EN ALAMEDA DEL VALLE CON LOS AMIGOS DE BIODIVERSIDAD VIRTUAL
Ya está aquí el otoño, llegaron las lluvias y los árboles empiezan a perder sus hojas. Pero el pasado sábado el tiempo respetó las ganas que teníamos los amigos de Biodiversidad Virtual por volver al maravilloso valle del Lozoya, al norte de la Sierra de Guadarrama, en Madrid. Tuvimos una mañana espléndida, veíamos llegar y retirarse las nubes por encima de las montañas y nuestras cabezas pero sin descargar. Esperaron a la tarde, cuando estábamos en el interior del restaurante viendo las fotos y recibiendo las enseñanzas de los expertos.
El paseo previsto transcurría por uno de esos espacios que debemos conservar a toda costa, una vía pecuaria, el Cordel de las Navazuelas, donde se combina la naturaleza salvaje con los usos tradicionales y la extracción de productos de primera calidad.
El amarillo teñía ya las hojas de los fresnos, aparentemente empezando por los de menor talla.
Apenas comenzamos el recorrido disfruté de un espectáculo que llevaba mucho tiempo queriendo observar y fotografiar: el momento de la poda de los fresnos cuando aún tienen hojas y son aprovechados por el ganado.
Ya he hablado otras veces sobre los fresnos, sus usos y aprovechamientos tradicionales. Puede verse en ESTE ENLACE, por lo que no voy a entretenerme más en ello. Solamente mostrar cómo el ganado recibe con glotonería el regalo que suponen las hojas aún cargadas de nutrientes. Quizás habría sido mejor podar una parte en pleno verano, cuando la hierba era más escasa y a los árboles les venía bien descargarse un poco de hojas por las que evaporan gran cantidad de agua, pero supongo que la organización de los trabajos obliga a hacerlo así y mejor ahora que en pleno invierno, cuando no hay nada que aprovechar.
Muchos de los usos que antes se hacían a las varas y ramas más gruesas ya no se hacen, pero está bien conservar la fisionomía tradicional de los árboles. Estas dehesas abiertas en las vías pecuarias para el uso del ganado, son un regalo para los paseantes que queremos disfrutar de la naturaleza y para la fauna y la flora que las utilizan para sus desplazamientos y expansión natural. Un tesoro que los pueblos deben conservar y no permitir que se interrumpan e invadan por proyectos urbanísticos e infraestructuras de muy dudosa rentabilidad a largo plazo.
Siguiendo nuestra ruta por el cordel nos encontramos con dos diferentes grupos de vacas. Primero nos cruzamos con un grupo de raza avileña negra ibérica a la vera del camino. Y luego, mientras intentábamos agrupar al conjunto de fotógrafos cual rebaño disperso, nos alcanzó otro compuesto por una variopinta mezcla de razas bovinas. En el momento de cruzarse, hubo todo un concierto de mugidos que no sabíamos muy bien a qué venían, hasta que descubrimos que entre las vacas cruzadas venía un semental y entre los fresnos se encontraba otro gran toro. Las vacas debieron barruntar que algo podía pasar y los toros no tardaron en comenzar sus bramidos. Siempre me he preguntado por qué se dice que la vaca muge y el toro brama, el sábado lo entendí perfectamente.
Los dos toros eran uno negro de raza avileña y el otro rojo, posiblemente limousin o cruzado con esa raza, que es lo que se hace para obtener mejor producción de terneros con vacas de razas más rústicas y adaptadas a la vida al aire libre.
Lo primero que hicieron fue observarse en paralelo como midiéndose el uno al otro. Luego se pusieron de frente, se tantearon brevemente con la testuz y comenzaron la lucha.
La verdad es que ver estos magníficos animales desarrollando toda su fuerza, oír el ruido de sus topetazos y el retumbar del suelo es bastante impresionante. Nadie diría que son animales mansos, su comportamiento es igual al que pueden desarrollar los bóvidos salvajes, como búfalos o bisontes. Entre los dos fácilmente pasaba de tonelada y media el peso de huesos y músculos implicados en el duelo, todo tensión y empuje capaz de levantarse de manos el uno al otro.
Pero mejor que contarlo, es verlo en acción:
La pelea duró al menos media hora. No vi el final, pero me dijo uno de los compañeros que terminó con la victoria del toro negro, que en seguida se puso a pastar tranquilamente. El rojo no debió sufrir una gran decepción, porque poco después nos le volvimos a encontrar al principio del camino comiendo las nutritivas ramas de fresno, supongo que para reponerse, rodeado por sus vacas. Los animales son así, no pierden el tiempo y la energía con rencores y lamentos, van a lo práctico.
Viendo la lucha no pude menos que recordar el viejo dicho de que mientras dos toros pelean la que más sufre es la hierba. Ellos no se hacen ninguna herida, se empujan con nobleza, como dos luchadores de sumo, pero no se cornean. Eso sí, bajo las pezuñas de ese par de colosos, la hierba y las flores no corrían la misma suerte.
Minutos antes yo mismo había estado observando y fotografiando con gran cuidado esas flores para no pisarlas o aplastarlas cuando me tumbaba en el suelo. Ellas fueron otro de los temas estrella del paseo: la preciosa floración otoñal de las quitameriendas y crocos. Además, disfrutamos de las explicaciones que nuestro particular experto en vida microscópica y también botánico, Antonio Guillén, nos ofreció en vivo y en directo.
Las más numerosas eran Crocus serotinus, como nos decía Antonio, los parientes salvajes del apreciado azafrán. Los había de gran variedad de tonos, desde casi blancos hasta un violeta bastante oscuro. Para diferenciarlos de las quitameriendas, vemos que sus pétalos son más anchos, el tubo floral largo que se levanta del suelo y los sobresalientes estigmas (parte femenina de la flor), más altos que los estambres (parte masculina) y con una ramificación característica.
No era raro ver algunas agrupaciones de apretadas flores, aunque la mayoría se encuentran separadas o por parejas.
Las quitameriendas, Merendera montana, por el contrario, apenas se levantan del suelo, tienen los pétalos más estrechos, de manera que vista desde arriba tienen el aspecto de estrellas, los estambres son largos, de un amarillo claro y llaman mucho más la atención que el estilo, que es más corto y menos coloreado.
Las quitameriendas crecen más bien a final de verano e inicios del otoño y por eso ahora son mucho menos abundantes que los crocos, mucho más otoñales.
Las quitameriendas son una especie muy ligada a las vías pecuarias y al ganado, para saber más de ellas, de manera amena e instructiva, nada mejor que leer esta entrada que en su momento publicó Javier Barbadillo en su blog "el último rincón".
Cada cual, según sus intereses se fijó en otras plantas, en los pájaros y en los ya escasos insectos, sin olvidarnos de los musgos, líquenes y algún que otro adelantado hongo. Quizás esta vez las cámaras fotográficas descansaron un poco y se disfrutó más de los encuentros, las conversaciones y la mutua compañía. Además, estábamos de celebración, probando y resolviendo dudas sobre el uso de la app-móvil (la Pepemóvil de Biodiversidad Virtual) que permite subir a la plataforma BV las fotos directamente geolocalizadas. En Android funciona a la perfección, doy fe, y en Apple se están puliendo algunos detalles.
Gracias a todos, los amigos que viajaron, los organizadores y los expertos que nos ilustraron. ¡Hasta la proxima! ¿Te la vas a perder?