jueves, 21 de mayo de 2009

Jaras, el monte convertido en jardín o el jardín convertido en monte.

Ya lo comenté en la entrada anterior, estos días las flores de las jaras dominan los paisajes peninsulares serranos y no tan serranos. Sabemos que su extensión se corresponde con la deforestación, tras la tala o el incendio fundamentalmente, y que en su lugar dominante deberían estar variadas especies arbóreas. Sin embargo, en nuestros cercanos paisajes parecen estar para quedarse, aunque en algunos lugares, de manera espontánea o gracias a la intervención forestal, robles encinas y otros árboles se estén desarrollando bajo su protección.
También han invadido lo que antes eran prados de monte, donde pastaban ovejas y cabras. Esperemos que esa evolución de las series vegetales continúe y nuestras generaciones futuras vean paisajes más cercanos a bosques que a estepas ya que los tiempos de explotación pastoril, como no se nos recrudezca la crisis, parece que no van a volver.
Las jaras son arbustos pertenecientes a la familia Cistaceae, muy extendida en los paisajes europeos, especialmente en los mediterráneos. Dentro de esta familia, las jaras, del género Cistus son las más notorias y conocidas.

En mi entorno son tres las especies principales por su tamaño y vistosidad:

- Cistus ladanifer, llamada jara pringosa o jara del ládano.
Posiblemente la más abundante, desde cotas bajas hasta los 1.500 metros en la Sierra de Guadarrama, aunque también depende de orientaciones y extensiones locales.
Sus flores son blancas. Tienen gran número de capullos y cada día, el amanecer, se abren unos cuantos. Es un espectáculo verlos abrirse, pues es su interior están los pétalos completamente arrugados y a la luz del sol se desdoblan y extienden. En algunas plantas las flores presentan una mancha pardo-rojiza en la base de cada uno de los cinco pétalos. Esas manchas está claro que son señales que atraen a los insectos, como demostró Karl Von Frich en sus trabajos con las abejas. De hecho, hay muchas plantas en cuyas flores nosotros no vemos las manchas (como ocurre en el género Potentilla). En cambio, los ojos de insectos y aparatos fotográficos sensibles al ultravioleta sí que las ven.
Las hojas son estrechas e impregnadas de una resina pringosa con la que se ha ganado a pulso su nombre común. Esas resinas fueron explotadas para extraer el ládano, utilizado en farmacia, perfumería y para fabricar insecticidas.
Hay algunos lugares donde se ven plantas con flores manchadas y plantas con flores blancas, pero lo normal es que dominen las unas o las otras.

- Cistus laurifolius, jara estepa o estepa.
Es la jara que sustituye a las jaras pringosas a mayores altitudes, aunque hay una ancha franja altitudinal donde conviven las dos y, de hecho, se han dado casos de hibridación. Aquí mismo en la zona de Becerril y Matalpino, a unos 1.100 m de altitud se ven las dos juntas y hay plantas que no sabes muy bien a cual de las dos especies pertenece.
La forma de diferenciarlas no son las flores, que son casi idénticas, sino las hojas. Como dice su nombre científico "hoja de laurel" las hojas son más anchas y algo duras, aunque nada brillantes.
Las flores no tienen manchas en la base de los pétalos o, al menos yo, no las he encontrado ni he leído nada en la literatura, aunque dadas las posibles hibridaciones, ¿quien sabe?
Para que no quede ninguna duda, en la foto siguiente aparece a la izquierda la laurifolia y a la derecha la pringosa.

- Cistus albidus, estepa blanca o jaguarzo.
El nombre de blanca no viene de sus flores, que son rosadas, sino del aspecto de las hojas, que son blanquecinas y cubiertas de una especie de terciopelo.
Si todas las jaras son plantas bonitas, con sus grandes y numerosas flores, dignas de cualquier jardín, esta me parece realmente espectacular. No está en mi zona de la Sierra, sino en altitudes y latitudes más bajas.
Nada dicen mis libros de que tengan mancha en la base de los pétalos, pero las plantas que hay en el jardín mediterráneo del Museo de Ciencias, en Madrid, sí que los tienen.

Todas estas jaras abren sus flores al amanecer y dejan caer sus pétalos a la caída de la tarde a medida que las sombras van cubriendo las laderas. La más mínima alteración, el viento, el paso de un animal o el roce con nuestras piernas en el paseo vespertino, deja caer una lluvia de pétalos a nuestros pies.
Durante el día han cumplido su función, han alimentado a los más variados insectos con su nutritivo néctar y polen. Estos, a cambio, han transportado su polen de flor en flor fecundándolas y, a veces, hibridando las dos especies que viven juntas.

3 comentarios:

  1. Pues no soy especialmente campero, tú lo sabes bien, Jesús, pero precisamente guardo yo buenos recuerdos de las jaras. Cuando de pequeño iba con mis padres al Pardo.
    Era fácil observar los insectos en esas flores tan espectaculares y llamativas, al menos para un crío de barrio de ciudad.
    Un abrazo.

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  2. De jovenzuelo tenía yo cierta manía a las jaras pringosas, precisamente por ser tan pringosas cada vez que atravesaba sus territorios. Ahora son como de la familia y me deleitan sus flores y su perfume. En nuestra zona son tan abundantes que estoy convencido de que el nombre de Torrelodones (pueblo de la rampa serrana del Guadarrama)procede de un antiguo Torre ladones (de lada o ladón, que son nombres que también reciben estas jaras) y no por la existencia de lodones o almeces (Celtis australis) árboles inexistentes allí.
    Por otra parte, me da la sensación de que los jaguarzos del museo pudieran ser un híbrido entre la variante de la jara pringosa (conocida como: jara de las cinco llagas) y el jaguarzo. Habría que verlas en el jardín del Museo con detenimiento...y una cervecita.

    Un abrazo

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  3. Hola Javier,
    Tus comentarios son, como siempre, de lo más interesantes y aportan una valiosa información.
    Siempre será una alegría tomar contigo una cervecita en la terracita junto al Museo, pero como nos conocemos y se nos va pasando el tiempo y hasta la floración (... de las jaras), te informo que más cerca de tu casa, en la "rotonda del lobo cojo" de Alpedrete, han tenido a bien ajardinarla con jaras y jaguarzos. Si supiese a quien, no dudaría en felicitarle por su acertada elección. De hecho, quizás lo haga a través de alguno de los periódicos de la sierra.
    Bueno, a lo que iba, que los jaguarzos y las jaras, los dos, tienen sus manchas. Posiblemente procedan de algún vivero de plantas autóctonas que cultiva esa variedad. Y, por cierto, ya me gustaría contactar con un vivero de esos.

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