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jueves, 30 de abril de 2020

El pajarero del visillo 2: Otras especies


La anterior entrada la dediqué en exclusiva a los gorriones por su abundancia en ejemplares y observaciones, pero hay otras especies que se he podido cotillear y fotografiar desde detrás de la ventana en estos días de confinamiento, a la espera de poder salir a mi entorno y disfrutar de esta primavera que, por todos los indicios, debe ser impresionante.
Comenzaré con los esquivos mirlos, Turdus merula, que se dejan ver a diario pero rara vez con tranquilidad. Ellos no dependen de las golosinas de los comederos, sino de las lombrices y demás bichillos que pululan por el suelo del jardín. Haciendo eso, son responsables de algunos pequeños destrozos entre las plantas de pequeño porte. Así, arrancan el sedum y las siemprevivas de la rocalla en su exploración buscando el alimento. Se ven en varios sitios del jardín y estoy seguro de que tienen nido, seguramente entre la hiedra, lo que me retiene un poco a la hora de podarla. Como me parece muy interesante y hasta sorprendente, me referiré a unos estudios de hace unos años en los que se descubrió que los mirlos descubren a las lombrices bajo el suelo gracias al oído. En efecto, cuando se observa a un mirlo buscando lombrices se ve cómo tuerce la cabeza para escuchar los sonidos bajo el suelo.
Un buen momento para verlos y hacerles fotos es el del baño, del que disfrutan como casi todo emplumado hijo de vecino. Siempre van solos, o como mucho en pareja, pues son muy territoriales y pendencieros.
Sobre ellos ya escribí hace unos años, cuando descubrí cómo un par de madres se dedicaban a alimentar a sus hijos con los frutos del serbal de los cazadores, cosa que por cierto, a un experto investigador le sorprendió mucho ya que lo normal es que les den de comer proteína animal. Las observaciones de un simple jardín pueden tener más importancia de lo que se piensa. También es curioso que dos hembras se dediquen a alimentar a un solo pollo tras haber perdido una de ellas al suyo. AQUÍ está el ENLACE.
Tras los gorriones y tórtolas, los más fieles al jardín son los carboneros comunes, Parus major, que vienen a todas horas al comedero. Son varios, aunque raramente coinciden, lo sé porque los puedo diferenciar: entre los machos uno es más colorido, otro más pequeño y despeluchado, uno está anillado, además de las hembras. Intento hacer fotos "carnet" de cada uno, pero mucho me temo que me llevará demasiado tiempo.
En la foto anterior una pareja en plena bronca. En la ristra de cacahuetes quedaban pocos con semilla y el macho los tiene acaparados a pesar de la insistente queja de la hembra. Cuando la ristra está repleta no existen esos problemas conyugales.
Otro alimento que les he puesto recientemente, a modo de experimento, y que comen de vez en cuando, es un trozo de tocino. Debo decir que cuando los insectos son abundantes en el entorno, los carboneros dejan de venir al comedero. De hecho en pleno verano los cacahuetes duran semanas, mientras que en invierno tengo que renovarlos cada pocos días. Ahora estamos en una época de transición y empieza a haber insectos, pronto dejarán de venir.
Especial ilusión me hace ver a las currucas capitoradas, Sylvia atricapilla, "rara avis" en el jardín. Se ven con más frecuencia en otoño, a las diversas bayas y frutos que tengo en arboles y arbustos y, muy especialmente cuando el olivo tiene aceitunas, pero ahora en primavera a lo que vienen es a tomar el néctar de las flores. Las descubrí el año pasado en el almendro de mis vecinos, que tiene muchas ramas sobre mi jardín, y estos días pasados las he visto en el árbol del amor, Cercis siliquastrum, como se ve a la hembra en las siguientes fotos.

