jueves, 27 de junio de 2013

El vals de las mariposas en el Valle del Lozoya

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El pasado fin de semana compartimos con otros miembros de Biodiversidad Virtual (BV) dos estupendas jornadas de apasionados por la naturaleza y la fotografía. Se trató de un "testing" celebrado en el valle del Lozoya, en Gargantilla y en San Mamés. Expertos en diferentes ámbitos compartieron sus conocimientos con el resto de los mortales, con la camaradería que caracteriza a esta plataforma pero con el aliciente añadido del contacto personal, que no pudo ser mejor.
Con un contagioso entusiasmo corríamos a cada voz de alarma de alguien que gritaba porque había hecho un hallazgo interesante. Igual se trataba de una curiosa flor, un insecto extraordinario o un arácnido, el solífugo, que no hacía honor a su nombre y se paseaba a pleno sol, ni a su fama  de esquivo, pues vimos un buen montón de ejemplares. Me guardo algunos secretos para otras entradas y hoy me centraré en las mariposas.
¡Por fin! tras un par de semanas de calor, parece que los insectos empiezan a hacer su aparición, con evidente retraso. Las mariposas estaban activas a rabiar, no había manera de verlas posadas y fotografiarlas era casi un triunfo. No obstante pude hacer fotos de esta docena de especies, aunque en las listas de BV estoy seguro que que por lo menos se duplicará esta cifra.
Como ya he dicho en otras ocasiones, soy un entusiasta de los cardos y, una vez más, no me decepcionaron, la mayoría de las especies las pude fotografiar sobre sus flores.

Familia Pieridae

Mi favorita del fin de semana ha sido la mariposa del majuelo, Aporia crataegi. Parece mentira que sin tener colores brillantes, solo con la elegancia del color blanco mate y las nerviaciones negras, consiga semejante belleza. El nombre del género quiere decir "de paso indeciso", debido a su estilo de vuelo. Y el de la especie hace referencia a Crataegus, el nombre científico del majuelo, donde se desarrollan las orugas, aparte de en otras rosáceas.
Aporia crataegi
Pero el momento más interesante nos lo ofrecieron esta pareja de Antocharis cardamines. Mientras que la hembra permanecía quieta en una ramita el macho volaba exhibiéndose alrededor moviendo el abdomen y, supongo, que emitiendo sus mejores perfumes en forma de feromonas. Era una preciosa danza que es la que me ha inspirado el título de la entrada. Como estaba en una zona algo umbría y no me quería acercar demasiado a ellas para no molestarlas, las fotos están muy recortadas y no tienen la calidad debida. Su nombre común es musgosa, debido al diseño verde del reverso de sus alas.
Anthocharis cardamines

Tampoco es muy buena foto a de Colias croccea, además no pude sacar el anverso de sus alas, que es color amarillo anaranjado, de donde viene el nombre específico, del Croccus, azafrán, por su color, no por su alimentación.
Colias crocea
Tampoco podía faltar la blanca de la col, Pieris rapae.
Pieris rapae
Y muy parecida por la parte superior, pero bien distinta por el reverso, es Euclhoe crameri
Euclhoe crameri
Familia Nymphalidae

La hermosa Aglais urticae, que se alimenta en la fase larvaria de las ortigas, hace que me den ganas de poner esas plantas en algún rincón del jardín, sólo por poder disfrutar de su presencia.

Aglais urticae
Perseguí a varios ejemplares de Argynnis pandora, pero la mayoría se me escaparon, excepto este.

