jueves, 21 de octubre de 2021

Corythucha ciliata. La chinche de los plátanos de sombra, otra plaga invasora

Hace unos 60 años que se descubrió esta especie en Europa y poco después en España. Procedente de Norteamérica se ha instalado en nuestro país en su principal planta nutricia, el plátano de sombra, que tan extendido está en calles, parques, jardines y cunetas de carreteras. El género de esos árboles, Platanus, que nada tiene que ver con los sabrosos plátanos de Canarias, procede tanto de América como de Eurasia y parece ser que nuestros árboles, Platanus x hispanica, pueden ser un híbrido de dos especies procedentes respectivamente de esos continentes, P. occidentalis y P. orientalis, aunque los botánicos no se han puesto de acuerdo en ese tema y ahora es mejor que lo deje así y dedicarme a esta pequeña chinche.
Corythucha ciliata pertenece, a la familia Tingidae dentro del suborden Heteroptera y se le ha dado el curioso nombre común de tigre del plátano. Los miembros de esa familia son de pequeño tamaño, de hecho puede verse en una de las fotos que los adultos apenas llegan a los 4mm de longitud, pero hay especies aún menores. En las cortezas de los árboles, con pequeño tamaño y el perfil recortado y medio transparente, se camuflan a la perfección.
Pasan por varias generaciones anuales, de 
3 a 5 según lo que se prolongue el periodo cálido en cada lugar y año. En otoño, los adultos se refugian bajo las escamas caedizas del tronco de los plátanos. Es curioso que esa facilidad que tienen los árboles para desprenderse de las cortezas externas y así protegerse de los hongos y otras plagas, sea lo que da cobijo a la chinche que los ataca.

Las "tigres" se reúnen en las cortezas para protegerse del frío invernal y de pájaros como los agateadores y trepadores azules que revisan los troncos en busca de insectos que llevarse al pico. Es posible que para agruparse sean atraídos por feromonas propias de la especie y al juntarse varios ejemplares, sentirse seguros y emitir dicha feromona, produzcan un efecto llamada, cuantos más mejor, como se sabe que hacen otras chinches. También pueden refugiarse en lugares próximos donde haya resquicios adecuados, pero es más fácil encontrarlos en las cortezas de los árboles atacados.

Cuando las temperaturas se suavizan en primavera y las hojas empiezan a brotar, las hembras ponen sus huevos en su envés, junto a la nerviación principal, hundiéndolos entre los tejidos de la planta para protegerlos. Cuando nacen las ninfas se mantienen un tiempo en esa misma hoja, pero luego se van extendiendo por todas las ramas.
Junto a la escala de un centímetro puede verse en pequeño tamaño de un ejemplar adulto.
Como ocurre con otros heterópteros, estas chinches se alimentan succionando la savia de las plantas con sus picos y no mordiendo como hacen las orugas. En las hojas atacadas se forman manchas grisáceas en aquellas zonas donde no les llega la savia, se arrugan, secan y pueden terminar por caer prematuramente, lo que no debe confundirnos con otra caída de hojas que a veces ocurre en pleno verano, debido al estrés hídrico, es decir, la falta de agua y especialmente la falta de humedad ambiental típica del estío.

Todas las fotos de esta entrada están realizadas en los plátanos de sombra que hay en Mataelpino, Madrid, concretamente en  la Avenida de los Linares, a la entrada del núcleo urbano. Esos árboles llevan ya varios años presentando el grisáceo aspecto de sus hojas, bastante lamentable. A poca sensibilidad que se tenga, encoje un poco el corazón verlos así, aunque sobrevivan a los ataques.
Haz de la hoja, donde debería predominar el color verde intenso.
Existen productos naturales no perjudiciales para la salud humana, adecuados y autorizados para su uso en áreas urbanas y jardines. También 
en agricultura biológica se utiliza otra chinche, depredadora y autóctona, que se alimenta de pequeñas chinches perjudiciales para los cultivos. Se trata de Anthocoris nemoralis, llamada chinche pirata. No tengo foto de ella, pero se puede encontrar en la carpeta correspondiente de la plataforma Biodiversidad Virtual pinchando AQUÍ.

