miércoles, 5 de junio de 2019

Dos historias de pájaros en el jardín.

Comedias, dramas y pequeñas tragedias ocurren cada día en nuestro entorno sin que apenas nos demos cuenta. Varias veces me he encontrado un pajarillo muerto en el jardín: volantón ahogado en el estanque, decapitado por quien sabe que depredador, junto a la casa, quizás chocado contra una ventana. Algunas veces he podido saber a ciencia cierta lo que había ocurrido, como la vez que mi vecina pudo observar que una rana cazó y ahogó a un gorrión que se estaba bañando en la orilla y luego tuvo que dejarlo, al no poderlo tragar. Otras veces son situaciones más alegres, como ver cómo sacan adelante los polluelos, los cortejos, las discusiones entre machos y la competencia incruenta por el alimento o los baños en agua y en arena.
Hoy en un rápido apunte voy a contar dos historias cuyos protagonistas han sido un petirrojo (Erithacus rubecula) y un herrerillo común (Cyanistes coeruleus). La mala del cuento, aunque de manera involuntaria, será la urraca (Pica pica).

En el jardín, este año, hay un petirrojo. No es muy frecuente en primavera y verano, aunque sí en otoño e invierno que es cuando acuden a los comederos y andan por el suelo. Este es difícil de ver, se mueve entre las bases de los arbustos y pasa muy desapercibido. Pero cuando mi mujer se pone a regar su pequeño huerto no tarda en aparecer y seguirla. Y es fiel a su cita a la caída de la tarde.
Estoy seguro de que se aprovecha de los pequeños insectos y lombrices que se descubren al recibir el chorro de agua pero, como puede verse en las fotos, también es el momento para darse un baño en los charcos. Es curioso: tiene a su disposición varios cacharros de poco fondo con agua limpia y renovada casi a diario y es donde se bañan otros pájaros, pero él, como hacen a menudo los perros y los niños, prefiere chapotear en los charcos.
Espero que siga haciéndolo y que me dé más oportunidades de fotografiarlo.


La historia del pequeño herrerillo podía haber terminado muy mal, pero afortunadamente esta vez fui testigo de la escena y pude intervenir.
Estaba viendo toda una familia de herrerillos, los padres y al menos cinco pollos volantones, entre las ramas del olivo, los tarayes y uno de los estanques, bañándose y bebiendo junto a algunos gorriones. 
Me llamó la atención que uno de ellos en lugar de usar el platillo que habitualmente utilizan, prefirió posarse en una hoja de nenúfar y aprovechar el hundimiento de esta para sumergirse parcialmente y hacer su abluciones. Me pareció un deporte de riesgo, pero no tuvo ningún problema en salir volando.
Sin embargo, entre ellos había uno que parecía estar despistado del resto...
Estaba observando y fotografiando a este pequeño que se había mojado en las rocas de la orilla cuando llegó volando una urraca y provocó la desbandada general de toda la familia, que desapareció como por encanto.

Todos menos, justamente, el que estaba fotografiando en ese momento, que se quedó literalmente petrificado. La urraca no le vio, miró el comedero, que estaba vacío y volvió a irse, pero el herrerillo, cuando minutos después consiguió volver a moverse, lo que hizo fue caerse al agua.

Todo esto lo estaba observando desde la ventana de la cocina, así que salí a tiempo para rescatarle y ponerle al sol en las ramas del olivo donde puede seguir vigilando por lo que pudiera pasar. 

La familia no volvió a por él, dicen que los pájaros no saben contar y quizás no le echaron de menos, pero poco a poco él se fue atusando las plumas para secarse, ...

 ... fue capaz de salir de su estado de pánico y dar un corto vuelo a una rama más alta para finalmente irse por el mismo camino que tomaron sus padres y hermanos. No los he vuelto a ver, espero que los encontrase o, por lo menos, que haya sido capaz de alimentarse y buscarse la vida. Creo que sí, que era bastante grande para alimentarse solo... o eso me gusta pensar.