Argynnis pandora

Y también pude fotografiar tranquilamente un ejemplar de Issoria latonia, más bonita aún, cuando permanecía posada en el suelo como tienen por costumbre hacer las mariposas de este grupo. En el reverso tienen unas manchas plateadas que son las que le dan nombre.
Issoria lathonia
Y la llamada lobito listado, Pyronia bathseba, que como muchas de sus parientes, cuando  levanta las alas anteriores deja ver la mancha en forma de ojo y quien sabe si le vale para asustar a algún pequeño depredador.
Pyronia bathseba
Familia Lycaenidae

Pero las que deberían llamarse lobitos son los licénidos, pues eso es lo que quiere decir el nombre de esta familia. Es el mismo origen que el nombre de los licaones, los perros salvajes de África. Estas pequeñas mariposas volaban inquietas por todas partes. La primera en caer ante la cámara fue Lycaena phlaeas, la  llamada manto bicolor.
Lycaena phlaeas
Y las últimas, estas dos pequeñas que estaban libando juntas en el suelo mojado, posiblemente cargado de sales minerales por la orina de los corrales de cabras cercanas.
Lampides boeticus

Familia Sphingidae

Las mariposas colibrí, Macroglossum stellatarum, son mariposas heterópteras, de las comúnmente llamadas nocturnas, aunque esta especie tiene su plena actividad al sol, incluso en algún día de invierno. Liban de las flores con su larga lengua imitando el comportamiento del colibrí. Ya hace tiempo que dediqué a esta especie unas entradas, pero no me puedo resistir a añadir estas dos últimas fotos, porque mejoran bastante a las anteriores.


Macroglossum stellatarum
Debo decir que las mejores fotos de las aquí expuestas las he hecho con el teleobjetivo zoom a 400 mm, que he visto que es la mejor manera de no interferir en su comportamiento y de no asustarlas.

Seguiré en futuras entradas con otros interesantes insectos y alguna que otra flor realizadas en este "testing".

lunes, 17 de junio de 2013

Las aves en blanco y negro del río Cigüela en Villarta de San Juan

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Avefría, Vanellus vanellus.
 Además de la corta visita a Daimiel que conté en la anterior entrada, también pude dar un paseo, más corto aún, por las orillas del Cigüela en Villarta de San Juan. Como suele decirse casi ni los más viejos del lugar se acuerdan de haber visto el río como este año, tanto por su caudal como, y especialmente, por el grado de encharcamiento en los campos de su entorno. Desde luego, en los veinte años que yo llevo visitando el pueblo habitualmente, nunca lo había visto así, ni con tantas y tan variadas aves.
Cigüeña blanca, Ciconia ciconia.
Los campos empezaban ya a secarse con estos calores ya prácticamente veraniegos. Por solo un par de días me he perdido la visión de un grupo de entre 15 y 20 flamencos, que nunca habían visto antes en el pueblo y han recalado durante una temporada ante los asombrados ojos de los villarteros. Pero aún se veían avefrías, cigüeñuelas, gaviotas y fumareles, que tampoco están nada acostumbrados a ver. 
Cigüeñuela macho, Himantopus himantopus
Cigüeñuela hembra, Himantopus himantopus
Las cigüeñuelas, aparte de verse picoteando en las zonas encharcadas, es evidente que estaban criando, porque al pasar por los alrededores del puente romano debieron considerar que éramos una amenaza y se dedicaron a sobrevolarnos chillando y llamándonos la atención con la intención de alejarnos de los lugares de cría. En cuanto una dejaba de hacerlo, posiblemente porque ya nos habíamos alejado de su nido, tomaba el relevo otro ejemplar que debía sentirse amenazado en su territorio. El caso es que nuestra presencia fue continuamente señalada durante una parte del paseo.

Más habitual aquí es ver a las cogujadas y otras aves típicas de los barbechos, donde son difíciles de distinguir entre la vegetación agostada y resultan un poco chocantes sobre las algas secas que han quedado en los campos en su proceso de desecación. 
Cogujada común, Galerida cristata.
En las zonas de poco fondo pescaban las garcillas bueyeras y en aguas más profundas, con un acrobático vuelo, los fumareles cariblancos. 
Garcilla bueyera, Bubulcus ibis.
Aunque hay una buena representación íctica, especialmente de especies de peces introducidas, desde carpas y tencas hasta gambusias, lo que observé en sus picos eran renacuajos, tanto las gordas larvas de sapo de espuelas, Pelobates cultripes, como de rana común, Pelophylax perezi. 
Fumarel cariblanco, Chlidonias hybrida.


