En el mes de octubre publiqué una entrada sobre el molusco Sinanodonta woodiana, especie invasora en la Península Ibérica que había aparecido en Madrid. Esa entrada puede verse en ESTE ENLACE. Asimismo se publicó un resumen en el número 323 de la revista Quercus, correspondiente al mes de enero de este año.
Yo llamé a ese molusco mejillón chino de laguna, que es la traducción literal de su nombre en inglés, chinese pond mussel, pues hasta entonces no se había publicado nada en castellano sobre esa especie. El único artículo existente sobre su presencia en España, pese haber aparecido en la revista española Graellsia, estaba escrito en inglés.
A raíz de la reseña de Quercus me escribió el secretario de la Sociedad Española de Malacología aconsejándome que en adelante no usase ese nombre común, sino el de almeja china del cieno. Con toda la razón, me explicaba que en español se llamaba mejillones a otro tipo de bivalvos, de forma más alargada y evolutivamente alejados de esta especie, mientras que Sinanodonta, tiene forma muy redondeada. Ese nuevo nombre común en castellano, además, se está usando ya en la ficha del Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras.
Como lo que me pedía es muy razonable, no he tenido ningún inconveniente en modificar aquella entrada y cambiar el nombre.
Tras este largo preámbulo lo que quiero poner de manifiesto es que los nombres comunes no sirven al cien por cien para que todos nos entendamos a la hora de referirnos a una especie de animal o planta, porque, como hemos visto, lo que para un inglés es mussel, mejillón, no lo es para nosotros. Y no hace falta irse tan lejos, sin salir de España, por poner un ejemplo, lo que para uno es un escuerzo, para otros es un sapo común, y eso sin acudir a las otras lenguas que se hablan en nuestro territorio. Pero de lo que no hay duda es de que Bufo bufo lo es aquí y en China.
Está clara la utilidad de los nombres científicos, aunque solo sea porque ha conseguido poner de acuerdo a todos los científicos del mundo para usar una misma nomenclatura, es decir, una misma forma de llamar a las especies. Para eso se creó la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica. También la hay botánica, pero hoy me centraré en los animales.
Un poco de historia.
La actual forma de llamar a los animales se la debemos a Carlos Linneo, que él mismo latinizaba su nombre y lo escribía Carolus Linnaeus. En el siglo XVIII era profesor de Medicina en la Universidad de Upsala (Suecia) y se dedicaba especialmente a la Botánica. Dicen sus biógrafos que tenía un fuerte carácter y que era capaz de imponer su criterio a los que le rodeaban. Desde luego, con los nombres científicos, lo consiguió. En su afán por ordenar los diferentes grupos de seres vivos, a él debemos las cuatro categorías sistemáticas llamadas Clase, Orden, Género y Especie.
Antes de Linneo los científicos identificaban a las especies mediante una larga frase descriptiva en latín, que además no siempre era igual. El gran logro de Linneo fue simplificar el sistema en solo dos palabras, siempre las mismas para cada especie, por eso se llama nomenclatura binomial. Así, con la primera palabra agrupa con el mismo sustantivo a las especies próximas en lo que llamó género, y luego el nombre específico que diferencia unas especies de otras.
Esa segunda palabra, la que identifica la especie, puede ser descriptiva de algún carácter, indicativa del lugar donde se encontró la especie o dedicada a alguna persona, entidad, pueblo, etc.
Esa segunda palabra, la que identifica la especie, puede ser descriptiva de algún carácter, indicativa del lugar donde se encontró la especie o dedicada a alguna persona, entidad, pueblo, etc.
Así, por ejemplo, los patos los agrupó en el género Anas, que es como se escribe pato en latín, y luego los diferenció por distintas características que nos permite separar unos de otros.
Ánade rabudo, Anas acuta Linnaeus, 1758. El nombre de la especie hace referencia a la cola larga y afilada. |
Linneo se dedicó a dar nombre a cuanto animal y planta se conocía por entonces y la publicación más antigua que se ha usado como referencia para los nombres científicos es su Systema Naturae publicado en 1758. Por eso, muchos nombres científicos que han llegado sin cambios hasta nuestros días, llevan detrás su nombre y esa fecha. Por ejemplo Anas platyrhynchos Linnaeus, 1758. El nombre de Linneo se suele repetir tanto que es admisible que solo se ponga la inicial "L., 1758" igual que algunos otros nombres de científicos, como Cuvier y Valenciennes, que describieron tantas especies de peces juntos que en los libros de Ictiología se suele simplificar como "C&V".