Envés de la misma hoja de la fotografía anterior.

Detalle del envés de la misma hoja.
Además, en el envés se suelen ver puntos negros generados por el látex que producen las chinches, que son vía de contagio de hongos. A esas manchas negras producidas por hongos sobre las hojas se les denomina fumaginas.
Puntos negros en el envés de la hoja producidos por la acción de la chinche Corythucha ciliata.
Aunque sea bastante específica, la chinche Corythucha ciliata también puede atacar a otras especies de árboles caducifolios, incluidos nuestros autóctonos fresnos, tilos y arces, por lo que no está de más hacer una cuidadosa vigilancia de su evolución en nuestros ecosistemas y, si es posible, tratar a los árboles afectados para que no se siga extendiendo más de la cuenta.
Hay muchas webs que tratan y dan valiosa información sobre esta especie invasora, valga esta escueta entrada del blog para dar pistas y así poder interpretar lo que les ocurre a nuestros marchitos plátanos de sombra.
Ejemplar de Corythucha ciliata sobre un papel milimetrado para que se aprecien mejor sus detalles anatómicos y tamaño.

Añado un par de fotos tomadas a primeros de septiembre, también en Mataelpino, de ejemplares que aún se encontraban en las hojas. En cuento vengan los fríos se refugiarán sobre las escamas de las cortezas.



viernes, 24 de septiembre de 2021

Los vuelos nupciales de las hormigas

Se ha despedido el verano con lluvias, en algunos lugares torrenciales, tras una larga racha de calor. Ese cambio de tiempo, y en especial las tormentas, dan la señal a varias especies de hormigas para hacer sus vuelos nupciales.
Hembra alada de Messor bouvieri, Becerril de la Sierra, 15 de septiembre.

Macho de Messor bouvieri, Becerril de la Sierra, 15 de septiembre del 2019.

A nosotros, la semana pasada, nos pillaron de viaje unos impresionantes vuelos de Messor que nos recordaron los viejos tiempos en que el parabrisas y el frontal de los coches quedaban manchados por numerosos insectos que atropellábamos en su vuelo. Al llegar a nuestro destino, Ciudad Rodrigo, el suelo, los vehículos y las paredes de las casas, estaban literalmente plagadas de hormigas aladas, algunas medio ahogadas por las recientes lluvias, pues todo estaba empapado.

En primer plano, machos de Messor sp. en la muralla de Ciudad Rodrigo, 15 de septiembre del 2021.

Este evento sirvió a los aviones comunes, que ya se estaban reuniendo en los cables del tendido eléctrico, junto a las murallas de tan bella ciudad, para tener un alimento extra antes de iniciar su migración. 

Aviones comunes a la caída de la tarde en Ciudad Rodrigo, 18 de septiembre del 2021.

En las mismas murallas, las salamanquesas, olvidando su habitual nocturnidad, podríamos decir que con “diurnidad” y alevosía, aprovechaban los rayos de sol y el alimento que les llegaba prácticamente a la puerta de su casa. También vimos en nuestras excursiones, aunque en esta ocasión no los fotografiamos, algunos papamoscas que ya han iniciado su paso por la Península Ibérica y que, sin duda, también disfrutaron de ese alimento extra fácil de conseguir. 

Papamoscas, Becerril de la Sierra, 16 de septiembre del 2020.

Y, aunque no los viésemos, seguro que muchas más especies de aves y lagartijas hacían lo mismo. En casa, cuando veo a los gorriones volando en vertical de manera un poco extraña, que yo llamo “hacer el papamoscas”, sé que hay hormigas aladas aunque no las vea, sea primavera u otoño.

Hembra de gorrión alimentándose de hormigas aladas.

Es importante que los hormigueros de la misma especie se coordinen para que los “novios” vuelen al mismo tiempo y que así se encuentren hembras y machos que no sean parientes. Vamos, lo que viene a ser, en versión hormiga, las fiestas de los pueblos con sus bailes.

Salida de alados en un hormiguero de Lasius en Becerril de la Sierra, 19 de junio del 2020.