Como en Daimiel, las fochas eran seguidas por sus pollos, solo que aquí tienen más cuidado de mantener las distancias. Es curioso ver la diferencia de comportamiento entre las aves que crían en el Parque Nacional, acostumbradas al público y las del entorno del pueblo, mucho más asustadizas. Y más interesante aún cómo lo aprenden los pollos apenas salidos del cascarón, que siguen a su madre.
Focha, Fulica atra.
En algunos lugares el agua está muy eutrofizada y la superficie está cubierta por una gruesa capa de algas filamentosas sobre la que los pollos podían andar perfectamente con sus palmeados dedos, aunque ante nuestra presencia preferían correr hacia el agua..
Pollo de focha, Fulica atra.
También me llamó la atención la presencia de gaviotas reidoras, que al principio confundí con los fumareles porque volaban juntos, aunque su vuelo es mucho más pausado. Creo que tampoco se habían visto aquí en pleno verano y muy poco en invierno.
Gaviota reidora, Chroircocephalus ridibundus.
Para terminar muestro una foto, bastante mala, tomada en la lejanía de una de las zonas de inundación pegadas al cauce de río, donde pueden verse juntas, además de algunas de las aves ya enumeradas, un porrón común. El conjunto es bastante singular.

martes, 4 de junio de 2013

Nuevas vidas en las Tablas de Daimiel

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Este fin de semana ha tocado un viaje relámpago para ver a la familia manchega y no he podido resistir la tentación de acercarme a las Tablas de Daimiel. Es algo frustrante ir solo para poco más de dos horas y además en un fin de semana que se esperaba (y estaba) lleno de gente, pero la primavera no me ha defraudado. 
La presencia de tantos visitantes hace que las especies más interesantes apenas puedan verse, pero afortunadamente tienen agua de sobra para alejarse, vivir y criar lejos de miradas indiscretas. Sin embargo, algunas aves se han adaptado perfectamente al jaleo y parecen patos de parque urbano. Así, sobre todo fochas y patos colorados, se acercaban a las pasarelas sin ningún temor y hacen las delicias de los visitantes.
No me he podido resistir, aunque ya puse dos entradas dedicadas a las Tablas, a sacar aquí a las nuevas que pululan por las aguas del Parque. Recuerdo que la última vez que fui se me averió la cámara (más bien la cámara y el objetivo dejaron de entenderse) y no pude hacer las fotos a gusto. Hoy me resarzo de aquel contratiempo.
Pollo de focha común, Fulica atra.

Los pollitos de focha común, Fulica atra, estaban por todas partes. Son realmente extraños, con su cabeza calva, los plumones con aspecto de pelo revuelto y los tonos rojos de la cara, como de viejo borrachín, que contrastan con el pico y escudo frontal blanco de los padres.
Se podían ver algunos ejemplares adultos solitarios y otros por parejas, acompañados por los pollos. En algunos casos había diferencias de tamaño bastante evidentes entre los hermanos. A simple vista se puede apreciar que debe haber una elevada mortandad entre las crías porque los grupos de pollitos más jóvenes eran de 5 ó 6 ejemplares, mientras que los más grandes eran sólo uno o dos los que acompañaban a su madre.
 Adulto y cría algo crecida de focha común, Fulica atra.
Supongo que los aguiluchos laguneros y las garzas, fundamentalmente, dan buena cuenta de las crías de focha, así como los lucios, que no hacen ascos a los patitos y crías de otras aves acuáticas que se atreven a entrar en el agua.
Las fochas no son anátidas, sino gruiformes y, aparte de muchas otras características que las diferencian, como las palmeaduras de los dedos de las patas y el pico, el comportamiento de alimentación de las crías es distinto al de sus vecinos de laguna. A pesar de ser pollos nidífugos con una gran independencia y capaces de comer por sí mismos, cuando la madre focha se sumerge hacia el fondo en busca de comida y sale con el pico repleto de plantas acuáticas, los pollitos acuden a pedirle y ella les suele dar de comer en el pico. Eso no lo hacen los patos, aunque a veces sí que acudan para aprovechar el momento, igual que los pollos de gallina se acercan corriendo cuando la madre rasca en el suelo.
Pareja de focha común, Fulica atra y sus crías. En ocasiones llegué a pensar que podían ser dos hembras con sus respectivos hijos porque parecía que se movían con una cierta independencia y los pollos no se mezclaban.

