viernes, 17 de marzo de 2023

El invierno de las aves en el jardín

S
e nos ha ido el invierno casi sin enterarnos, meteorológicamente hablando apenas ha durado dos o tres semanas nada más. Pocas veces desde que vivimos en Becerril, hemos tenido un invierno tan poco frío. Las temperaturas bajo cero sólo se han dado durante 15 días y tampoco demasiado bajas. La nieve ha hecho acto de presencia un solo día y casi sin llegar a cuajar. Algún otro día volaron copos arrastrados por el viento que se fundían al tocar el suelo o las plantas. También ha sido muy escaso en lluvias.
Herrerillo capuchino fotografiado el único día que la nieve cuajó algo. Otros años se dejan ver poco, pero este invierno han sido visitantes asiduos.

Las aves no han tenido muchos problemas para su subsistencia, excepto en días muy puntuales, pero no olvido que en invierno es cuando más agradecen que les proporcionemos algo de alimento. Es la época en que vienen especies que apenas veo en otras estaciones del año debido, tanto a las migraciones de especies procedentes del norte, como a ejemplares que en periodos más cálidos habitan y se reproducen en plena sierra pero en esta época bajan a los valles, urbanizaciones y entornos rurales, donde tienen más posibilidades de conseguir alimento y son más suaves las temperaturas y los vientos. 
Zorzal común. Todos los inviernos hay alguno que se pasa por el jardín, principalmente a beber agua. Este está sobre el bebedero cubierto de nieve. En el entorno se ven en grupos poco numerosos.

En primavera y verano, especialmente las aves insectívoras, encuentran los variados bichos que constituyen su alimento en el campo y no necesitan tanto de los suplementos que les ponemos en el jardín. En época de cría, mirlos, petirrojos y páridos (carboneros y herrerillos) aportan a sus pollos principalmente insectos y gusanos, olvidándose por el momento de cacahuetes, tocino y semillas. De hecho, el tocino lo retiro por completo en cuanto empieza el tiempo cálido.
Lavandera blanca es un típico visitante invernal procedente de tierras más norteñas, no en vano se la ha llamado pajarita de las nieves, aunque también puede verse el resto del año e incluso se reproducen en nuestro entorno.

Muestro y comento en las propias imágenes las especies que he podido fotografiar en el jardín estos meses y lo que comen.

Este año han sido especialmente abundantes los herrerillos comunes y capuchinos, así como los carboneros garrapinos, que se ha sumado a los habituales carboneros comunes. Supongo que ha sido debido a que han tenido a su disposición un pequeño comedero con tocino casi de manera constante, como inicié el año pasado con bastante éxito. Las primeras veces colocaba el tocino directamente colgado de una rama e incluso cerca del tronco de un árbol pero en cuanto lo descubrieron las urracas y los rabilargos, se lo llevaban casi entero y tuve que tomar medidas. 

Petirrojo comiendo tocino cuando lo ponía en el tronco del taray.

La solución fue poner el trozo de tocino en la pequeña jaulita que se ve en la foto siguiente, donde los pájaros pequeños pueden alcanzar el interior pero no los córvidos. Por no querer compartir, se quedaron sin botín.

Carbonero garrapinos en el comedero de tocino

Carbonero común sobre el trozo de tocino.

Herrerillo común. Crían en una caja nido del jardín y en invierno acuden a comer, no así en primavera y verano, que se apañan con lo que cazan ellos mismos.

Agateador. Este visitante del jardín busca su alimento entre las cortezas de los árboles, pero nunca le he visto aprovechar la comida que les pongo. Es habitual todo el año.

Rabilargo. Ellos y las urracas se las apañaban para arrancar el trozo entero de tocino y llevárselo. Por esa razón decidí ponerlo en una malla de plástico.

Siempre han tenido disponibles las ristras de cacahuetes y las cuatro especies habituales de páridos los han consumido sin reparos. También los gorriones, que roban lo que pueden a los trabajadores carboneros en cuanto se descuidan, como cuento en esta otra entrada.

Carbonero garrapinos consumiendo cacahuetes. Estos deben ser sin cáscara, por supuesto.