Los vuelos nupciales también son llamados enjambrazón, aunque ese nombre se aplica más frecuentemente a las abejas de la miel. En ellas las jóvenes reinas salen de la colmena acompañadas de varios cientos de obreras para formar una nueva colonia. Si no lo hiciesen, su madre las mataría. Muy pocas especies de hormigas hacen eso mismo, pero las hay, aunque evidentemente lo hacen andando porque sólo las reinas y los machos son alados.

Machos de avispón europeo, Vespa crabro, preparados para salir en vuelo nupcial desde la boca de su nido en el tronco seco de un olmo. El Boalo, agosto del 2018.

Otros himenópteros coloniales, como las avispas papeleras y los abejorros, siguen un proceso muy similar al de la mayoría de las hormigas, las hembras son fecundadas en un vuelo nupcial y vuelan solas, generalmente en otoño, para formar un nido por sí mismas. Suelen pasar el invierno refugiadas en solitario, ponen los primeros huevos y ayudan a desarrollarse las primeras obreras con sus reservas alimenticias.

Aunque evolutivamente estén muy alejadas de los himenópteros (hormigas, abejas y hormigas), las termitas que son isópteros del orden Blattodea (emparentadas con las cucarachas), tienen vuelos nupciales muy parecidos a los de las hormigas. Hay dos géneros peninsulares y uno (Reticulitermes) hace vuelo nupcial en primavera y el otro (Kalotermes) en otoño.

Termita alada vista en mi jardín, Becerril de la Sierra, a finales de octubre. Posiblemente Kalotermes flavicollis.

En otoño vemos más frecuentemente los vuelos nupciales de hormigas, quizás por ser más abundantes o de especies más grandes y también, en el caso del género Messor, como las de las primeras fotos de esta entrada, porque pueden verse cerca de las casas, tanto en el campo como en las ciudades. Pero hay especies que vuelan en primavera e incluso a lo largo de todo el verano iniciándose en primavera y terminando ya entrado el otoño. De hecho, de todas las mostradas en las fotos solamente las Messor son otoñales. Evidentemente, depende del clima del lugar y las condiciones meteorológicas del momento, tanto como de la especie. Lo más habitual es que los vuelos nupciales ocurran tras los días de lluvia después de un periodo caluroso, que suele desembocar en tormenta. Los cambios fuertes de presión atmosférica tienen mucho que ver en el asunto y son importantes en la coordinación del evento. A veces salen a volar incluso antes de haber llovido, lo que la gente de campo sabe interpretar perfectamente como un aviso de que la lluvia está al caer.

Macho de Tetramorium preparado para el vuelo nupcial, Becerril de la Sierra, 28 de junio del 2020. 

Hembra de Tetramorium preparada para el vuelo nupcial, Becerril de la Sierra, 28 de junio del 2020. Se aprecia muy bien la diferencia en el tamaño de la cabeza con el macho de la foto anterior.

Las de vuelo primaveral tienen menos problemas porque el suelo es más esponjoso pero, para las otoñales el suelo ablandado por el agua tras el apelmazamiento de la sequía estival es un momento ideal para que las nuevas reinas puedan enterrarse.

Además, a lo largo del verano las larvas han podido ser bien alimentadas. Hay que recordar que, como en las abejas, los huevos no fecundados dan lugar a machos, pero los fecundados pueden producir tanto obreras, que no dejan de ser hembras (generalmente) estériles, como reinas, dependiendo de la alimentación que reciban.

Reina de Aphaenogaster gibbosa saliendo del hormiguero, aún retenida por las obreras. Becerril de la Sierra, 7 de julio del 2020.

Describiré el caso más común, el de las reinas solitarias, y citaré de pasada alguna excepción. Hay tantas variaciones que dar normas generales es un ejercicio arriesgado, pero lo intentaré.

En el vuelo nupcial machos y reinas se encuentran en el aire y comienzan la cópula, pueden caer juntos al suelo o separarse aún en vuelo. En algunos casos una hembra es fecundada por varios machos. Ya en el suelo definitivamente, la nueva reina pierde o se arranca las alas y busca un lugar donde esconderse y empezar su hormiguero. En general nunca más precisará machos, durante toda su vida fecundará los huevos con los espermatozoides que recibió en ese momento, que permanecen vivos en el interior de su tracto genital, en un receptáculo llamado espermateca.