Como decía antes, los otros grandes protagonistas del día fueron los patos colorados, Netta rufina,  que se acercaban a las pasarelas repletas de gente sin ningún temor.
Como suele ocurrir con las especies con un gran dimorfismo sexual, y al contrario de lo que pasa con las fochas, gansos y cisnes, los machos no ayudan a la crianza de los pequeños y se veía a las madres solas, seguidas por sus numerosos hijos.
Hembra y crías de pato colorado, Netta rufina.


Es importante la coloración mimética para que en caso de peligro los patitos puedan huir hacia la vegetación emergente y camuflarse, lo que también hacen las madres. A pesar de sus colores pardos, es posible reconocer con facilidad a las hembras de esta especie por la zona oscura de la cabeza por encima del ojo y el color del pico. Los machos serían como un semáforo demasiado llamativo. La evolución se ha centrado en los caracteres sexuales secundarios para conseguir conquistar a las hembras.


Pollo de pato colorado, Netta rufina.
En mi anterior entrada sobre Daimiel fotografié el proceso de acoso de varios machos para cubrir a una hembra y lo achaqué a la presencia de excesivos ejemplares en la laguna de aclimatación. Más tarde he sabido que esos comportamientos son también frecuentes en los colorados que viven en libertad, aunque, naturalmente las patas tengan más fácil la huida y la elección del macho de su gusto en un entorno abierto.
Patos colorados, Netta rufina, madre e hijo. El pollo se acerca para picar lo que pueda caer del pico de la madre, pero no es alimentado activamente como hacen las fochas.

Es posible que en la cercanía de las pasarelas llenas de gente se sientan más seguras, porque sus enemigos naturales no se atreven a acercarse tanto a las personas y esa sea la razón por la que se están acostumbrando a la gente.
Los machos son inconfundibles, con su cabeza aparentemente muy grande por lo abultado de su plumaje pardo rojizo y el contrastado pico rojo.
Macho de pato colorado, Netta rufina.

La ultima de las especies que he podido fotografiar con sus crías es la malvasía, Oxyura leucocephala, pero antes de recibir elogios por mi suerte me apresuro a decir que las siguientes fotografías, a diferencia de las anteriores, están hechas en la laguna de aclimatación, por lo que el mérito es muy relativo. Lamentablemente, además, tenía la luz en contra.
 Hembra y crías de malvasía, Oxyura leucocephala, en la laguna de aclimatación del parque.

La malvasía es todo un símbolo en la historia de la conservación, porque casi puede decirse que se salvó in extremis. Pero afortunadamente, aunque la UICN aún la considera en peligro, parece que sus poblaciones ibéricas se van recuperando. No merece la pena que me extienda sobre su historia cuando los artífices de este milagro, la Asociación de Amigos de la Malvasía, tienen su propia página web que se puede consultar de primera mano.
Hembra y crías de malvasía, Oxyura leucocephala. El diseño del plumaje es muy parecido, pero el color de la hembra adulta es más pardo.

Yo solo puedo decir que disfruté mucho viendo las evoluciones de la madre malvasía y sus patitos, que no paraban de bucear en busca de alimento. También de los cortejos y exhibiciones de dos machos.
Tuve suerte por verlas activas, porque esta especie pasa mucho tiempo sesteando, aunque cuando despiertan no paran quietas.
Hembra de malvasía, Oxyura leucocephala.

Las hembras son de colores más discretos y con el pico oscuro, no azulado como el macho. El abultamiento de la zona nasal es característico de la especie y las diferencia de la especie foránea, la malvasía canela, la gran amenaza para la especie autóctona por la facilidad con que hibrida con ésta.
El macho es muy llamativo con su pico azul en época de celo.
macho en celo de malvasía, Oxyura leucocephala.



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