martes, 21 de mayo de 2013

Los cléridos, escarabajos imitadores por naturaleza.

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 En la mañana del día de San Isidro (15 de mayo), al abrir la ventana para airear las habitaciones, me encontré en el marco con este curioso escarabajo entumecido por el frío y la humedad nocturna.
Clerus mutillarius (Fabricius, 1775). Escarabajo imitador.
 Inmediatamente me llamó la atención su diseño, tremendamente parecido a la de aquellas avispillas con aspecto de hormiga, de la familia Mutillidae, de las que hablé en otra entrada de este blog (puedes consultarla pinchando AQUÍ). Con mucho cuidado lo trasladé a una roca del jardín para que tomase el sol y se activase mientras aprovechaba para sacarle unas fotos.

Avispilla de la familia Mutillidae. No puedo asegurar la especie porque este grupo es de taxonomía muy complicada.
Avispa imitada.
No tenía ni idea de qué bicho se trataba. Aparentemente parecía ser un depredador con unas potentes mandíbulas y los ojos bien desarrollados y algo saltones. Además, sus patas y la zona ventral peluda, uno de los caracteres que le hacen parecerse a los mutílidos, me recordaban también a las cicindelas, escarabajo depredador donde los haya.

Clerus mutillarius (Fabricius, 1775).
Las cicindelas me encantan, son unos animales activos, feroces, rápidos de movimientos y difíciles de fotografiar porque apenas si te dejan acercarte, pero con unos maravillosos colores metálicos. Si los comparase con los mamíferos, yo diría que las cicindelas son los guepardos en el mundo de los escarabajos. Si he conseguido hacer una fotografía más o menos decente de esa pareja es, precisamente, porque están entretenidos con asuntos más importantes, que les impedían ser tan rápidos como acostumbran.
Cicindela maroccana Fabricius, 1801. Pareja en cópula.
Pero no, no son de la misma familia que las cicindelas ni mucho menos, gracias a Mario García-París, compañero investigador del Museo, supe que se trataba de un representante de la familia Cleridae, como los Trichodes que ya hemos visto por este blog en otras ocasiones (especialmente en ESTE ENLACE), cuando traté el tema del mimetismo batesiano. La especie: Clerus mutillarius (Fabricius, 1775). Como puede apreciarse, el nombre específico hace referencia al parecido con los mutílidos, lo que no debió pasar desapercibido a Fabricius, su descubridor.  

Los cléridos son escarabajos depredadores y por lo tanto muy interesantes en el control de plagas, algunos, como es el caso de esta especie, son especialistas en alimentarse de escarabajos xilófagos, es decir, los que atacan la madera, sobre todo las larvas. Esto puede explicar que se encuentre en mi jardín, pues una de los hábitats que he creado en él es un buen montón de troncos que dejo pudrir para que diversos animales puedan aprovecharse de ellos.
Trichodes octopunctatus (Fabricius, 1787). Clérido imitador.
Por lo que podemos observar los cléridos son unos especialistas en "vestirse" con el traje de otras especies para defenderse de sus enemigos. Ya vimos en otras entradas que Trichodes octopunctatus se disfraza como los meloideos Mylabris, que son tóxicos, para evitar ser atacados por insectívoros. Y, además, se coloca en las mismas flores que ellos donde caza al acecho a los insectos que acuden en busca de néctar y polen.

En las flores de las jaras, con su gran corola, cuando hay un Trichodes es fácil que a su alrededor podamos ver restos de los insectos que se ha comido. Sin embargo, también es posible que coman algo de la flor, según se aprecia en la siguiente foto.
Trichodes octopunctatus (Fabricius, 1787). Clérido imitador.
Aunque, ¿quien sabe? igual de lo que se trata es de impregnarse de polen como hacen los meloideos mientras comen y así disfrazarse mejor. No deja de ser curioso, que un carnívoro sea también polinizador.

