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miércoles, 7 de julio de 2021

Una cuadrícula para Biodiversidad Virtual: Villarta de San Juan, Ciudad Real.

Este año el proyecto estrella de Biodiversidad Virtual es rellenar cuantas cuadrículas podamos del mapa entre las que aún quedan sin citas. Me di cuenta de que el pueblo de la familia de mi mujer está justo en una de esas cuadrículas y, aunque en ella tengo subidas fotos de unas cuantas aves acuáticas, no hay imágenes de invertebrados, que es lo que usan de referencia. 
Así, aprovechando que íbamos a pasar por allí una vez que todos estamos vacunados y después de haber pasado más de año y medio sin ver a la familia por culpa de la pandemia, he tenido la ocasión para hacer algunas fotos de bichos y rellenar la cuadrícula en cuestión.
Voy poniendo las fotos y los comentarios. No tengo todas identificadas, así que iré editando y añadiendo datos a medida que lo consiga, gracias a los expertos de Biodiversidad Virtual y grupos especializados en Facebook.
Trichodes flavocinctus. Esta especie no la había visto antes. Aunque se distribuye también por Madrid, no la tenía fotografiada.

Las cuadrículas vacías y la explicación del proyecto se pueden ver en ESTE ENLACE AL MAPA

La localidad en concreto es Villarta de San Juan, en Ciudad Real, atravesada por la autopista A-4 y el río Gigüela o Cigüela, que de cualquiera de las dos formas se puede encontrar en los mapas, y señalizaciones. Lo que no es con seguridad es el Guadiana, que es como figura erróneamente en el mapa base de BV. Pero independientemente de esos detalles, ese río lleva varios años seco, pues sus aguas son retenidas río arriba o desviadas, según convenga, haciendo de él un canal de conveniencia. 
Oxythyrea funesta es una especie muy abundante en esta época. Se suele ver en todo tipo de flores, pero especialmente en los cardos y el las zanahorias silvestres, como en este caso.

Una lástima, porque los años de lluvias abundantes, al paso por Villarta, se convertía en lugar de invernada y de cría de numerosas aves acuáticas, como puede verse en ESTA ENTRADA que hice en su momento. Curiosamente, algunos vecinos echan la culpa de su sequía a las Tablas de Daimiel, que dicen que se lleva sus aguas, y no a los abusivos regadíos de esta zona de secano. 
Hippodamia variegata, coccinélido tan abundante o más que las conocidas mariquitas de siete puntos 

Las fotos que muestro están hechas justamente al lado del cauce seco del río o en una carreterilla que circula entre barbechos, viñedos y otros cultivos. Es  muy triste ver como chopos y sauces de muchos años se están secando, algunos ya totalmente muertos y otros en un proceso que me temo es irrecuperable.
Tenebriónido del género Akis, puede ser A. genei o A. lusitanica, propios de esa zona, pero no se puede saber si no es mirando con lupa la microescultura de los élitros. Se encontraba en caminos y carreteras, incluso en las calles del pueblo. Es un auténtico barrendero del campo, pues se alimenta de materia orgánica en descomposición, especialmente pequeños animales muertos, incluyendo insectos.

Otro tenebriónido sin identificar, ni siquiera a nivel de género, encontrado en los mismo lugares que el anterior.

Stenopterus ater. Esta pequeña especie pertenece a la familia Cerambicidae, caracterizada por sus largas antenas arrosariadas. Puede verse estos días de verano en variadas flores, sobre todo en umbelíferas y similares, con conjuntos formados por muchas florecillas pequeñas. En este caso sobre cardo corredor, pero también abundante sobre las flores de zanahoria silvestre.
Las larvas se alimentan de la madera ya perjudicada de árboles, generalmente de hoja caduca, no coníferas. Para esta especie se suele dar como nutricias a Pistacia, Acacia, Carpinus, olmos, Prunus... Desde luego, madera muerta aquí no le falta. El ciclo vital puede durar uno o dos años según el clima presente en su amplia zona de distribución, que ocupa desde África hasta gran parte de la Europa mediterránea.