También, como no, visitan el baño, que siempre tienen a su disposición. En la anterior entrada mostré cómo un macho tenía que esperar su turno hasta que terminase de bañarse un gorrión. Aquí está el mismo, en plena faena.
Es un placer conseguir ver a los verdecillos, Serinus serinus, inquietos como ellos solos y difíciles de fotografiar. Como otros años, creo que tienen nido en el jardín. Aquí un precioso macho bebiendo en el estanque.
También bajan a los frutos del olivo, desde los tejados y cables eléctricos donde se suelen posar, los estorninos negros, Sturnus unicolor, pero casi nunca lo hacen a los comederos, aunque varios años han criado en el jardín. Así, estos días me tengo que conformar con verlos de lejos, como este día nublado de hace un par de semanas, cantando al amanecer.
En los tejados también veo a menudo a las urracas, Pica pica y últimamente tienen vigilada la colonia de gorriones de los paneles solares. Continuamente sorprenden con su inteligencia. Me temo que cuando salgan los volantones van a hacer alguna trastada. Visitan el comedero, al menos, dos parejas que se turnan esperando pacientemente a que las anteriores se vayan. Son muy desconfiadas, cuando ellas bajan los gorriones huyen, pero no se atreven a acudir cuando en el comedero hay alguna tórtola, como ya conté en esta otra entrada (AQUÍ).
En la foto, el último día de nieve, en el comedero:
Y hablando de tórtolas, Streptopelia decaocto, las segundas más fieles al comedero, como dije antes. Una pareja viene directa desde un gran cedro del vecindario, donde supongo que tienen el nido. En cuanto salgo al jardín y ven que vuelvo a entrar en casa, deben suponer que les he puesto comida y bajan rápidamente. La mayoría de las veces se llevan un buen chasco, pero no parecen perder la esperanza.
Comparten comida perfectamente con los gorriones y carboneros, pero son intransigentes con otras tórtolas. Sólo baja esa pareja y es siempre la misma, reconozco a una de ellas porque tiene una pluma cobertora descolocada en una de las alas. Como se les ocurra venir a otras, que hay bastantes en el vecindario, la que les montan es de órdago.
A veces las veo también comiendo sedum en otras partes del jardín y también recogiendo ramitas para el nido a primera hora de la mañana, pero no son necesariamente la misma pareja, porque llegan y se van con su carga desde diferentes lugares. El comedero está en el otro lado de la casa.
La última especie que he podido fotografiar desde las ventanas, es la paloma torcaz, Columba palumbus. Son desconfiadas, acuden raramente al comedero, pero sí a beber agua, más en el estanque que en el bebedero que les pongo. También recogen ramitas para su nido. A algunas las veo llegar volando desde más lejos, desde el norte, pero tengo una pareja criando a escasos metros, en un pino de la parcela vecina, al sur.
Y hasta aquí las especies cotilleadas desde las ventanas. Otra cosa son las que pasan volando y veo estando en el jardín. En estos días de confinamiento han sido, que recuerde: buitre leonado y negro, águila imperial, águila calzada, milano real y negro, cigüeña y golondrina. Tengo algunas fotos que no merecen mucho la pena, pero por su importancia, añado a este damero de águila imperial, Aquila adalberti, que es la menos habitual y que más ilusión me hace.


viernes, 24 de abril de 2020

El pajarero del visillo: Espiando a los gorriones




Que me perdone José Mota por tomarle prestado el título, no es "la vieja" sino yo mismo el que se esconde tras los visillos de mis ventanas para espiar a mis vecinos... alados.
En estos días es todo un clásico en las redes sociales de los medios naturalistas mostrar las fotos, fundamentalmente de aves, vistas desde balcones y ventanas. Yo mismo en mi Facebook no he podido resistir la tentación de publicar durante el confinamiento, empezando con el título "Desde el Hide Ventana de la cocina". Si bien llevo años haciendo fotos desde ese lugar y muchas veces mostrándolas en este blog.

No todas las especies que veo consigo fotografiarlas, algunas porque no acuden a los comederos o baños y otras por ser muy desconfiadas y asustarse en el mismo momento en que me asomo, aunque sea a través de dos ventanas con dobles vidrios y, como no, medio escondido detrás del visillo.
Pero hasta los más humildes gorriones son dignos de admirar y apreciar su belleza, aparte de que nos hacen testigos de primera línea de interesantes comportamientos.
Así, comenzando por los gorriones, puedo disfrutar al verlos despeluchados a primera hora de la mañana, al salir de sus nidos y comenzar a atusarse convertidos en una graciosa bola de plumas, aunque la falta de luz y sus movimientos no colaboren para hacer una buena foto.
Poco después vuelan a buscar su desayuno pero no tardan en volver, muchas veces cargados de palitos, plumas y demás materiales para arreglar el nido. Al menos, en los primeros días de nidificación, supongo que pronto estarán más atareados consiguiendo comida para los pedigüeños polluelos.
Este año un gran grupo de gorriones han decidido formar una colonia bajo los paneles solares que mi vecino colocó en su tejado para calentar la piscina. Supongo que ahora que hace fresco les vendrá bien el calorcillo, cuando sale el sol. No se que pasará cuando apriete el calor de verdad, bajo esa superficie negra pensada para absorberlo. Supongo que tendrán que hacer mudanza antes de ponerse con las siguientes nidadas. Las fotos del día de la nevada, hace casi un mes, me recuerdan a cuando yo mismo tenía que palear la nieve para salir al trabajo.