Macho de Pheidole pallidula junto a obreras minor y major (soldado). Becerril de la Sierra, 28 de junio del 2020.

En el momento del vuelo muchas de ellas serán presa de aves, murciélagos, libélulas y otros insectos cazadores. Pero en tierra no ha terminado el peligro ya que los depredadores del suelo tienen su oportunidad: mamíferos insectívoros, lagartijas, salamanquesas, mantis (que también están en su periodo reproductivo y por lo tanto hambrientas), avispas y muchos otros insectos, incluidas otras especies de hormigas. Otras caen en ríos o lagunas y son presa de peces y otros animales acuáticos, como bien saben los pescadores que las usan de cebo.

En algunas especies del género Aphaenogaster, las reinas fecundadas pueden volver a su hormiguero donde reclutan a unas cuantas obreras y salen a formar la nueva colonia como comentaba que ocurre en las abejas de la miel, ya que en cada nido sólo hay una reina. Otras ni siquiera hacen vuelo nupcial, incluso pueden tener las alas atrofiadas, y son los machos los que tienen que llegar a ellas. Como comenté en otra entrada, en mi jardín eran los machos procedentes de otros hormigueros los que tenían las alas cortadas o totalmente arrancadas en una enjambrazón de la que fui testigo.

Emergencia de Aphaenogaster. Pueden verse varios machos y una hembra rodeados de obreras. Becerril de la Sierra, 7 de julio del 2020.

Vuelvo a las reinas solitarias. Un pequeño porcentaje de ellas han conseguido refugiarse y se crean una pequeña cámara en el suelo, tronco o muro, según la especie. Allí ponen los primeros huevos de los que salen pequeñas obreras que se dedican a su cuidado. Esas obreras llamadas nurses por los criadores de hormigas, se dedican a cuidar de la reina y las siguientes obreras. Pueden ser alimentadas por huevos no fecundos que pone la reina o por el alimento que ella guardó en su buche antes de volar. Esas nurses no suelen salir del hormiguero a buscar comida, eso lo harán las siguientes obreras, ya más grandes, que nacerán más adelante. Las reinas aprovechan para sí mismas los músculos alares, que son reabsorbidos por su metabolismo, ya que nunca los van a volver a necesitar.

Camponotus lateralis aladas saliendo del hormiguero en el interior de casa el 20 de abril, es una especie que más temprano se activan en primavera. Becerril de la Sierra.

Por cierto, en la mayoría de las especies la reina es sensiblemente más grande que las obreras y que los machos, pero si no es así, se distinguen muy bien precisamente porque la zona de tórax (mejor dicho, mesosma) es más abultada, debido a lo que ocupan dichos músculos. Y ya puestos, añadir que los machos se diferencian también, aparte de por tener el abdomen (mejor dicho, el gastro) menos abultado, porque tienen la cabeza bastante más pequeña. Lo más seguro es que no coman nunca en su corta vida y por lo tanto no tienen desarrolladas las mandíbulas como las hembras.

En esa fase fundacional también muchos hormigueros se pierden por inundación, depredación, heladas, etc. Se calcula que solamente un 5% de las reinas que volaron llegan a hacer un buen hormiguero.

Hay hormigas que parasitan a otras especies y sus jóvenes reinas entran en hormigueros ajenos y llegan a matar a su reina legítima ocupando su lugar. Es decir, que las obreras parasitadas trabajarán para la especie parásita, lo que le facilita mucho las cosas.

Las jóvenes reinas aladas pueden haber salido de la pupa varias semanas antes de que llegue el momento del vuelo nupcial, pero no suelen salir del hormiguero. A veces se pueden ver cuando se levanta una roca o tronco, rodeadas de obreras, larvas y pupas. Se pueden mostrar ansiosas por salir y alguna vez llegan a asomarse a la boca del hormiguero pero de nuevo regresan o son sujetadas por las obreras.