Dos especies diferentes de coleópteros de la familia Mordelidae, que parece ser complicada de determinar. Las larvas también se alimentan de madera muerta, pero los adultos son visitantes asiduos de las flores. Son de tamaño muy pequeño, pero sobre las flores blancas de zanahoria se descubren fácilmente. A veces varios de ellos agrupados.
Graphosoma semipunctatum, otra especie que tenía ganas de encontrar, que se diferencia de la más habitual Graphosoma italicum por los puntos en el pronoto, en lugar de la continuación de las rayas negras.

Carpocoris mediterraneus.
Pyrrhocoris apterus, chinche muy común, llamada a veces zapatero, que se caracteriza porque en su fase adulta no tienen desarrolladas las alas totalmente.
Scantius aegyptius, especie muy parecida a la anterior, algo menos abundante y cuyos adultos sí tienen alas desarrolladas. Hay que fijarse mucho para no confundirlas.
Prostemma guttula, curiosa chinche de la familia Navidae, que tampoco llega a desarrollar las alas en su fase adulta y que se alimenta de otras chinches.

Anacridium aegyptium, langosta egipcia que encontramos muerta al borde de la carretera, posiblemente atropellada.

Abeja de la familia Megalichidae Son abejas solitarias que se caracterizan porque transportan el polen al nido entre los pelillos de debajo del abdomen y no en los cestillos de las patas como otras abejas más conocidas. 

Abeja de la familia Halictidae, también por identificar.

Moscardón del género Sarcophaga, grupo que se alimenta especialmente de carne en putrefacción. Una de las especies más frecuentes es Sarcophaga carnaria, pero no puedo asegurar que lo sea. Estas moscas suelen ser de las primeras en localizar los cadáveres y ponen sobre ellos las larvas ya eclosionadas (ovoviviparismo), especialmente en zonas donde tienen fácil la entrada, como boca, fosas nasales y ojos.

Y dejo los insectos para poner otros grupos. 

Araña de la familia Thomisidae aún por identificar.  Se les llama arañas cangrejo por la disposición de las patas y forma de andar. Se sitúan en las flores esperando a sus presas, que generalmente son polinizadoras. Posiblemente sea Xysticus o Bassaniodes, según me indican en el grupo de Arañas de Facebook.

Caracol terrestre Theba pisana.

Y pasamos a los vertebrados.

Un galápago, Mauremys leprosa, encontrado muerto y recogido por un vecino. A saber la de ellos que habrán muerto por falta de agua. Triste dato para la galería de reptiles.

Donde antes había río, ahora hay conejos. 

Conejo común. Oryctolagus cuniculus. Foto muy mala, pero lo que llevaba era el objetivo macro. Vale para dejar constancia de su presencia y rellenar cuadrícula en la galería de mamíferos.

Por último, os animo a mirar el mapa de cuadrículas vacías y comprobar si alguna queda cerca de algún lugar que visitéis o tengáis pensado visitar. ¡Vamos a intentar rellenarlas! Aunque sea con especies que os parezcan muy comunes, como he mostrado, siempre puede haber sorpresas. 

