zona ventral de planarias que se desplazan adherida a la superficie del agua.
Regajo del Cancho Negro, ladera de la Maliciosa
Ese controvertido artículo inspiró tanto a científicos como a autores de ciencia ficción, que elucubraron con la posibilidad de que los humanos pudiesen aprender a base de pastillas una vez sintetizados los productos necesarios.
El científico James McConnell fue un curioso personaje que editaba su propia revista y en ella mezclaba artículos de broma y artículos serios. Recomiendo encarecidamente buscar en la Wikipedia el artículo que le dedican. McConnell, además, fue víctima de un paquete bomba, que le dejó sordo, enviada por un famoso asesino múltiple, al que se apodó Unabomber, cuya historia también puede encontrarse en la Wikipedia.