Pasar todos los días a la misma horas me hace ser muy consciente de los cambios estacionales y del fotoperiodo, especialmente al ver como los amaneceres rojos tras las siluetas de los edificios madrileños se van adelantando en el otoño, con gran tristeza por mi parte porque termino pasando por él completamente a oscuras y sin posibilidad de ver nada. Esto me ocurre en plena berrea del ciervo, con lo que tengo la sensación de que me pierdo lo más interesante. Luego viene el retraso oficial de hora y me da un poco de cancha otras dos o tres semanas hasta que se impone el invierno y tengo que esperar a la primavera para volver a disfrutar de sus amaneceres y de la fauna. A veces tengo un poco la sensación de que veo siempre el mismo trozo del mismo documental, pero siempre hay gratas sorpresas.
No hay muchos que puedan presumir de haber visto casi a diario un nido de águila imperial, a la pareja y, a veces, al pollo volantón. Pues yo, y los viajeros avispados, lo hemos disfrutado durante siete años al menos. El nido estaba en este poste que pongo en la fotografía inferior, en uno de los travesaños. Ya lleva tres temporadas sin ocuparse y esta última han terminado por caer los últimos palos que lo componían. Espero que hallan encontrado un sitio mejor, aunque yo no lo pueda ver. Es fácil de identificar el poste en concreto, porque coincide con esa especie de tubería absurda que se mantiene sobre el terreno sin ningún motivo aparente. De todas maneras, las águilas se siguen viendo de vez en cuando posadas en este o en los postes de alrededor. Muy rara vez en las encinas. O tal vez es que allí no las consigo ver al paso veloz del tren. Para los que usen el tren diré que está en el lado derecho según se viene de Madrid en dirección Villalba.
La semana pasada no fue una imperial lo que ví sino un despistado buitre leonado posado en la punta de uno de esos postes. También he visto buitre negro, pues es uno de sus lugares de cría, y en una ocasión lo ví enfrentado a las águilas en pleno vuelo.
Muchas más aves se ven desde mi medio de transporte, aunque no tan notables como las anteriormente citadas y no siempre tan fáciles de identificar.
Esa misma zona del poste, donde hay arbolado más denso, es en la que con más frecuencia se ven los ciervos.
En cambio, el lado contrario, en las cercanías del río hay zonas más abiertas, con fresnos y prados donde son más abundantes los gamos.Los jabalíes pueden verse casi por cualquier parte, pero son más abundantes en la parte de matorral denso, casi al final del recorrido, cuando se llega a la siguiente estación: El Tejar.
He visto varios jabalíes albinos e incluso una jabalina con sus crías dos de color blanco, tres castañas y otros dos de coloración normal. Hace tiempo que no se ve ninguno, supongo que habrán sido cazados o retirados del coto.
Hombre Jesús; si montarme en el tren, da acceso a semejantes observaciones, ya me gustaría viajar así también todos los días.
ResponderEliminarMe pregunto: si el nido cayó por el abandono y su posterior deterioro o, fue retirado al pintarse quizá, la torre del tendido. Lo digo porque fue mi trabajo hace años, y alguno vacío y viejo, me tocó tirar.
Saludos.
Creo Javier que cayó por abandono pues lo hemos visto diminuir año tras año hasta que solo quedaban unos pocos palos.
ResponderEliminarEl último año apareció en la punta del poste una de esas bolas anaranjadas por lo que está claro que mantenimiento ha habido, pero después de la desaparición del nido.
¡Menudos viajes de tren! Firmaba hacerlos yo de este estilo, si tuviera que habitar de nuevo en los Madriles. Lo de repetirlo diariamente hasta puede tomarse como un privilegio, da la ocasión de seguir de cerca a esta comunidad tan interesante pese a su aire de ganadería de caza mayor. Por cierto que, es curioso, alguno de los pollos de imperial que has visto crecer... ¡igual lo he visto yo de juvenil! No se ven muchas imperiales, desde luego, pero alguna he encontrado, muy, muy esporádicamente, dándose un garbeo sobre las 25 ha, por estos campos donde las jóvenes imperiales se "sueltan a cazar". ¡Saludos, Jesús!
ResponderEliminarQué diferencia poder mirar... a estar conduciendo pendiente del tráfico. El tren me encanta, Jesús. Echo de menos el Boalo, que sepas que Pizca me ha escrito y que te tengo que devolver el libro de Valverde, el de espátulas y osos.
ResponderEliminarEn efecto, Naturalista, el hacerlo a lo largo de las estaciones me permite ver acontecimientos como el crecimiento de los cervatos, los celos, el crecimiento de las cuernas, pero otras cosas se me escapan como por ejemplo las crías pequeñas, que permanecen muy escondidas o los machos sin cuerna, que deben ser más tímidos.
ResponderEliminarIgualmente los jabatos más o menos crecidos.
Saludos
Aurora, la verdad es que ir en coche me cuesta. A Pizca ya le ajustaré las cuentas.
Nos vemos.
Con la boca abierta me he quedado. ¡Vaya estudio! Eres un privilegiado por hacer ese camino todos los días. ¡Al menos es interesante y le sacas partido! Ya quisiera yo. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarEsta entrada me ha hecho recordar la sorpresa de ver gamos desde el tren la primera vez que pasaba por aquella línea en mis viajes de exploración por la Piel de Madrid.
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