sábado, 12 de agosto de 2017

¡Por allí resopla! Cetáceos en Azores

La frase que da título a esta entrada nos transporta, especialmente a los que ya tenemos una edad, no solo a la novela y película Moby–Dick, sino a un sinfín de historias, aventuras y juegos que marcaron nuestra infancia. Y es curioso que aunque la gigantesca ballena blanca, cachalote en realidad, fuese en la novela un animal maligno, no lo era menos el obsesivo capitán Ahab, con lo que era más fácil identificarse con el cetáceo que con su cazador.
Así, está cantado que ver un cachalote, una vez en la vida, sea una de las ilusiones infantiles de casi cualquier amante de la naturaleza, al menos en mi caso, así era. Y dado que no he tenido otro medio a mi alcance para hacerlo por libre, no tuvimos más remedio que embarcamos con una empresa que se dedica a ello, con la ilusión de poder observar cetáceos varios y, con suerte, incluso cachalotes, que son abundantes en las Azores.
Sí, sigo hablando de mis cortas vacaciones en Terceira. Antes de nada, debo decir que la empresa con la que hice la excursión marítima, Oceanemotion, trabajó de maravilla. Aparte de sus explicaciones y esfuerzos por que viésemos el mayor número posible de animales, seguían un estricto código ético: no acercarse a más de 150 metros y nunca por delante de ellos para no cortarles la huída, a no ser que fuesen ellos los que se acercasen (algo que los delfines sí suelen hacer). Eso nos dio mucha tranquilidad respecto al impacto que este tipo de actividades puedan tener y, al menos por el momento, creo que el impacto es bajo. 
Además, superaron con creces el tiempo que teníamos contratado. En cualquier caso, que las gentes de Terceira se ganen así la vida y no, como hace años, cazando ballenas, es un buen motivo para ver estas actividades con satisfacción, incluso por los que no somos muy partidarios de los viajes organizados.
El primer grupo de cetáceos que pudimos ver fueron los calderones de aleta cortaGlobicephala macrorhynchus. Disfrutamos un buen rato de sus evoluciones, aunque apenas si pudimos ver algo más que sus aletas dorsales y algo de la parte superior de su globosa cabeza, de ahí su nombre, por cierto: Cabeza grande morro grande, por si fuera poco. Estaban tranquilos, no parecían verse afectados por los tres barcos que había en su entorno, incluso se acercaban a uno y otro en algunos momentos.
Era un grupo numeroso y entre las fotos que pude hacer, unas mejores y otras peores, he podido distinguir estos individuos diferentes, que se pueden reconocer por las marcas de su aleta dorsal. 
Después de un buen rato nos alejamos y no tardamos mucho en encontrar otra especie, el llamado calderón gris, Grampus griseus. Es un cetáceo de tamaño relativamente reducido, más parecido a un delfín que a los grandes calderones, pero también tiene la cabeza globosa como éstos.
Los ejemplares jóvenes son de color oscuro, pero a medida que crecen van teniendo líneas y manchas claras que van cubriendo su cuerpo, Se ha especulado con la posibilidad de que sean cicatrices donde no vuelve a desarrollarse la melanina, pero se han visto recién nacidos con las mismas marcas. Simplemente, debe ser que la producción de melanina disminuye en los ejemplares adultos hasta desaparecer. De algo parecido traté en una entrada sobre cebrascitando el caso de los caballos blancos, particularmente los de raza española, que nacen negros y se van aclarando al crecer y madurar. 

Estos animales nos entretuvieron también un buen rato, pasando por delante de nosotros muy confiados, incluso las madres con sus crías, y hasta tumbados panza arriba, nadando del revés. Pero no tuvimos suerte y no nos regalaron con algún salto para poder apreciar su curiosa y desconocida belleza. Igualmente, en la siguiente composición de fotos incluyo la relación de ejemplares que se pueden reconocer por las marcas de sus aletas dorsales.

¡Por allí resoplan!
¡Por fin pudimos ver cachalotes! 
Como en las mejores películas de balleneros, su chorro de agua pulverizada se vio en la distancia en ángulo oblicuo, facilitando su identificación. Al acercarnos, el lomo con su aleta apenas insinuada, no dejó lugar a dudas. Nos advirtió la guía al acercarnos: “si asoman la cola es que se van a sumergir y lo pueden hacer a miles de metros y por mucho tiempo, así que les vamos a perderemos de vista". Cachalote, Physeter macroceohalus.

Dicho y hecho, un par de fotos del movimiento similar al que los buceadores llamamos “golpe de riñón” y para el fondo. A falta de dorsal, las muescas de la cola son las que permiten a los científicos que los estudian reconocerlos individualmente. Por eso incluyo las dos fotos aunque parezcan algo repetitivas, para que se vean bien.
También vimos delfines mulares, Tursiops truncatus o, como dicen los anglosajones, de nariz de botella, aunque esa denominación se da también a otra especie y puede llevar a confusión. De lejos los vimos saltar, pero tras acercarnos, tampoco tuvimos suerte. Eso sí, se dedicaron a pasar por debajo del barco dejándose ver, aunque no fotografiar. La visión más cercana fue a contraluz y muy mala para hacerles fotos. 

Ya íbamos de vuelta, se nos había pasado la hora, pero el barco dio la vuelta, en la lejanía se distinguía apenas unos bultos oscuros y un chorro de vapor. Se trataba de zifios (familia Ziphiidae), aunque nos advirtieron que eran animales muy asustadizos. En efecto, aunque se paró el barco para acercarnos muy lentamente, se asustaron antes de poder distinguir la especie. La foto, a gran distancia y un buen recorte, es meramente testimonial.

