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martes, 8 de marzo de 2011

Setos de jardines (1): ¿Arizónicas? ¡No gracias!

Hace menos de un mes que en Madrid tuvimos un episodio de alarma por contaminación y, asociado a él gran número de brotes alérgicos que yo mismo padecí, pues aunque no soy alérgico a los pólenes, en esta ocasión me he visto afectado.La explicación está más que clara en la noticia que puede leerse en este enlace. La combinación del polen de las arizónicas con los compuestos de la contaminación del aire forman un cóctel altamente irritante. La coincidencia del periodo de polinización de las cupresáceas con un periodo anticiclónico, ha hecho que los niveles de contaminación del aire se disparen y las alergias también.Llamamos arizónicas a diversas variedades de árboles del género Cupressus obtenidos incluso por hibridación de distintas especies. Cupressus arizonica es la más popular. No son especies autóctonas, lo que no ha impedido que se hayan usado para repoblar, incluso en lugares tan emblemáticos como la Pedriza de Manzanares, y que allí se mantengan.
Las arizónicas son árboles de gran porte con tendencia a la forma cónica, aunque no tan regular como los cipreses. Su principal utilización en jardinería es la formación de setos, porque soportan muy bien la poda para dar lugar a verdaderos muros verdes. El rápido crecimiento es una bendición para los nuevos habitantes de "chaletes" cuando plantan estos árboles, y una condena a trabajos forzados para toda la vida si no quieren que ese "hermoso seto" se transforme en una masa desangelada de ramas, que llega a ocupar medio jardín.

Las cupresáceas tienen unas flores femeninas de formas globosas que se llaman gálbulos y las masculinas parecen ninúsculas piñas que cubren por entero los extremos de las ramas. Esas flores, de color amarillento y aspecto escamoso, producen millones de granos de polen que es arrastrado por el viento formando verdaderas nubes. Es necesaria esa cantidad para que algunos de ellos lleguen hasta las flores femeninas, que empiezan a abrirse en la misma época. Tan gran cantidad de polen es un suplicio para las personas alérgicas que no entienden cómo es posible que en pleno invierno tengan tan fuertes reacciones.
El tronco es escamoso y muy cargado de resinas, y arde con gran facilidad, por lo que no es muy recomendable situar cerca de un seto de arizónicas una barbacoa de jardín. Además, bajo las arizónicas tampoco es conveniente aparcar el coche en pleno verano pues, casi con seguridad, debido al calor, la resina chorreará sobre él y nos dejará un recuerdo difícil que limpiar en la carrocería. Para colmo, no están exentas de plagas y en muchas ocasiones tienen grandes zonas atacadas por la enfermedad o grandes calvas producidas por una poda mal hecha. Aún así los viveristas las siguen recomendando a los incautos que llegan a por sus primeras plantas para el jardín. Astuta estrategia para asegurarse el encargo de las podas o la posterior venta de herramientas y productos para su cuidado.

No consigo explicarme el éxito de esta planta en las urbanizaciones, excepto por la falta de conocimientos e imaginación de los propietarios de las casas de campo. Ya solo las alergias que producen, tanto por el polen inhalado como por contacto con las hojas y ramas escamosas, que llegan a producir urticarias, especialmente cuando se están haciendo los trabajos de poda, serían suficientes. Pero es que además reporta muy pocas ventajas, excepto, quizás, la de formar una pared verde que nos aisle del exterior.


El estilo de poda de las arizónicas en forma de muro liso o con formas geométricas está muy pasado de moda y suele tener muy poco que ver con el resto de la composición de los jardines actuales. La misma sensación de intimidad que se consigue con estos muros se puede lograr con otras especies que ofrecen más belleza y variedad, en forma de flores, frutos y distintas coloraciones a lo largo del año, con mucho menos trabajo de mantenimiento.
















Además, las arizónicas se suelen ir ensanchando año tras año, ocupando cada vez más espacio, tanto hacia el interior del jardín como hacia las aceras colindantes. Algunos de los setos de las de las fotografías anteriores tienen casi tres metros de anchura. Es un espacio totalmente perdido, porque la zona verde solo ocupa los cinco centímetros exteriores, el interior es un entramado de palos. Si se intentase podar de nuevo para estrechar esas murallas vegetales, se quedaría a la luz la zona seca que ya no tiene recuperación posible.

Pero para mí, una de las peores cosas que tienen las arizónicas es que apenas contribuyen a beneficiar a las aves, insectos y otros seres del entorno. Ninguna abeja ni mariposa acudirá a libar y pocos pájaros hacen sus nidos entre ellas, ni musgos ni líquenes cubrirán sus ramas. No tienen huecos para que pequeños animales busquen escondrijo. Claro que, ahora que lo pienso, quizás sea esa una ventaja para los urbanitas que quieren casa de campo no para estar en contacto con la naturaleza, sino para aislarse de todo lo que tenga que ver con ella y con el prójimo.