Mylabris hieracii (Graells, 1849). Meloideo imitado.
En las siguientes fotografias muestro otra especie de clérido, Trichodes leucopsideus, con su llamativo diseño de bandas negroazuladas y rojas, muy parecido también a otros meloideos de los géneros Hycleus Mylabris que no son punteadas sino rayadas. Lamentablemente no tengo fotografías de esas especies imitadas... aún.
Trichodes leucopsideus (Olivier, 1795). En la foto superior se ve cómo se impregan de polen, en la inferior se aprecia el engrosamiento de los fémures de las patas traseras, creo que es un carácter propio de los machos.


 Quiero dedicar esta entrada al día de la Red Natura 2000


miércoles, 24 de abril de 2013

Golondrinas, parásitos y caracteres sexuales secundarios

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Cuando el tamaño de la cola sí importa


Ya volvieron las oscuras golondrinas, aunque cada año son menos. Según los datos que recientemente ha hecho públicos la SEO (Sociedad Española de Ornitología), en los últimos 15 años su número se ha reducido en un 40%.

Como en muchas otras especies de aves migradoras, los primeros ejemplares de golondrina común (Hirundo rustica) en volver a los lugares de cría, son los machos. Así, cuando llegan las hembras ellos ya se han situado en las cercanías de la zona de nidificación y cantan, vuelan en círculos y muestran las plumas de su cola a las hembras.

Ejemplar macho de golondrina
Los machos tienen las plumas de la cola más largas que las hembras y se ha demostrado que ellas los prefieren con plumas  así, con manchas blancas más grandes y, además, que sean simétricas las de uno y otro lado.

La simetría y el tamaño de las plumas caudales es indicativo de que los machos tienen una buena base genética y también una buena salud. Y la salud está directamente relacionada con la menor presencia de parásitos, especialmente de ácaros hematófagos (chupadores de sangre) y piojos de la pluma. El caso de las manchas blancas es especialmente importante porque se sabe que los piojos prefieren las plumas de color claro y el que esas manchas estén intactas indica que no están infectadas.

Ejemplar macho de golondrina en vuelo rasante bebiendo agua
En el libro "Diseñados por la enfermedad" de Santiago Merino, me enteré de los trabajos de Anders Moller, que investigó recortando o aumentando artificialmente la longitud de las plumas de la cola de los machos de golondrina, observando que a los que tenían plumas más cortas les costaba más encontrar pareja y aparearse. También observó cómo los que habían criado en nidos que habían sido fumigados, para limpiarlos de parásitos, desarrollaban al año siguiente, tras la muda, colas más largas. Por el contrario, los que criaban en nidos no fumigados o a los que se habían añadido ácaros, desarrollaban plumas más cortas.

La presencia excesiva de parásitos en los nidos es una de las  causas de muerte de los pollos, así que el que la hembra elija un macho fuerte y libre de parásitos garantiza que las crías sean bien alimentadas y no se infecten, o no lo sean en exceso.

Ejemplar hembra de golondrina
La reutilización de viejos nidos, donde los parásitos pueden resistir uno o incluso varios años, también va en contra de las posibilidades de supervivencia de los pollos así que parejas fuertes, libres de parásitos y capaces de hacer un nuevo nido, tienen muchas más posibilidades de sacar a sus hijos adelante.