Al lince boreal, en ediciones anteriores del Systema Naturae de Linneo de 1758, se le llamaba ni más ni menos que Felis caudata abreviata, apice atra, auriculis apice barbatis. |
Pensándolo bien, no es mucho pedir que ahora nos aprendamos Linx linx Linnaeus, 1758. |
¿Cómo se escriben los nombres científicos?
Dedicándome a escribir para exposiciones y otras publicaciones me encuentro muy a menudo con que mis textos son revisados por personas que no saben Biología y, mucho menos, Nomenclatura zoológica. Así, casi no hay vez, si me dejan, que no me toque volver a corregir la forma de poner los nombres científicos.
- En primer lugar, los nombres científicos están escritos en latín o con palabras debidamente latinizadas (muchas veces procedentes del griego), es decir que es un idioma diferente al del resto del texto y, por lo tanto, se debe señalar escribiéndolo en cursiva o subrayado, igual que si en medio de un texto en castellano ponemos una palabra en inglés.
- La segunda, y más común fuente de problemas, es que el género se escribe con la inicial en mayúscula y la especie siempre con minúscula. En los numerosos artículos periodísticos en que se habla de la evolución humana se empeñan en poner Homo Sapiens, que es tan erróneo como homo sapiens. Lo correcto es escribir Homo sapiens.
- La tercera, suele ser el nombre del autor y los malditos paréntesis. Como expliqué más arriba, a los nombres de las especies que denominó Linneo en su Systema Naturae se les añade "Linnaeus, 1758". De la misma manera deberíamos hacerlo, añadiendo el nombre del autor (o autores) que describieron las especies, seguidos del año de la publicación de esa descripción. separados por una coma. El lío suele venir cuando el nombre de la especie ha cambiado porque se ha considerado que no pertenece al género al que se le asignó en un principio. Entonces, el nombre del autor y el año se ponen entre paréntesis. Aquí es cuando el espabilado corrector o maquetista de textos suele ver que unos nombres científicos tienen paréntesis y otros no y dice: "¡Mira que fallo más tonto! voy a poner los paréntesis siempre o los voy a quitar todos. Si no estuviese yo para arreglar estas cosas..." ¡Erroooooor! Los paréntesis tienen su razón de ser y aportan información.
Veamos un ejemplo para salir de dudas:
- El ánade real no ha cambiado de nombre desde que Linneo le bautizó, luego su nombre completo es Anas platyrhynchos Linnaeus, 1758.
Ánade real, Anas platyrhynchos Linnaeus, 1758. Dos siglos y medio sin cambiar de nombre. |
- Pero el tarro blanco fue bautizado por Linneo como Anas tadorna y luego se vio que era lo suficientemente diferente del resto de los patos como para asignarle un género distinto que se llamó Tadorna. Su nombre completo es entonces Tadorna tadorna (Linnaeus, 1758).
Tarro blanco,Tadorna tadorna (Linnaeus, 1758). |
En los artículos de divulgación apenas se usa el nombre de los autores, especialmente si se trata de aves y mamíferos, pero lo correcto es ponerlos, al menos en los trabajos más científicos. Lo que ocurre es que cuando se citan muchas especies a lo largo de un texto, no solo es complicado saberse toda la lista de nombres de autores, sino que la lectura llega a hacerse muy engorrosa. Para muestra, esta misma parrafada. Así, en mi entrada sobre la almeja china del cieno quizás debería haber puesto Sinanodonta woodiana (Lea, 1834), al menos la primera vez que aparece el nombre en el texto. El hecho de que el nombre del autor esté entre paréntesis nos da la pista de que se trata de la misma especie que antes se llamó Anodonta woodiana y fue descrita por Lea en 1834, aunque ahora la veamos con el nombre del género cambiado. En aves y mamíferos estos detalles no son tan vitales para aclararnos con la especie que estamos tratando, pero con insectos y otros invertebrados, hay grupos tan caóticos en su nomenclatura y clasificación, que sin estas pistas estaríamos perdidos.
¿Y por qué se cambian los nombres científicos de algunas especies?
En el párrafo anterior, con el ejemplo de los patos, tenemos una de las principales razones. Cuando se va sabiendo más de las especies, se descubre que algunas que en un principio se tenían por parientes muy cercanos, como los tarros y los ánades, en realidad no están tan emparentados como se pensaba. O también puede pasar al revés, que se describan como dentro de un género diferente y en realidad pertenezca a otro ya existente.
