martes, 4 de octubre de 2011

El otoño está aquí, aunque no lo hayamos notado.

Ya se han ido la mayoría de las aves migradoras que criaron en nuestro territorio, en su lugar llegan otros que saben buscarse la vida a pesar del frío invernal. Para mi, ver en el jardín los petirrojos, Erithacus rubecula, acostumbrados a acudir a los comederos es la señal del cambio de estación, casi más que un vistazo al calendario.

Las temperaturas altas y la sequía nos tienen engañados y parece que, ya empezado octubre, aún seguimos en verano. El ratonero, Buteo buteo, (no me acostumbro a llamarle busardo) sobrevuela esta zona de la Sierra de Guadarrama, donde las dehesas de encinas, fresnedas en las zonas de suelo más húmedo, aparecen resecas, tanto en el estrato herbáceo como los propios fresnos, que han perdido sus hojas más por la sequía que por el frío y el viento otoñales que es lo que le correspondería.

Tiempo de moscas molestas que se nos meten en casa y mosquitos y otros insectos que hacen sus últimos enjambres para poner sus huevos antes de que llegue el invierno.

Y tras las moscas, estratégicamente situados en las ramas laterales de los árboles, los papamoscas cerrojillos, Ficedula hypoleuca. Desde sus posaderos hacen acrobacias para capturar a los insectos en pleno vuelo. Luego vuelven a la misma rama o a otra cercana con la que van alternando la posición mientras miran hacia un lado y otro en busca de la siguiente presa. Es impresionante la cantidad de papamoscas que pueden recorrer toda la Península Ibérica camino de África, en todo tipo de ecosistemas naturales, en parques y jardines, incluso urbanos. Solo por su comportamiento casi podemos distinguir la especie, aunque no siempre se diferencia tan fácilmente como este macho con su típica coloración...
... la mayoría de ellos son ejemplares jóvenes que se confunden con el diseño de las hembras.

También hemos visto este fin de semana algún que otro papamoscas gris, Ficedula striatus, con idéntico comportamiento, que se diferencia por el diseño listado del pecho.

Día tras día podemos ver papamoscas en los mismos posaderos, pero no son los mismos ejemplares, son una sucesión de aves que se van sustituyendo en su viaje hacia el sur, que encuentran las mismas ramas, idóneas para la caza de los pequeños insectos, de la misma manera que las moscas en casa tienen querencia por posarse en la misma esquina del mueble de la cocina, ejemplar tras ejemplar, año tras año.

Vimos también un numeroso grupo de golondrinas dáuricas, Hirundo daurica, camino hacia el sur a la vez que las sombras de la propia sierra van trepando por las laderas de la Pedriza teñidas de rojo, y parecen sortear el campanario del pueblo de Cerceda. Nos recuerda que los largos días de verano se han terminado y que desde el reciente equinoccio se va poniendo cada día más temprano y nos deja menos luz para los paseos. Pocos insectos fotografiaré ya, me tendré que dedicar a animales que se vean menos afectados por el frío.

6 comentarios:

  1. Buenas Jesus, se acaba el tiempo de afotar insectos y empieza el de otros bichos, cada estacion tiene su encanto. Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Es buena época para fotografiar insectos nosturnos te animo a que enfoques por la noche una sábana blanca y nos muestres los resultados.

    El cerrojillo es que vuelve ala misma rama y el gris el que lo hace a rama distinta. Manías de papamoscas...

    ResponderEliminar
  3. Por supuesto, Luis, además hay que recuperar y publicar lo recogido en los meses pasados.

    Bueeeeeno, Goyo, no siempre. He visto muchos cerrojillos alternando dos posaderos, incluído el macho de la foto, que saltaba de la rama a una cerca y luego a la inversa y teniendo alguna que otra escaramuza con otro vecino al que quitaba su propia rama. Supongo que más bien depende de las "ofertas" de posaderos del entorno.

    Saludos a los dos.

    ResponderEliminar
  4. Ciertamene. Ya vi papamoscas en el jardín urbano de mi comunidad. Coincidí 2 o 3 días con él, y siempre estaba en la misma zona del jardín.

    Los petis también han hecho aparición. Me alegra volver a verlos, aunque me entristece ver marcharse a aviones, vencejos y golondrinas. Me traen tantos recuerdos de buenos veranos!

    Saludos Jesús!

    ResponderEliminar
  5. Hola

    Con el ratonero común a mi me pasa lo mismo que no me acostumbro a lo de busardo y como después de todo no deja de ser más que un nombre vulgar tampoco hay que porqué dejar de llamarlos ratoneros.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  6. Menos mal que llegó el otoño a tu blog, porque se nos va de las manos en los paisajes de Guadarrama y me estoy temiendo la otoñada en el Pirineo, cada vez más incierta.
    Te deseo un otoño pleno de observaciones y hallazgos, a ser posible compartidos en vivo y en directo.
    Saludos, Jesús.

    ResponderEliminar