Ejemplar volantón de golondrina
Las golondrinas son un precioso ejemplo de la forma en que evolucionan los caracteres sexuales secundarios al ser éstos una de las maneras que las hembras pueden utilizar para identificar a los machos más sanos y que por tanto tengan una mayor calidad genética. Y es también un ejemplo de que los parásitos intervienen en la evolución de las especies parasitadas tanto o más que los depredadores.  Este es uno de los muchos ejemplos de coevolución que nos ilustra el libro antes citado, sobre la importancia de los parásitos en los procesos biológicos.
Ejemplar macho de golondrina saliendo del baño
Hay otras cosas curiosas del comportamiento reproductor de las golondrinas, como que algunos de los machos que no consiguen emparejarse se queden en las proximidades del nido e incluso ayuden a fabricarlo e incubar, aunque no a alimentar a los pollos. La cercanía al nido les permite copular con la hembra si el macho, llamémosle oficial, está despistado. Así, el comportamiento de ayuda en el nido no es altruista sino oportunista y colabora en que quizás alguno de los pollos que la pareja saque adelante sea propio. Es decir, ayuda a que sus genes se perpetúen en la siguiente generación, lo que es fundamental para que ese comportamiento haya evolucionado y se haya mantenido. Más curioso aún es que cuando el macho alfa descubre a su pareja copulando con el "vecino" emita una falsa llamada de alarma, igual a la empleada cuando se acerca un depredador, para asustarlos y que interrumpan el apareamiento.

Ejemplar hembra de golondrina en vuelo rasante sobre el agua
El hecho de que los nidos reutilizados, o los que están muy próximos, sean fuente de parásitos me lleva a pensar que quizás los aviones comunes, que nidifican en apretadas colonias, deben estar más expuestos. Por lo tanto deberían tener otros mecanismos para defenderse de ácaros y piojos. No sé si estará estudiado, pero puedo decir, por experiencia propia, que recuerdo haber visto aviones comunes en el suelo tomando baños de arena pero no golondrinas, aunque posiblemente también lo hagan. También he visto a las dos especies y a las golondrinas dáuricas bañándose en el agua en pleno vuelo, como ya conté en la entrada de la que proceden algunas de estas fotos. Esa entrada puede verse completa pinchando AQUÍ.

El libro "Diseñados por la enfermedad. El papel del parasitismo en la evolución de los seres vivos" es muy recomendable por la información que aporta y por lo agradable de su lectura, que sin dejar de ser científica se hace amena. Sí estás interesado en adquirirlo quizás la mejor manera sea en la Tienda del Museo de Ciencias.


domingo, 7 de abril de 2013

Las cabras que miraban fijamente... Y un paseo por la Dehesa Boyal

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Me gusta especialmente el comportamiento de algunos animales que manifiestan una cierta curiosidad sobre nosotros. No se asustan y huyen a la primera de cambio, sino que nos observan, nos vigilan por si hacemos algo que les pueda suponer una amenaza o por si pueden sacar algo de provecho.

El sábado de la semana santa, por fin un día de sol, me sentí observado por las cabras montesas. Estoy seguro de que ellas se dieron cuenta de nuestra presencia apenas entramos en la dehesa, gracias a su privilegiada posición en las primeras peñas de La Pedriza. Sin embargo, no se asustaron, permanecieron pastando donde los roquedos se encuentran con los prados y la hierba crece jugosa en esta húmeda primavera. Pero, eso sí, teniendo las verticales masas graníticas al alcance de sus potentes pezuñas, que les permiten poner distancia entre ellas y los intrusos en apenas un par de saltos. Y así fue, dejaron que me acercase hasta apenas unos diez metros hasta que el sonoro silbido de una de las hembras las hizo alejarse... otros diez metros más, a lo alto de una roca.

En invierno las cabras bajan a los valles donde la nieve y el hielo no cubren el suelo o lo hacen con menos profundidad y donde es más fácil encontrar alimento. Solo la presencia humana, la sequedad y el calor bien entrado el verano, hace que prefieran los pisos montanos. Las rocas les dan seguridad porque nadie como ellas pueden trepar por las escurridizas peñas. Mis observadoras (y observadas) se encontraban al fondo de la Dehesa Boyal, en Manzanares el Real, con unas magníficas vistas al embalse de Santillana sobre cuyas aves traté en las anteriores entradas.