También puede ocurrir que lo que antes se consideraba una subespecie, ahora se tengan razones para asignarle como especie independiente. Ese es el caso de las gaviotas que veremos más adelante
Hoy en día se pretende que las clasificaciones taxonómicas reflejen, en la medida de lo posible, la evolución de los diferentes grupos y que las especies incluidas en un grupo animal (taxón) tengan un antepasado común lo más cercano posible. Así, lo lógico sería que todos los Anas tuviesen el mismo tatarabuelo y los Tadorna el suyo, aunque a su vez unos y otros tengan también un antepasado común más lejano y por eso ambos pertenecen a la familia Anatidae y así podríamos ir subiendo de categoría a la vez que se va bajando por las ramas del árbol genealógico con antepasados situados en los nudos, de donde salen las ramificaciones.
Pato colorado, Netta rufina (Pallas, 1773). Su nombre específico hace referencia al color, igual que su nombre común. |
Nombres comunes y nombres científicos.
El cambio del nombre científico de una especie no debería afectar al nombre común por el que los no científicos la identificamos, pero distintas asociaciones científicas recomiendan listas patrón de nombres comunes para que sea más fácil ser recordadas por los profanos y, especialmente, para que se apliquen de una manera más eficiente las normas de protección de las especies en peligro. Buen ejemplo de ello son las almejas con que empezaba el artículo. También es el caso de las gaviotas argénteas ibéricas, Larus argentatus Pontopidan 1763, pertenecientes a la subespecie Larus argentatus michahellis Naumann, 1840. Su estudio puso de manifiesto que eran lo suficientemente distintas de su parientes del norte de Europa como para ser consideradas diferente especie llamándose entonces Larus michahellis Naumann, 1840, con el nombre común actual de gaviota patiamarilla.
El cambiar nombres comunes tienen su razón de ser porque en las costas atlánticas ibéricas también se pueden ver verdaderas gaviotas argénteas y hay que poder diferenciarlas de las patiamarillas. No pasaría lo mismo en el ejemplo de los sapos corredores Bufo calamita que veíamos antes, porque todos ellos pertenecen a la misma especie, no es que se haya desdoblado en dos y se puedan confundir unos con otros.
El cambiar nombres comunes tienen su razón de ser porque en las costas atlánticas ibéricas también se pueden ver verdaderas gaviotas argénteas y hay que poder diferenciarlas de las patiamarillas. No pasaría lo mismo en el ejemplo de los sapos corredores Bufo calamita que veíamos antes, porque todos ellos pertenecen a la misma especie, no es que se haya desdoblado en dos y se puedan confundir unos con otros.
Gaviota patiamarilla, Larus michahellis Nauman, 1840. |
Para mi gusto no tienen tanta importancia otros cambios, como dejar de llamar ratoneros a los busardos ratoneros o pollas de agua a las gallinetas, máxime cuando no han cambiado sus categorías taxonómicas. ¿Es que queda feo el nombre de polla de agua? ¿Y entonces por que no cambiar nombres como chochín o pito real? ¿Y las mismísimas almejas? Si empezamos con lo políticamente correcto no vamos a terminar nunca y los nombres vernáculos, que son el origen de los nombres comunes, no serán muy políticamente correctos, pero sí sonoros y hasta divertidos.
Por cierto, que los nombres comunes se tienen que escribir siempre con minúscula porque ¿acaso no escribimos así perro, gato y ratón? ¿por qué, entonces, íbamos a escribir Ánade real?
Este verano publiqué una entrada sobre las observaciones del comportamiento de la avispa Tropidodynerus flavus que llamé "La importancia de tener un nombre". De alguna manera estas explicaciones van por el mismo camino que las reflexiones que me hacía al inicio de ese texto.
Muy aclaratoria tu entrada porque a veces nos liamos con estos temas y conviene tenerlos claros. Vi el artículo en Quercus, quién iba a pensar que el secretario de la Sociedad Española de Malacología iba a aconsejar utilizar el nombre común de almeja china del cieno. Hay aves, árboles, etc. que de un pueblo a otro cambian de nombre y no es fácil que la gente cambie el que usan ellos, aunque bueno en este caso al ser una especie desconocida en la península hasta hace poco tiene más sentido aprovechar la ocasión para unificar y que este bivalvo no acabe teniendo varios nombres vulgares.
ResponderEliminarUn saludo
Ese es el asunto Pedro, los nombres comunes, o más bien los vernáculos, deben respetarse porque forman parte de la tradición y la cultura de los pueblos, pero para que todos sepamos de qué estamos hablando hay que usar los nombres científicos.