En varias ocasiones el barco pasó cerca de tortugas que tomaban el sol flotando, pero como la prioridad (y el contrato) era la visión de cetáceos, pasamos de largo. Sin embargo, a la vuelta y una vez la misión cumplida, nos acercamos a una de ellas y pude fotografiarla. Se trataba de tortuga boba, Caretta caretta. 

Para que los cetáceos puedan vivir en esta zona del Atlántico, tienen que tener alimento y pudimos también comprobar que así era en nuestros paseos por el puerto de Angra do Heroísmo, la capital de Terceira. Durante todo el día, pero especialmente por la noche, el puerto estaba repleto de personas pescando calamares con caña y las capturas eran numerosas y continuas. Los calamares son la principal fuente de alimento de estos cetáceos, especialmente de los cachalotes y calderones.

Y no está de más añadir que la mayoría de los restaurantes de Terceira los preparan de maravilla, como el resto de comidas, auténticas y tradicionales, no como algunos lugares turísticos en España, que han sucumbido a lo que llaman comida internacional, es decir pizza, hamburguesas y poco más.

domingo, 3 de agosto de 2014

Montañas, islas para animales y plantas.

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Picos de la Sierra de Guadarrama, islas en un mar de niebla.
Estoy seguro de que si Darwin en lugar de viajar por el mar, como lo hizo a bordo del Beagle, hubiese recorrido las cordilleras del mundo colectando animales, habría llegado a la misma conclusión sobre la evolución de las especies. Las montañas no dejan de ser islas separadas por llanuras entre las que el intercambio genético es muy escaso.
Y es que al observar las especies de alta montaña, sus semejanzas y sus diferencias, habría llegado al convencimiento de que muchas de ellas están emparentadas aún viviendo separadas por centenares de kilómetros y, cuanto más alejadas sean las montañas más diferentes serán las especies, aunque todas ellas estén adaptadas a las duras condiciones que impone la altitud y el clima.
Iberolacerta cyreni de la Sierra de Guadarrama
Desde luego, las islas Galápagos son el ejemplo perfecto de un laboratorio donde actúa la evolución, pero sabiendo observar también lo son las cumbres de las montañas.
No dudo que las iguanas son más fascinantes que las lagartijas serranas y las tortugas gigantes impresionantes comparadas con los escarabajos, pero las mariposas quizás no tengan nada que envidiar a los pinzones y, además, ir a verlos es mucho más económico, no sufriremos los mareos que padeció el bueno de Charles y haremos un ejercicio más sano.
Podarcis muralis en la Sierra de Guadarrama 
Respecto a las lagartijas, en los últimos años hemos visto como los taxónomos estudiosos de las lagartijas serranas ibéricas las han separado en siete especies diferentes a la vez que se retiraban del género Lacerta y se incluían en el género, Iberolacerta, que fuera de la península solo incluye otra especie más, relicta en los Alpes.
Pero no solo es interesante ver las diferencias entre las lagartijas serranas de diferentes macizos montañosos, sino observar su relación con las otras especies que habitan en las mismas montañas. Así, aunque la competencia entre especies sea muy controvertida para algunos ecólogos, el hecho es que donde Iberolacerta y Podarcis coinciden, son las Iberolacerta las que ocupan los pisos más altos, Podarcis muralis el piso intermedio y Podarcis hispanica la menor altitud. Pero en Sierra Nevada, donde no hay otras especies, es P. hispanica la que sube hasta muy por encima de los 3.000 metros, más arriba que cualquiera de las anteriores en el Sistema Central, cuyas montañas no son tan altas.
Podarcis hispanica en Sierra Nevada, por encima de los 2.500 metros de altitud
También son sumamente interesantes un grupo de escarabajos, con un nombre parecido a las lagartijas serranas: Iberodorcadion. Son cerambícidos de tamaño medio que se alimentan de raíces de plantas, muy concretas para cada especie. Las especies de montaña, que se alimentan de los piornos, tienen pequeñas variaciones según su origen y han dado lugar a un gran número de especies y subespecies de distribución muy restringida e interesante de seguir por las cuerdas serranas.  
Iberodorcadion perezi endemismo del Sistema Central
Iberodorcadion lorquinii endémico de Sierra Nevada
Igualmente, la mariposa ibérica montana por excelencia, Parnassius apollo, presenta diferencias en cada macizo montañoso y en base a ellos se han descrito muchas y discutidas subespecies. Las del norte peninsular tienen las manchas rojizas, pero las de Sierra Nevada son amarillas.
Parnassius apollo de la Sierra de Guadarrma, con manchas menos rojas que en Pirineos.
Parnassius apollo nevadensis, endémica de Sierra Nevada
Las cabras monteses son un ejemplo muy emblemático, en la Península Ibérica, de las cuatro subespecies descritas solo dos han sobrevivido, Capra pyrenaica victoriae en el centro de la Península y C. p. hispanica en las sierras mediterráneas y Sierra Nevada. 
Capra pyrenaica victoriae en la Sierra de Guadarrama.
Capra pyrenaica hispanica en Sierra Nevada, en pleno verano, cambiando el pelo y provista de un collar con un número. 
Se diferencian por la distribución de las manchas oscuras en los machos y en el grosor y sección de los cuernos. Además, su pariente más próximo, el íbice de los Alpes, Capra ibex, es más robusto, tiene los cuernos con los abultamientos muy marcados y en una sola curva espiral, a diferencia de las cabras monteses ibéricas, que los tienen más lisos y con dos curvaturas tomando la forma de una lira en los ejemplares más grandes. Una vez más nos damos cuenta de que en montañas próximas las poblaciones tienen un mayor grado de parentesco, son subespecies, mientras que en las más lejanas pueden considerarse especies diferentes. Eso, ahora y a nosotros, nos parece muy obvio, pero en tiempos de Darwin solo pensarlo era un pecado al contradecir a la biblia y aún hoy día, en alguna universidad americana lo atribuirían a un capricho divino y no a un efecto de la evolución.