Los árboles dominantes en la dehesa son los fresnos en la parte más baja y las encinas en la más alta. Este año, gracias a las generosas lluvias, el suelo está empapado y encharcado, como les corresponde a los fresnos. En el año 2009 ya les dediqué una entrada a los árboles y a las cigüeñas de esta zona, por lo que procuraré no repetirme. Quien quiera puede visitarla pinchando AQUÍ.



Este invierno me ha llamado la atención que se están podando muchos fresnos al estilo "cabeza de gato". No se está haciendo, me temo, por las razones que se hacía tradicionalmente y para mi gusto se está realizando de manera un tanto abusiva. No me disgusta que se pode tan radicalmente, lo que me preocupa es que se haga en todos los árboles a la vez. Pienso que, fundamentalmente para las aves, insectos y pequeños mamíferos, sería mejor que se podaran en dos o tres fases en distintos años, dejando algunos ejemplares frondosos donde puedan encontrar refugio. Ahí, en la Dehesa Boyal, veo un poco absurdo que queden las cajas nido para las aves colgando de árboles solitarios rodeados de fresnos mochos, cuando podrían estar en un entorno más discreto hasta que hayan crecido las ramas de los árboles del entorno para podar el resto.

Veo que no se poda por las mismas razones que antaño, porque entonces se cortaban las ramas al final del verano, para que los ganados aprovechasen las hojas verdes en el momento en que la hierba era escasa y cuando al árbol le venía bien librarse de algunas hojas para soportar el stress hídrico. Ahora, en cambio, se poda en pleno invierno cuando no hay hojas que aprovechar y, además, las ramas finas no se usan sino que se queman, como puede verse en los rescoldos de las hogueras que quedan en el suelo.
Tal y como estoy viendo, la madera gruesa tampoco se está utilizando para los nobles usos tradicionales. En cambio, se apilan en trozos cortos con destino a la chimenea. La madera de fresno no es valiosa para la construcción porque es atacada por diversos insectos y al aire libre puede pudrirse, pero sí es resistente para mangos de herramientas, piezas de carruajes, bastones, trineos, esquíes  y otros ornamentos y usos en los que es importante una cierta flexibilidad para soportar presión sin partirse. Además, al humedecerla se puede curvar y dar forma que luego se endurece con el fuego como,  por ejemplo, se hace con el mango de las cachavas. Se decía que la flexibilidad de un mango de mazo, pico o azada hechos con madera de fresno evitaba la reverberación en las manos cuando se golpeaba algo duro. Su docilidad para ser trabajada hacía que fuese una de las maderas favoritas de los pastores. Las cebillas, esa especie de collar de madera que aún se usa en el norte peninsular para sujetar al ganado en las cuadras, es una buena muestra de ello. En fin, que usarla para ser quemada me parece un desperdicio.

Hay que advertir, sin embargo, que los fresnos de esta zona son Fraxinus angustifolia mientras que los del norte son F. excelsior. Pero aparte de todas estas reflexiones sobre los podados fresnos, también disfruté de este lento pero implacable avance de primavera. Los pinzones, los mirlos y algunas especies más, cantan por todas partes, el suelo está empezando a llenarse de flores, narcisos amarillos y moradas romuleas y las zonas encharcadas se están cubriendo de las blancas flores de los ranúnculos. Las flores y lo poco que calienta el sol es suficiente para que los polinizadores se hayan puesto en marcha, mariposas (como la Lycaena phlaeas de la foto) y unos cuantos abejorros, Bombus, Xilocopa y alguna otra especie no tan fácil de identificar para mi, iban en busca de su alimento.