EliminarY en efecto, cuando se trata de una especie que no tienen tradición en nuestro país, es mejor que empecemos con buen pie también con el nombre común.
Gracias y saludos.
¡Estupendas explicaciones!
ResponderEliminarY un buen trabajo para mí, por ignorante y zopenco... ¡¡tengo que revisar mis paréntesis en Animalandia!!
Tardaré años, pero merece la pena hacer las cosas bien.
Gracias!
Hola Fernando.
EliminarPues entonces lo que ha merecido la pena que haya hecho esta entrada.
Gracias también para ti.
Estupenda clase, maestro. Gracias.
ResponderEliminarOtra gran entrada de algo totalmente desconocido para mi, gracias. Un saludo
ResponderEliminarSi Linneo levantara la cabeza alucinaría orgulloso de que 235 años después de su muerte aun continúen impuestos sus criterios. Ya veo que no soy el único que tiene cosillas que corregir por ahí...
ResponderEliminarYa lo creo que ha merecido la pena la entrada, así da gusto aprender. Gracias!
Un abrazo!
Javier.
Enrique, Luis y Javier, muchas gracias por vuestras palabras temía que lo que escribía fuese ya bastante sabido y poco útil. Es que, además, el objetivo de este blog es animar a la observación no dar lecciones a nadie, pero de alguna manera el cuerpo me lo ha pedido, precisamente por la de veces que me encuentro los errores en la manera de escribir los nombres científicos, incluso los míos.
ResponderEliminarSaludos.
Estupendo post Jesús. Al igual que muchos de los que han comentado esta entrada, no tenía ni la menor idea del asunto de los paréntesis. En mi caso, siempre creí que la presencia o ausencia de este signo, enmarcando fecha y apellido del descriptor, era un aspecto de nula importancia científica. Pensaba que estaba más relacionado con asuntos gramaticales u ortográficos.
ResponderEliminarCon esta entrada, no sólo nos has hecho ver el error, sino que también nos has explicado el cuándo y el porqué de su utilización.
¡Gracias!.
Confieso que yo tampoco conocía lo de los paréntesis.
ResponderEliminarEl nombre "extendido" del lince uy curioso también.
Debo decir que a veces me cuesta entenderme con los ingleses cuando hablo con ellos de aves, porque yo no conozco todos sus nombres en inglés y ellos no suelen saber ni un solo nombre científico. Ahora con los suecos me sucede algo parecido porque yo todavía no conozco los nombres en sueco de todos los animales y como solución por parte de los suecos suelen optar por darme el nombre en inglés y muy pocas veces conocen el científico. Mmmmmmm..... hay que poner remedio a esto. O yo aprendo bien ingés y sueco o ellos aprenden latín. Creo que la primera opción será la que acabe imponiéndose, pero llevará tiempo....
Es verdad que los ornitólogos, incluso los más científicos, utilizan los nombres comunes mucho más que otras disciplinas, por eso se han preocupado de hacer listas "oficiales". En cambio, en Herpetología, por ejemplo, apenas se usan, ni siquiera los aficionados. Si pasamos a los invertebrados, es que de la mayoría no tienen nombres comunes.
EliminarSaludos y a disfrutar de las auroras boreales.
Hola Jesus, buena entrada y muy aclaratoria. La verdad es que Linneo se lo trabajo bastante y siglos después su método es válido. Ahora con la genética los nombres científicos van cambiando a medida que aprendemos más de los bichos…tampoco creo que los cambios continuados sean buenos (como el caso de los anfibios).
ResponderEliminarUn saludo
Abel
Cierto Abel, parece que hay mucha prisa por cambiar nombres, como ha pasado con Bufo calamita. Yo fui reacio a usar Epidalea en el blog, pero terminé por hacerlo y ahora, ya ves, otra vez de vuelta a Bufo. Con Hyla arborea molleri me voy a esperar un poco más.
EliminarSaludos
Javier 16 ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Cómos y porqués de los nombres científicos":
ResponderEliminarSiempre he utilizado paréntesis para destacar el nombre científico, como aprendí de los libros de fauna que tengo.
Estoy de acuerdo en cambiar el nombre científico si es necesario ya que es el carnet de identidad de la especie; sin embargo, el “mote” prefiero que se conserve. Cuando leí el nuevo nombre del águila calzada como aguililla calzada me dio grima. Cómo a una rapaz de su talla y clase se le rebaja tan despectivamente de categoría ¿acaso a un hombre pequeño y con el carácter de la calzada se le puede llamar hombrecillo?