La lista de plantas y animales, sobre todo insectos, sería larga y posiblemente muy interrelacionada, pero para no ser tan exhaustivo como el propio Darwin, voy a dejarlo aquí. Seguro que más adelante encuentro otros motivos para mostrar más interesantes endemismos montanos de los que he podido observar este verano. 



lunes, 9 de diciembre de 2013

Nuestras razas ganaderas, un tesoro de Biodiversidad.

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Vaca negra avileña ibérica en el Puerto de la Morcuera, Madrid.
Este fin de semana se ha hablado mucho en los círculos conservacionistas de la cacería que se ha celebrado en el Parque Nacional de Monfragüe y no he podido evitar recordar los inicios de la declaración de ese espacio, entonces aún Parque Natural.
La casualidad quiso que yo colaborase en un estudio sobre ranas en aquellos tiempos posteriores a la dura lucha contra el establecimiento de plantaciones de eucaliptos. Por eso, lo visité con mucha frecuencia durante dos años y conocí la que creo que fue su etapa más bonita, a cargo de Jesús Garzón.
Una de las acertadas ideas de Suso era recuperar algunos de los usos ganaderos de esa tierra y entre ellos incluía no solo la trashumancia y las cañadas y veredas como pasillos biológicos, cuando casi nadie se acordaba ya de ellos, y menos desde el punto de vista conservacionista, sino también las razas autóctonas como reservorio de biodiversidad cuando ese término aún no se había inventado.
Ahora llamamos biodiversidad genética a la que existe dentro de una especie y las razas ganaderas son un precioso ejemplo.
Una de las primeras vacas blancas cacereñas que llegaron al entonces Parque Natural de Monfragüe, finca Las Cansinas.
Diapositiva de la época digitalizada.
Siempre me han gustado tanto los animales silvestres como los domésticos y aquellas palabras suyas eran música para mis oídos. Y así fui testigo de los primeros intentos de volver a dotar a los ganaderos de mastines españoles y observé, en primera fila, la llegada al Parque del grupo inicial de vacas de raza blanca cacereña, que se encontraba (y sigue) en serio peligro de extinción. 
Con emoción nos contaba Suso que esas vacas, según decía la tradición, habían llegado a Extremadura de la mano de los romanos, que admirados de su belleza y blancura la utilizaban en sacrificios rituales a sus dioses. Después se habían conservado gracias a su rusticidad, pero en tiempos recientes se habían ido perdiendo por cruces con otras razas bovinas más seleccionadas pero menos resistentes, pues su fortaleza ósea las hacía idóneas para conseguir una buena producción de carne a la vez que resistencia y tamaño.
Entonces, todos pensábamos que aquello de los romanos seguramente se trataba de una bonita leyenda, pero años después, cuando los análisis de ADN relacionaron las blancas cacereñas, no con otras razas autóctonas ibéricas, sino ni más ni menos que con las vacas de la India, nos dimos cuenta de que quizás algo de verdad había en ella y que la tradición oral, generación tras generación de pastores, podía tener su razón.
Vaca avileña negra ibérica en prados de la Sierra de Guadarrama.
Ese problema de pérdida de variabilidad genética por hibridación con razas más productivas pero menos rústicas, es una constante en las razas españolas y lo vemos en el día a día en nuestro campos, donde a las vacas autóctonas les colocan sementales de otras razas para conseguir terneros más productivos. Afortunadamente, existe un pequeño número de ganaderos apasionados que se encargan de mantener ciertas razas y hay organismos oficiales que velan por su conservación.