Para recoger el material rebuscan en el suelo y entre los restos que hay en el propio tejado, de los que hayan podido arrastrar unos u otros al salir de sus nidos, pero también arrancan hierbas y ramitas de los árboles cercanos. En casa les gustan especialmente las más finas del taray. 
Hace ya años que desapareció una bonita planta que tenía mi esposa en su zona de jardín, Cineraria maritima (antes llamada Senecio cineraria) que, con sus suaves hojas vellosas les debían encantar para mullir los nidos, y no dejaban una. A este respecto recuerdo que esa planta, igual que su pariente la hierba de Santiago, Jacobaea vulgaris (antes llamada Senecio jacobaea), es tóxica. Se ha afirmado que las aves utilizan plantas tóxicas y aromáticas para mantener sus nidos libres de parásitos. En casa, más adelante porque ahora aún no han crecido, también arrancan ramitas de menta, es posible que con esa función, pero no está nada clara la intencionalidad consciente por parte de los pájaros. En el caso de la cineraria estoy casi seguro de que les gusta por ser un buen y suave aislante. De hecho, también tengo hierba de santiago en el jardín y no la tocan.
En su libro "Un leopardo en el jardín", Álvaro Luna, comenta el caso de los gorriones urbanos que utilizan las colillas de cigarrillo, con su filtro impregnado de nicotina, como material del nido. Está comprobado que esos nidos tienen menos parásitos, sí, pero también se ha analizado a padres y polluelos y presentan anomalías sanguíneas, luego la nicotina no les beneficia para nada. En cualquier caso, más que intención por parte de las aves habría que buscar una ventaja adaptativa y es demasiado pronto para sacar esa conclusión.
Antes de continuar, diré que si bien la primera hora de la mañana es la preferida para recoger material para el nido, se les puede ver haciéndolo a otras horas, pero no tan a menudo. Es posible que el rocío de la madrugada haga que los materiales humedecidos sean más maleables para colocarlos y darles forma en el nido.
En casa tenemos diversos tipos de comederos para atraer a las aves, normalmente no les doy tanto de comer y si lo hago es más bien en invierno, que es cuando más lo necesitan. Esta primavera, de manera quizás un poco egoísta, les pongo algo más y más variado para tener más oportunidades de observarlos y hacerles fotos. 
Algo de pan, muy poco porque poco comemos estos días, y comida para pájaros domésticos es lo que les pongo. De vez en cuando algún resto de fruta, les encanta la manzana, y los cacahuetes que les roban a los carboneros. Ellos son los encargados de extraerlos de las cáscaras... cleptoparasitismo se llama eso, pero esa es de otra historia que conté en otras entradas (AQUÍ la explicación  y  AQUÍ los vídeos).
En pleno verano, más importante que los alimentos, que de sobra encuentran en el campo, es la disponibilidad de agua. En mi jardín tienen los estanques, pero les gusta más su propio baño, con poca profundidad. He visto que no dudan en bañarse con temperaturas de 6ºC. ¡Frioleros no son! Aunque hay que reconocer que no se mojan el cuerpo, el agua no les llega a la piel, solo les vale para peinar las plumas y aislarse mejor.
A veces otros "vecinos" tienen que esperar cola para usar el baño. También se dan sus baños de arena, aunque en la siguiente foto más bien es de gravilla. Creo que lo que hacían era secarse al frotarse contra el suelo.

Hay otras especies, no demasiadas, que he podido ver y fotografiar estos días, pero lo dejo para una próxima entrada.

miércoles, 5 de junio de 2019

Dos historias de pájaros en el jardín.