Faltaría más…continuaré con los nombres vernáculos de siempre.
Saludos
Perdona Javier, he eliminado el mensaje por error y lo que tenido que recuperar perdiendo tu nombre.
EliminarTe doy toda la razón, los nombres comunes no tienen por qué reflejar agrupaciones taxonómicas y, por ejemplo, no porque otras rapaces emparentadas se llamen busardos tiene que llamarse así a nuestro ratonero. Y la calzada, aunque no sea del género Aquila, no tenemos por qué dejarla de llamar águila. Supongo que nuestros amigos de la SEO no estarán de acuerdo, pero yo tampoco tengo mucha intención de cambiarlos, me resulta una decisión "clasista"
Pues nada, a quitar lo de Epidalea, no lo vuelvo a cambiar hasta que al sapito le salgan pelos je..je..
ResponderEliminarUn saludo.
Yo no voy a modificar las entradas en que lo tengo así, no me fío ni un pelo.
EliminarCuando conocí a Valverde llamaba Lacerta a las Podarcis, aunque sabía de sobra que ya estaba aceptado ese nombre, creo que era un rasgo de rebeldía. Ahora le entiendo.
Esa es la cuestión, Daniel, que los que corrigen textos ven los paréntesis sin su valor en la Nomenclatura Zoológica.
ResponderEliminarGracias y perdona el retraso en responderte, se me pasó por acumulación de comentarios.
Saludos.
Esclarecedora entrada. A veces pienso que algunos científicos tienen un extraño afán de cambiar nombres, al menos en lo referente a la sociología vegetal (un campo menos definido que el de géneros y especies. Y en cuanto a los nombres comunes que cada cual use los que considere, sean tradicionales o de reciente creación, pero teniendo muy en cuenta que los nombres vernáculos son riqueza cultural y no hay motivo para eliminarlos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto, Javier, lo bonito de los nombres vernáculos es que entroncan con nuestra historia y tradiciones, tienen el mismo regusto que las toponimias, por eso es importante conservarlos, aunque para que todos nos entendamos es bueno usar los científicos.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola Jesus,
ResponderEliminarel problema que tenemos ahora, como apunta Abel, es la inestabilidad taxonomica. Que los cambios de nombres pueden tener mas o menos sentido, a veces poco. Pero las "marchas atras" son aun peores para mi gusto.
Y si esto nos molesta a nosotros, que estamos metidos en este mundo, a nivel administrativo/legislativo causan una confusion terrible.
Cesar
PD:solo 1 apunte mas, para algunos ya no es B.bufo de aqui a China, alli seria B.gargarizans.. ;)
Cierto Cesar, un buen ejemplo del no aclararse con la especie es el que tenemos, y tienen los comerciantes que es peor, con las tortugas de Florida.
EliminarDiscrepo con el apunte ;-), los sapos de allí serán B. gargarizans, pero los nuestros siguen siendo Bufo bufo, aquí y en China. Y los B. gargarizans lo son en China y aquí.
Perdon, se me quedo en el tintero, que en breve tampoco sera B.bufo, sino B.spinosus, un caos..
EliminarCesar
Esa sí que es otra cuestión. Si se separan las diferentes subespecies de lo que antes llamábamos Bufo bufo va a ser un nuevo caos hasta que se centren en cuales sí y cuales no, gredosicola incluido.
EliminarYo creo que a veces se está subiendo a la categoría de especie lo que claramente es una subespecie: poblaciones separadas por barreras geográficas con ciertas diferencias, pero que si se pusiesen en contacto se reproducirían entre sí. Y las Iberolacerta ibéricas creo que son un claro ejemplo, por muchos miles de años que lleven separadas.
Me he quedado a cuadros. Jamás pensé que fuera tan complicado! Interesante como siempre.
ResponderEliminarMamen, las normas a seguir son sencillas, el problema viene cuando se cambian nombres por las cosas que se van descubriendo o porque unos y otros científicos no se ponen de acuerdo.
EliminarMuy interesante entrada, como no menos interesante es lo que significan los latinajos con los que se definen las especies y sus géneros, ójala hubiera un diccionario con las especies españolas y sus significados. Ahora es cuando me pregunto por qué no me interesó en su día más el latín... :-D
ResponderEliminarUn saludo
Hola Honorio. Eso mismo digo yo. Pero lo malo es que no solo es latín, muchos de los nombres científicos tienen origen en el griego, aunque latinizado en sus terminaciones.
EliminarSería un bonito trabajo buscar el significado de las especies españolas, aunque solo fuese de los vertebrados.