Hormiguero de Tapinoma sp. donde se aprecian varias reinas, obreras, huevos y larvas. Miraflores de la Sierra, 17 de abril del 2016.
En las diversas subfamilias de Formicidae hay especies con varias reinas en un mismo hormiguero, pero esa es otra historia.

Como todo lo que rodea al mundo de las hormigas, la biología de la reproducción es tan variada y fascinante que apenas se pueden dar unas pocas explicaciones en un corto artículo como este, pero espero que el líneas generales pueda servir para resolver las dudas más frecuentes, ya que algunas me han llegado estos días.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Las chinches del jaguarzo blanco (y 4). Reproducción de Corizus hyoscyami

Lvitalidad de los insectos en el jardín se va debilitando estos días frescos preludio del otoño. Ya han cumplido sus tareas reproductoras y los que tienen que sobrevivir al invierno buscan un refugio para no fallecer congelados, mientras que otros sencillamente mueren dejando sus huevos o las crías (larvas o ninfas) a buen recaudo.
Repito fotografía ya mostrada en la segunda entrada de esta serie para recordar el aspecto de la especie. Aquí estaban en cópula el 4 de agosto. Tengo otras del 21 de julio. 

Esta segunda especie, la chinche de la canela, Corizus hyoscyami, también ha cumplido su ciclo biológico en el jaguarzo blanco, Halimium atripicifolium. Sin embargo, mis observaciones en el jardín me ha mostrado que su comportamiento reproductivo no se ha ceñido estrictamente a lo que las publicaciones indican.
Ninfa en su última etapa y adulto joven, aún con color pálido, el 14 de julio del 2020. Si no se indica lo contrario las demás fotos son del 2021.
Teóricamente es una especie univoltina, es decir, con una sola generación anual, cuyos adultos pasan el invierno escondidos en el suelo o entre la hojarasca. Así está ocurriendo excepto por un pequeño detalle, ahora, a finales de verano, han puesto huevos de nuevo.
Huevos en eclosión en fechas que podríamos decir normales, 9 de julio, puestas por ejemplares que han pasado el invierno como adultos.
Huevos encontrados el 29 de agosto. ¿Puestos por ejemplares invernantes que han vivido hasta ese momento o por nacidos este año? 
Es posible que las ninfas recién nacidas que ahora muestro no lleguen a desarrollarse y perezcan en invierno, desde luego, dudo mucho que lleguen a la fase adulta antes de que lleguen los fríos. Aunque el estar sobre una planta de hojas perennes sin duda les beneficia. Yo creo que si el verano climatológico se alarga, en determinados lugares esta especie, como otras muchas, puede tener una segunda generación o, quizás, invernar como ninfa. De hecho, he fotografiado en el jardín una puesta en sus fechas normales, primeros de julio, pero otra el 29 de agosto que eclosionó el 4 de septiembre.
Detalle de la puesta anterior.
En la plataforma Biodiversidad Virtual hay una foto de Fernando Laguna de una ninfa aún pequeña fotografiada en la provincia de Barcelona un 25 de septiembre.
Ninfas naciendo de la puesta mostrada en la foto anterior el 4 de septiembre. Las fotos a continuación son detalles de la esta misma puesta y fecha.




Al poco de nacer las ninfas hacen una muda y cambian de color. En ese momento se dispersan por su planta nutricia y son muy difíciles de encontrar, al menos para mí. Luego sí, cuando les quedan una o dos mudas (pasan por cinco) para llegar a adultas, se dejan ver en lo alto de las ramas y capullos de las flores.
Ninfa mediana del 26 de agosto del 2020.
Como puede verse, las fechas de puestas, adultos y ninfas no se corresponden con una sola generación anual en la que todos los ejemplares pasen el invierno en fase adulta.
En estos momentos, eso sí, los pocos adultos que puedo ver se encuentran escondidos en los brotes de la plantas y no veo ninguna de las ninfas de corta edad que deberían verse, pero la realidad es que nunca he visto ninfas de las edades intermedias entre las recién nacidas y el tamaño de la mostrada en la foto del 26 de agosto. Sin duda, pasan muy desapercibidas y no me ocurre solamente con esta especie de chinche.
Adulto bien escondido entre las hojas apicales del jaguarzo. Así han soportado los últimos chaparrones veraniegos.