Comedias, dramas y pequeñas tragedias ocurren cada día en nuestro entorno sin que apenas nos demos cuenta. Varias veces me he encontrado un pajarillo muerto en el jardín: volantón ahogado en el estanque, decapitado por quien sabe que depredador, junto a la casa, quizás chocado contra una ventana. Algunas veces he podido saber a ciencia cierta lo que había ocurrido, como la vez que mi vecina pudo observar que una rana cazó y ahogó a un gorrión que se estaba bañando en la orilla y luego tuvo que dejarlo, al no poderlo tragar. Otras veces son situaciones más alegres, como ver cómo sacan adelante los polluelos, los cortejos, las discusiones entre machos y la competencia incruenta por el alimento o los baños en agua y en arena.
Hoy en un rápido apunte voy a contar dos historias cuyos protagonistas han sido un petirrojo (Erithacus rubecula) y un herrerillo común (Cyanistes coeruleus). La mala del cuento, aunque de manera involuntaria, será la urraca (Pica pica).

En el jardín, este año, hay un petirrojo. No es muy frecuente en primavera y verano, aunque sí en otoño e invierno que es cuando acuden a los comederos y andan por el suelo. Este es difícil de ver, se mueve entre las bases de los arbustos y pasa muy desapercibido. Pero cuando mi mujer se pone a regar su pequeño huerto no tarda en aparecer y seguirla. Y es fiel a su cita a la caída de la tarde.
Estoy seguro de que se aprovecha de los pequeños insectos y lombrices que se descubren al recibir el chorro de agua pero, como puede verse en las fotos, también es el momento para darse un baño en los charcos. Es curioso: tiene a su disposición varios cacharros de poco fondo con agua limpia y renovada casi a diario y es donde se bañan otros pájaros, pero él, como hacen a menudo los perros y los niños, prefiere chapotear en los charcos.
Espero que siga haciéndolo y que me dé más oportunidades de fotografiarlo.


La historia del pequeño herrerillo podía haber terminado muy mal, pero afortunadamente esta vez fui testigo de la escena y pude intervenir.
Estaba viendo toda una familia de herrerillos, los padres y al menos cinco pollos volantones, entre las ramas del olivo, los tarayes y uno de los estanques, bañándose y bebiendo junto a algunos gorriones. 
Me llamó la atención que uno de ellos en lugar de usar el platillo que habitualmente utilizan, prefirió posarse en una hoja de nenúfar y aprovechar el hundimiento de esta para sumergirse parcialmente y hacer su abluciones. Me pareció un deporte de riesgo, pero no tuvo ningún problema en salir volando.
Sin embargo, entre ellos había uno que parecía estar despistado del resto...
Estaba observando y fotografiando a este pequeño que se había mojado en las rocas de la orilla cuando llegó volando una urraca y provocó la desbandada general de toda la familia, que desapareció como por encanto.

Todos menos, justamente, el que estaba fotografiando en ese momento, que se quedó literalmente petrificado. La urraca no le vio, miró el comedero, que estaba vacío y volvió a irse, pero el herrerillo, cuando minutos después consiguió volver a moverse, lo que hizo fue caerse al agua.

Todo esto lo estaba observando desde la ventana de la cocina, así que salí a tiempo para rescatarle y ponerle al sol en las ramas del olivo donde puede seguir vigilando por lo que pudiera pasar. 

La familia no volvió a por él, dicen que los pájaros no saben contar y quizás no le echaron de menos, pero poco a poco él se fue atusando las plumas para secarse, ...

 ... fue capaz de salir de su estado de pánico y dar un corto vuelo a una rama más alta para finalmente irse por el mismo camino que tomaron sus padres y hermanos. No los he vuelto a ver, espero que los encontrase o, por lo menos, que haya sido capaz de alimentarse y buscarse la vida. Creo que sí, que era bastante grande para alimentarse solo... o eso me gusta pensar.




jueves, 21 de septiembre de 2017

Aves de Terceira, Azores, y sus endemismos.

Como islas volcánicas que nunca han estado comunicadas con el continente y están muy alejadas de él, ya vimos que las Azores no tienen ni anfibios ni reptiles autóctonos. Igualmente los únicos mamíferos que han llegado por sí mismos a las islas son los murciélagos, que lo han podido hacer volando.
De la misma manera las aves pueden llegar a las islas, establecerse en ellas e incluso evolucionar hasta ser subespecies diferentes a las continentales. Otro asunto son las especies migradoras que al no estar aisladas no están afectadas por la deriva genética de las pequeñas poblaciones.
Las aves marinas utilizan las islas para descansar en sus viajes y algunas también para reproducirse, en algunos casos después de haber estado todo el resto del año en el mar abierto.