Qué diferente es el concepto de seto inglés, con su mezcla de especies, su oferta de variados recursos para la fauna y la flora autóctona. Otro día le dedicaré una entrada sobre especies adecuadas para setos y así resarcirme de la negatividad de la de hoy.
Edito: La entrada que comento en el párrafo anterior puede verse pinchando AQUÍ. Como puede verse, hay alternativas a las arizónicas más fáciles de mantener, más variadas a lo largo del año, más productivas y, eso es cuestión de gustos, en mi opinión, más bonitas.

jueves, 21 de mayo de 2009

Jaras, el monte convertido en jardín o el jardín convertido en monte.

Ya lo comenté en la entrada anterior, estos días las flores de las jaras dominan los paisajes peninsulares serranos y no tan serranos. Sabemos que su extensión se corresponde con la deforestación, tras la tala o el incendio fundamentalmente, y que en su lugar dominante deberían estar variadas especies arbóreas. Sin embargo, en nuestros cercanos paisajes parecen estar para quedarse, aunque en algunos lugares, de manera espontánea o gracias a la intervención forestal, robles encinas y otros árboles se estén desarrollando bajo su protección.
También han invadido lo que antes eran prados de monte, donde pastaban ovejas y cabras. Esperemos que esa evolución de las series vegetales continúe y nuestras generaciones futuras vean paisajes más cercanos a bosques que a estepas ya que los tiempos de explotación pastoril, como no se nos recrudezca la crisis, parece que no van a volver.
Las jaras son arbustos pertenecientes a la familia Cistaceae, muy extendida en los paisajes europeos, especialmente en los mediterráneos. Dentro de esta familia, las jaras, del género Cistus son las más notorias y conocidas.

En mi entorno son tres las especies principales por su tamaño y vistosidad:

- Cistus ladanifer, llamada jara pringosa o jara del ládano.
Posiblemente la más abundante, desde cotas bajas hasta los 1.500 metros en la Sierra de Guadarrama, aunque también depende de orientaciones y extensiones locales.
Sus flores son blancas. Tienen gran número de capullos y cada día, el amanecer, se abren unos cuantos. Es un espectáculo verlos abrirse, pues es su interior están los pétalos completamente arrugados y a la luz del sol se desdoblan y extienden. En algunas plantas las flores presentan una mancha pardo-rojiza en la base de cada uno de los cinco pétalos. Esas manchas está claro que son señales que atraen a los insectos, como demostró Karl Von Frich en sus trabajos con las abejas. De hecho, hay muchas plantas en cuyas flores nosotros no vemos las manchas (como ocurre en el género Potentilla). En cambio, los ojos de insectos y aparatos fotográficos sensibles al ultravioleta sí que las ven.
Las hojas son estrechas e impregnadas de una resina pringosa con la que se ha ganado a pulso su nombre común. Esas resinas fueron explotadas para extraer el ládano, utilizado en farmacia, perfumería y para fabricar insecticidas.
Hay algunos lugares donde se ven plantas con flores manchadas y plantas con flores blancas, pero lo normal es que dominen las unas o las otras.

- Cistus laurifolius, jara estepa o estepa.
Es la jara que sustituye a las jaras pringosas a mayores altitudes, aunque hay una ancha franja altitudinal donde conviven las dos y, de hecho, se han dado casos de hibridación. Aquí mismo en la zona de Becerril y Matalpino, a unos 1.100 m de altitud se ven las dos juntas y hay plantas que no sabes muy bien a cual de las dos especies pertenece.
La forma de diferenciarlas no son las flores, que son casi idénticas, sino las hojas. Como dice su nombre científico "hoja de laurel" las hojas son más anchas y algo duras, aunque nada brillantes.
Las flores no tienen manchas en la base de los pétalos o, al menos yo, no las he encontrado ni he leído nada en la literatura, aunque dadas las posibles hibridaciones, ¿quien sabe?
Para que no quede ninguna duda, en la foto siguiente aparece a la izquierda la laurifolia y a la derecha la pringosa.

- Cistus albidus, estepa blanca o jaguarzo.
El nombre de blanca no viene de sus flores, que son rosadas, sino del aspecto de las hojas, que son blanquecinas y cubiertas de una especie de terciopelo.
Si todas las jaras son plantas bonitas, con sus grandes y numerosas flores, dignas de cualquier jardín, esta me parece realmente espectacular. No está en mi zona de la Sierra, sino en altitudes y latitudes más bajas.
Nada dicen mis libros de que tengan mancha en la base de los pétalos, pero las plantas que hay en el jardín mediterráneo del Museo de Ciencias, en Madrid, sí que los tienen.

Todas estas jaras abren sus flores al amanecer y dejan caer sus pétalos a la caída de la tarde a medida que las sombras van cubriendo las laderas. La más mínima alteración, el viento, el paso de un animal o el roce con nuestras piernas en el paseo vespertino, deja caer una lluvia de pétalos a nuestros pies.
Durante el día han cumplido su función, han alimentado a los más variados insectos con su nutritivo néctar y polen. Estos, a cambio, han transportado su polen de flor en flor fecundándolas y, a veces, hibridando las dos especies que viven juntas.