Incluso un ejemplar de carbonero garrapinos, creo que siempre el mismo, no ha tenido reparos en posárseme en la mano para conseguir algún trozo de cacahuete ya pelado. Explico cómo ha ocurrido:

Llevaba un tiempo observando que cuando salía a reponer los cacahuetes de sus alambres me veía rodeado por los carboneros y herrerillos ansiosos por hincarles el pico, pero un garrapinos se colocaba en las ramas realmente bajas, casi al alcance de la mano y además sin importarle que estuviese acompañado. Así, un día se me ocurrió pelar un par de cacahuetes y ofrecérselos en la mano. Ante mi asombro, no tardó ni medio minuto en bajar por las ramas próximas y estirarse para coger un trozo de semilla. Otro día se lo puse más difícil, en lugar de acercarle la mano a las ramas le invité a posarse en mi mano, y así lo hizo sin excesivo temor. Lo he repetido algunas veces, no demasiadas, y siempre es un solo ejemplar, que vuela a una rama próxima para comérselo y vuelve a por más. Los demás no se atreven, aunque miran, supongo que con una mezcla de envidia y temor. No les hago sufrir, dejo las semillas peladas en el tocón del árbol y me alejo para que coman tranquilos. Creo que ellos ya saben que voy a terminar haciendo eso y por eso no se molestan en venir hasta mi mano.

También suelo poner fruta que, sin dudarlo, todas las especies agradecen desde las más grandes a las más menudas. Si alguna pieza de las que comemos nosotros tiene un golpe o no nos gusta su aspecto, allá va cortada a la rama del árbol para que puedan catarla.

Hembra de gorrión común picando el corazón de una manzana. 

En el invierno naranjas, peras y manzanas son lo habitual. De peras y manzanas coloco el corazón tras aprovechar el resto en la mesa y o bien ha desaparecido al día siguiente o la dejan pelada hasta la cápsula de las semillas.
Así dejan los corazones de las manzanas o peras, si es que dejan algo.

La ley del más fuerte, el mirlo contra los gorriones disputando la manzana.

Hembra de curruca capirotada comiendo manzana. Machos y hembras vienen muy a menudo a beber y bañarse, pero es una especie frugívora y agradece las frutas de todo tipo, tanto del jardín (madroño, moras, acebo...) como las que les podamos poner.

No me olvido de las semillas de alpiste, mijo, negrillo, pipas y otras, que venden en las tiendas de mascotas y que varias veces por semana, no a diario, extiendo por el suelo y son consumidas principalmente por los gorriones y las tórtolas turcas, aunque hay otras especies que se suman a la fiesta, incluso petirrojos, urracas y mirlos que en pleno invierno no les hacen ascos a la alimentación granívora.
Hembra de pinzón que lleva varios años acudiendo a comer junto a los gorriones.
La pareja de tórtolas turcas dominantes no suelen soportar la presencia de sus congéneres en el momento de comer, pero cuando hay hambre y vienen unas cuantas parece que se dan cuenta de que el tiempo que pasan espantándolas es bocado que pierden y terminan por ceder, especialmente si hay comida para todas.

Otro asunto importante es el agua. El agua es fundamental en verano y vienen al jardín muchas más especies a beber que a comer. Pero en invierno también lo es. En las mañanas en que la bandeja que hace las veces de bebedero y bañera amanece congelada, observo que los pájaros meten el pico entre las piedras y el borde de hielo intentando alcanzar el agua líquida. Entonces salgo a romper y retirar algunos trozos de la placa de hielo para facilitarles el trabajo y no tardan en acudir, no solo a beber, sino también a bañarse en esa agua en el punto de congelación. 

Mirlo bebiendo entre las placas de hielo que previamente les he roto.

Ciertamente no se llegan a mojar el cuerpo, excepto las patas, pero sí se empapan las plumas, pues necesitan tenerlas limpias para extender sobre ellas la grasilla que las hace impermeables y resistentes al paso del viento frío. Aún sabiendo eso, no puedo dejar de sentir un escalofrío al verlos, tan pequeños ellos, meterse en el agua rodeados de placas de hielo.


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