Ese es el caso de la pardela cenicienta Calonectris diomedea borealis, que es la subespecie atlántica, diferente a la del Mediterráneo. Pude observarla desde el barco que nos llevó a ver cetáceos, de otra manera hubiese sido imposible conseguir las siguientes fotos.
Pardela cenicienta, Calonectris diomedea borealis 
Más homogénea en sus poblaciones es la gaviota patiamarilla, Larus michahellis, aunque a algunos aún nos cuesta no decir argéntea. El grupo de la siguiente foto estaba en una laguna artificial de agua dulce y era evidente que estaban aprovechando el baño para limpiarse el plumaje.
Gaviota patiamarilla, Larus michahellis
En la costa el ave acuática que más veces vimos fue el charrán común, Sterna hirundo, que pescaba incansablemente pequeños peces cerca de la orilla.
       
Charrán común, Sterna hirundo 
Pasando ya a las aves terrestres, en Azores hay una subespecie propia de paloma torcaz, Columba palumbus azorica y en Terceira la pudimos observar en varios sitios, casi siempre en zonas forestales.
Paloma torcaz de azores, Columba palumbus azorica
Pero la que estaba en todas partes, desde los puertos y pueblos hasta en los acantilados, era la paloma bravía o doméstica, Columba livia, que ha sido introducida y es una verdadera invasora. El diseño más abundante es el que aparece en la foto siguiente y no el característico de las poblaciones silvestres del continente, con dos bandas alares. Pero las hay de todos los colores y diseños, como corresponde a su origen doméstico.
Paloma bravía, Columba livia
Otra subespecie endémica que pudimos ver fue la lavandera cascadeña, Motacilla cinerea patriciae. 
 Lavandera cascadeña, Motacilla cinerea patriciae
Un endemismo más, el abundante mirlo común, Turdus merula azorensis.
Mirlo de Azores, Turdus merula azorensis 
Algunas aves de las Azores están emparentadas con las de Canarias y el canario, Serinus canaria es una buena muestra de ello. Es una delicia observar a estas aves, que en mis viajes a Canarias no he conseguido ver, volando libres. No son muy diferentes en comportamiento a los verdecillos y verderones que hay en mi jardín, pero tienen ese plus de ser una especie que no tenemos en la Península. Lamentablemente son muy asustadizos y no he podido hacerles una foto a gusto en el poco tiempo disponible en el viaje.  
 Canario, Serinus canaria
Por el contrario, los pinzones son bastante "sinvergüenzas" y además de estar en todas partes, no dudan en acercarse a la gente en las zonas turísticas, donde consiguen con su belleza y simpatía alguna que otra golosina en forma de migas de pan o frutos secos. También son endémicos y se diferencian bien de los ibéricos. Su nombre: Fringilla coelebs moreletti.
 Pinzón de Azores, Fringilla coelebs moreletti
La última especie silvestre que pude fotografiar fue el estornino pinto, que también tiene su propia variedad, Sturnus vulgaris granti, en las islas. Parece que es de menor tamaño que la subespecie nominal, propia del sur de Europa. Solo conseguí hacer foto de unos juveniles menos desconfiados que se habían bañado en un arroyo y estaban tomando el sol en un murete de lava volcánica. 
Jóvenes volantones de estornino pinto, Sturnus vulgaris granti. 
Tuvimos una visión fugaz del ratonero de las Azores, Buteo buteo rothschildi, muy alto y que enseguida se metió tras los árboles y no me dio tiempo ni a sacar la cámara de la bolsa. Una pena, es un ave casi mítica, los descubridores de las islas las llamaron Azores por confundir su nombre con el de los Accipiter gentilis. También vimos fochas y ánades reales, pero a tanta distancia que no conseguí ninguna foto decente. Y, como no, gorriones, otra especie introducida que se encuentra por todas partes.

No me puedo resistir a poner fotos de estos Gallus gallus domesticus de raza portuguesa, aunque sean domésticos. Gallos, gallinas y pollos tienen un diseño que me parece de una belleza propia de animal salvaje.
Gallo, gallina y pollitos de raza portuguesa, Gallus gallus domesticus 
Y como curiosidad, también domésticas, las pintadas, que alguna vez he visto silvestres en África, y que me resultan muy graciosas y vivarachas. Numidia meleagris.
Pintada, Numidia meleagris