lunes, 10 de septiembre de 2012

La importancia de tener un nombre.

--> El caso de la avispa Tropidodynerus flavus y su comportamiento de nidificación.

"- ¿Qué hierba es esa.../...?
- No lo sé.
- La llaman cuatrifolia.
.../...
- ¿Para qué sirve, maestro?
- Para nada que yo sepa.
.../...
Cuando sepas reconocer la cuatrifolia en todas sus sazones, raíz, hoja y flor, por la vista y por el olfato, y la semilla, podrás aprender el verdadero nombre de la planta, 
ya que entonces conocerás su esencia, que es más que su utilidad."

Un mago de Terramar, 1968
Ursula K. Le Guin

En uno de los fantásticos libros de Ursula K. Le Guin, fantásticos por ser de fantasía y ciencia-ficción y porque lo son de verdad, se puede leer esa frase que le dice su maestro al mago protagonista. Además, a lo largo del relato se insiste en que conocer el verdadero nombre de personas, criaturas o cosas, te da poder sobre ellos.
Muchas veces he recordado ese detalle del libro porque en esencia eso es lo que buscan tanto los científicos, que se empeñan en conocer a fondo las especies y ponerles un nombre, como los naturalistas que anotamos en nuestros cuadernos las especies que observamos en nuestras salidas al campo. Es como si al poner o conocer su nombre, de alguna manera, las dominásemos.

Durante un paseo familiar por la Sierra de Grazalema el 26 de junio pasado, sufriendo un adelanto del intenso calor que hemos padecido este verano, nos sorprendió ver a un lado del camino varias decenas de nidos de avispas en el suelo. Habría casi un centenar en poco más de un metro cuadrado. La actividad de los insectos era frenética, mientras unos se afanaban en hacer agujeros otros se dedicaban a taparlos y, lo más curioso, alguna avispa sacaba larvas de su nido y luego las metía y volvía a taparlo.
No podíamos aguantar más tiempo el sol y el calor, llevábamos más de tres horas andando y estábamos deshidratados. Tomé las fotos que pude y grabé vídeos sin saber muy bien lo que estaba observando. El trabajo de identificación e interpretación de lo que habíamos visto me tocaría hacerlo en casa.
Como suelo hacer, recurrí a la web de Biodiversidad virtual, suponiendo que se trataba de una avispa de la familia Vespidae. Son muchas las especies de esta familia y algunas muy parecidas entre sí. Por el aspecto robusto y su tamaño me parecía una avispa emparentada con Polistes Vespa, más por el color rojizo de la parte anterior del abdomen no me parecía una avispa común. Por fin localicé que no pertenecía a las Vespinae, que son avispas sociales, sino a la subfamilia Eumeninae, que son avispas solitarias que suelen tener un aspecto bastante diferente, generalmente más estilizadas. Pinchando aquí puede verse una foto de un ejemplar más típico de esta familia, perteneciente al  género Eumenes
Nuestras observaciones se trataban, posiblemente, de representantes del género Tropidodynerus.

En dicha web leí que las imágenes y la información de estas avispas son poco abundantes y, de hecho, poco encontré buscando por la red. 
Afortunadamente Leopoldo Castro, especialista en esta subfamilia que colabora en Biodiversidad virtual, me confirmó que, como yo había supuesto, se trataba de la especie Tropidodynerus flavus y fue tan amable de facilitarme la referencia que indico al final de esta entrada. Muchas gracias. También me advirtió que, si bien se conocían estos detalles de otra avispa similar, de la especie que se distribuye por la Península Ibérica no había imágenes ni publicaciones sobre su comportamiento.
Por fin tenía su nombre y por fin entendía lo que habíamos visto.


Por las observaciones, fotos y vídeos de esa calurosa mañana y con lo que he podido leer, la Historia Natural de estos insectos transcurre de la siguiente manera:
Las hembras hacen agujeros independientes en el suelo, pero las unas cerca de las otras. Al hacer el túnel, de unos cuatro centímetros de profundidad, agregan el material del suelo formando pequeñas pelotillas que dejan en el entorno del agujero con lo que luego les resulta más cómodo tapar y destapar la salida, cosa que hacen varias veces a lo largo del proceso de nidificación.
Para alimentar a sus larvas, las madres llenan las celdillas con larvas paralizadas de escarabajos, posiblemente curculiónidos (gorgojos). No se pueden identificar esas larvas con las fotos, pero en la especie T. interruptus así es. Los machos sobrevuelan la zona intentando fecundar a las hembras atareadas en la construcción de nidos.


Las hembras van acumulando presas en el nido y cada vez que introducen una presa vuelven a tapar el agujero con las pelotillas de tierra. Así lo hacen, una y otra vez hasta que reunen cerca de una decena de larvas. Entonces ocurre una cosa muy curiosa: sacan todas las presas del nido y limpian con cuidado su interior. Todo este trabajo es para evitar que las avispas cuco pongan sus huevos dentro y se aprovechen de las presas ajenas. Una vez limpio el nido vuelven a meter las presas en el nido, ponen el huevo y lo sellan definitivamente. En él se desarrollará la larva de la avispa a costa del almacén de larvas de escarabajos "adormecidos" por el aguijón de la madre.
En mi opinión estas agregaciones de nidos y el aspecto más parecido a las avispas comunes que a otros eumeninos, hacen que un enemigo piense que está ante una colonia que puede actuar con un ataque conjunto, y no ante avispas independientes e inofensivas.


En las siguientes fotos he rodeado con un círculo a la borrosa imagen de las posibles avispas cuco o cleptoparásitas de los nidos de Tropidodynerus. Fue imposible hacerles una foto decente porque se movían de manera rapidísima. En la última parte del vídeo también se intuyen, como sombras que pasan por encima. En el trabajo de Arens que enlazo más abajo, las avispas cuco son del género Chrysis, que también está presente en la fauna ibérica, pero no puedo confirmar nada porque se movían tan deprisa que me fue imposible verlas y fotografiarlas bien. Aunque por tamaño y aspecto las siluetas que se ven en las fotos, bien podían serlo.



Como se da a entender en la cita de la novela con que comencé esta entrada, el conocimiento es más importante que la utilidad, pero estas avispas no son inútiles para los humanos ya que recordemos que los gorgojos que constituyen sus presas son plagas potenciales de cultivos y estas avispas colaboran a mantenerlos en equilibrio ecológico. Cuando un animal no tiene depredadores específicos, como pasa con la especie de gorgojo introducida llamada picudo rojo, Rhynchophorus ferrugineus,ocurren desastres como el que están padeciendo los palmerales del Levante español.
Y para finalizar, en el vídeo, las avispas en acción.


El trabajo de W. Arens sobre el comportamiento de nidificación de Tropidodynerus interruptus, que me facilitó Leopoldo Castro, puede leerse en el este enlace.