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lunes, 6 de septiembre de 2021

Las chinches del jaguarzo blanco (3). Reproducción y desarrollo de Gampsocoris

Tras el intermedio con las mariposas, vuelvo a la Historia Natural de las chinches Gampsocoris punctipes que habitan en las plantas de Halimium atripicifolium de mi jardín. Es la tercera de la serie que inicié con ESTA ENTRADA.  He tardado unas semanas en hacerlo porque tenía que confirmar algunos detalles que ahora puedo incluir sin ninguna duda. No había encontrado ninguna información sobre los huevos y ninfas recién eclosionadas de esta especie, ni siquiera de este género y por lo tanto he sido muy cauteloso. 
Cópula de Gampsocoris punctipes sobre un capullo de jaguarzo blanco.
Hay que recordar que los adultos de esta especie tienen apenas cuatro milímetros de longitud corporal y son extremadamente delgados, con la apariencia de un pequeño mosquito. Con ese tamaño y esbeltez me resultaba difícil asumir que las puestas que encontraba en los capullos y cápsulas de semillas de la planta hubiesen sido puestas por esas delicadas hembras. Sin embargo, las evidencias son irrefutables, como muestro en las fotos. 
Hembra junto a varios huevos. La comparación de tamaños es abrumadora como para que los haya puesto de una sola vez, incluso solo los cuatro que se ven tras ella.
Las puestas aparecen en abundancia en los capullos y también en los tallos florales, aunque menos frecuentemente, pero siempre en lugares donde podía ver una o varias hembras y ninguna otra especie de insecto, pues los adultos de Corizus hyoscyami, con los que comparten hábitat, son mucho menos abundantes y se encuentran preferentemente en las hojas, además de haber encontrado también sus puestas.
Puesta de huevos en tallo floral.
No obstante, pronto me di cuenta de que los huevos que veía agrupados no debían haber sido puestos al mismo tiempo, ya que la mayoría de las veces había algunos ya eclosionados mientras que en otros se encontraba en embrión aún por nacer. Solamente en una ocasión he visto un huevo aislado. No es raro, ya que con ese tamaño y color pasan muy desapercibidos entre la pilosidad de la planta, pero tampoco debe ser frecuente.
Huevo aislado sobre uno de los capullos de la planta.

Así, hay dos posibles opciones: La primera es que la hembra acuda al mismo lugar o se quede cerca y que en sucesivas ocasiones ponga los huevos en el mismo sitio formando ese pequeño grupo. La segunda es que, aun siendo así, sean varias hembras las que participan en la puesta. Me inclino por esa segunda opción.
En esta foto se ve muy bien que los huevos de la izquierda ya han eclosionado, y no se veían ninfas en las cercanías, mientras que otros están sin eclosionar.

Momento de la eclosión de algunos de los huevos. Las ninfas de la derecha  llevan más tiempo nacidas y se ven más grandes.

Recién eclosionadas las ninfas tienen el abdomen de color rojizo. Luego se dilata y adquiere el tono amarillento característico de las ninfas en sucesivas mudas.
Volviendo a las hembras, ya comenté en la otra entrada que se distinguían de los machos por el grosor de su abdomen. Por transparencia se puede adivinar que en su interior son portadoras de huevos.
Vista ventral de una hembra.
En las siguientes fotos muestro etapas sucesivas del desarrollo de las ninfas. Tras la primera muda, como ocurre con otros heterópteros, cambian mucho su coloración. Luego se aprecia el desarrollo de las alas.






En esta fase no sólo se ve que las alas empiezan a estar bastante desarrolladas, aunque aún ocultas, sino que se aprecia el típico espolón dorsal de los adultos.
En esta última foto, del mismo ejemplar que la anterior, se aprecia su tamaño ya casi igual que el del adulto. Está, posiblemente, a una sola muda de lograr su total desarrollo.
Ninfa y adulto en un mismo fotograma para mostrar sus tamaños relativos.



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