Y también disfrutamos de las evoluciones de un águila culebrera, Circaetus gallicus, cerniéndose a gran altura. Nos parecía imposible que desde esa distancia pudiesen distinguir a sus presas. Quizás no sea tanto la búsqueda de presas como las ganas de exhibirse defendiendo el territorio o cortejando a la pareja. De hecho la foto está muy recortada porque ni con el 400 mm pude hacer algo mejor.
En un camino, marcado con las huellas de los camiones que vienen a por la madera, se les ha ocurrido hacer su puesta a los sapos corredores, Bufo calamita. Un lástima, pues tienen muchas posibilidades de ser atropellados cuando vuelvan los trabajadores y, en cambio, el lugar está lleno de otras zonas encharcadas más seguras. No tenía con qué trasladarlas, así que por esta vez actuará la selección natural u ocurrirá lo que tenga que pasar.
Fue un paseo corto pero muy agradable, nos quedamos con las ganas de haber hecho más recorrido. Volveremos, sin duda.


martes, 26 de marzo de 2013

Aves del embalse de Santillana (2ª parte)

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Continúo con las especies de aves que he podido fotografiar más o menos dignamente en el embalse de Santillana a lo largo de estos últimos años, aunque soy muy consciente de que afortunadamente hay muchas más especies de las que aquí pongo. Por cierto, que en la entrada anterior he añadido una imagen de ánades frisos, que tenía olvidados y ahora me he recordado de ellos al poner la foto del cormorán.
Una mañana de invierno pude seguir las evoluciones del andarríos chico, que tan pronto metía todo el pico dentro del agua como picoteaba algún bichillo de la orilla o que pasase flotando. La verdad es que no sé muy bien qué podría encontrar, porque hacía mucho frío e incluso en algunos lugares, donde no había movimiento de agua, el hielo cubría las orillas. No sé cómo soportan el frío en las patas.
Andarríos chico, Tringa hypoleucos 
En cambio, los chorlitejos procuran no mojarse y se mantienen justo al borde del agua con sus rápidas carreras, que parece que tengan ruedas o como esos personajes de dibujos animados que giran las piernas sin mover el cuerpo. Y de vez en cuando, un corto vuelo, para alejarse de ese intruso con cámara de fotos.


Chorlitejos chicos, Charadrius dubius 


En el otro extremo del embalse, lo más alejadas posible de las personas que pasean por las orillas los fines de semana, cerca de donde en la entrada anterior fotografié los cientos de gaviotas sombrías, es el lugar donde se reúnen las cigüeñas. Es curioso, solo unos cientos de metros más allá están sus nidos donde parmanecen separadas por parejas, pero aquí, a la orilla del embalse se reúnen. Muchas de ellas sabemos que acuden a comer, también junto a las gaviotas, al cercano vertedero de Colmenar Viejo. Aquí más bien descansan o quizás charlen sobre sus asuntos:
- "Este año parece que viene bien de agua y vamos a poder comer ranas y sapos"
- "Y yo que venía del nogte de Fgansia buscando un poco de sol"
- "Otgo año me voy a Afgica"
- "No te creas, aquí tienes la comida asegurada en el vertedero y no hay que volar tanto"
Grupo de cigüeñas, Ciconia ciconia.
Y también allí, cuando las gaviotas levantan el vuelo, quedan al descubierto las garzas reales, más flemáticas y menos asustadizas.

Garzas reales, Ardea cinerea.
El embalse de Santillana fue el lugar donde por primera vez vi los cormoranes. Por aquel entonces en medio del agua, frente al castillo, se asomaban unas ramas de árboles, posiblemente fresnos, que hace mucho que desaparecieron. Entonces era mucho menos frecuente verlos en las aguas del interior peninsular. Ahora no están esos árboles, pero siguen fieles a su costumbre de posarse en lugares rodeados de agua, como esas rocas, donde extienden sus alas para secarse.

Cormorán,  Phalacrocorax carbo y un ánade friso que se asoma
por detrás y nos da una idea de su respetable tamaño.
Parece que es más propio de bosques de ribera la visita, aunque sea invernal, de los martines pescadores, pero también aquí se dejan ver de cuando en cuando, tanto en los árboles cercanos al agua como en las rocas y palos de la orilla desde donde pueden otear en busca de pececillos.

Martín pescador, Alcedo atthis.

Naturalmente hay muchas otras especies de aves no estrictamente acuáticas o ligadas al agua que pueden observarse en el entorno del embalse, como la lavandera blanca, haciendo honor a su nombre en la orilla del agua, moviendo la cola como dicen que hacían las mujeres que iban a lavar al río con sus palas para golpear y estrujar la ropa. 

Lavandera blanca, Motacilla alba.
O este carbonero que parece invitarnos a leer los carteles informativos sobre los peces del embalse, puestos hace no muchos años, pero que ya dan muestras de deterioro. La mayoría de estos peces son especies introducidas y seguro que con ellos llegaron las almejas chinas invasoras.
Carbonero común, Parus major.





Igualmente los ubicuos y simpáticos petirrojos alegran los árboles de ribera con sus movimientos casi espasmódicos.
Petirrojo, Erithacus rubecula.
Y, de cuando en cuando, alguna que otra especie más, que acude a beber.
Pardillos comunes, Acanthis cannabina.

martes, 19 de marzo de 2013

Aves del embalse de Santillana (1ª parte)

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En el mes de octubre del año pasado, tras la gran sequía que arrastramos desde el verano, como ya mostré en la entrada sobre la almeja invasora, la cola del embalse tenía este aspecto:


Ahora, después de las abundantes lluvias invernales, desde aproximadamente el mismo lugar, el aspecto del embalse es este:


Con el nivel bajo era más fácil ver aves en el embalse y su entorno, entre otras cosas porque era más sencillo caminar por sus orillas. Ayer mismo apenas vimos alguna gaviota solitaria y unas pocas fochas nadando en medio del agua, pero difíciles de ver con las olas que provocaba el intenso viento.

Focha, Fulica atra.

No nos fue posible ver a los tarros canelos, ni tan siquiera a los abundantes ánades reales, ni a los menos abundantes patos cuchara que otras veces sí he podido ver, aunque siempre bastante alejados para mi equipo fotográfico.
Tarro canelo, Tadorna ferruginea.
Ánade real, Anas platyrhynchos. 
Anade friso Anas strepera


Incluso parece que han desaparecido las abundantes gaviotas, no sabemos si porque muchas de ellas ya han viajado al lejano Norte, donde regresan a criar, o porque el mal tiempo las hace refugiarse en otro lugar ya que sus posaderos habituales del invierno están ahora bajo el agua.


Gaviotas sombrías, Larus fuscus y gaviotas reidoras,
ahora llamadas Chroirocephalus ridibundus.

Las gaviotas que yo he visto son por orden de abundancia sombrías, reidoras y alguna patiamarilla.

Gaviotas reidoras, Chroirocephalus ridibundus, con coloración invernal 
Gaviota reidora, Chroirocephalus ridibundus,
dejándome claro lo que opina de mi y mis fotos.


Una de las especies que casi siempre encuentro en el embalse, y que más me gusta, es el pequeño zampullín cuellinegro. Es curioso pero a veces me da la sensación de que me acompaña en mi paseo por la orilla del embalse, siempre a la misma distancia, poniéndose delante, dejándose adelantar y volviendo a estar en paralelo a mi posición después de sumergirse durante unos minutos. 

Zampullín cuellinegro, Podiceps nigricollis, 
junto al ejemplar de gaviota de la foto anterior, antes de salir volando.


Eso me ha permitido, sin apenas esfuerzo, fotografiar la siguiente secuencia:
Zampullín cuellinegro, Podiceps nigricollis.



Un comportamiento muy parecido es el de sus hermanos mayores, los somormujos lavancos, que ya estarán dejando el plumaje invernal que tenían cuando los fotografié. Estoy deseando verlos en celo con sus espectaculares danzas.

Somormujo lavanco, Podiceps cristatus, en plumaje invernal.


La semana que viene unas cuantas fotos y especies más.