Semental de avileña negra ibérica. Estos toros tienen una increíble potencia y agilidad y su sangre late por muchas de las ganaderías de toros de lidia.
Sé que me quedo muy corto, pero no tengo ni tantas fotos como me gustaría, ni este es el lugar adecuado para hacer una relación exhaustiva de todas nuestras razas. Valgan las que muestro a modo de ejemplo.
Veo a diario los rebaños de avileñas negras en las laderas de la Sierra de Guadarrama y me admira como soportan tanto la nieve y la escarcha invernal como los tórridos días de verano. No entiendo cómo pueden soportar con ese intenso color negro la radiación solar del mes de agosto.
Entre las avileñas, de cuando en cuando, se encuentran otras vacas de un bonito color grisáceo, llamado cárdeno. Se trata sin duda de moruchas cárdenas, aunque sean cruzadas, una raza de origen ibérico, propio de las dehesas salmantinas no muy abundante por esta zona madrileña. Sin embargo, el año pasado disfruté del espectáculo de un rebaño de ellas, posiblemente de pura raza, entre los pinares y prados de Cercedilla. Hay una variedad de cárdena andaluza, muy parecida y con igual color, aunque a veces es más manchada. En Andalucía tienen también sus correspondientes negra ibérica y retinta, todas son descendientes del tronco ibérico ancestral.
Vaca morucha en Cercedilla.
Las vacas retintas son de su mismo origen y, junto a las razas anteriores, son ancestros de muchas ganaderías bravas o de lidia, que al contrario de lo que suele creerse, no es una raza definida, sino una selección y cría de diferentes orígenes teniendo en cuenta su bravura y utilidad para la lamentablemente llamada "fiesta nacional". Teniendo esto en cuenta, no me preocuparía la pérdida de ese ganado, pues no considero que haga un gran aporte a la riqueza genética de nuestro patrimonio. Y tampoco me vale otro viejo argumento en defensa de la conservación del toreo, el hecho de ser valedora de las dehesas andaluzas, extremeñas o salmantinas, pues hay muchas otras razas que son rentables en ese ecosistema y, posiblemente, menos problemáticas. Aunque, naturalmente, es una opinión muy personal y, advierto, no lo voy a someter a discusión en los comentarios.

Vacada de lidia en Salamanca con claros orígenes de la raza retinta.
Otras de las vacas que pueden verse, aunque la mayoría de las veces cruzada con otras razas, son las berrendas. Son unos animales muy grandes y de cuerpo largo. Son conocidas y se han conservado posiblemente por su uso como mansos o cabestros para guiar al ganado bravo, incluso en los encierros. También es una excepcional raza de trabajo por su tamaño y fuerza, pero con la mecanización del campo no son tan necesarios y sus efectivos han disminuido mucho.
Semental de berrenda en colorado mostrado en la feria de ganado de Cercedilla en 2013.
En las dehesas de Guadarrama, Alpedrete y algunas más del entorno, se pueden ver vacas que se ajustan bastante a la tipología y color de la raza, aunque muy posiblemente estén cruzadas. Junto a la Carretera de Colmenar Viejo (N-607), cerca de la salida a Guadalix de la Sierra, hay un prado donde suele haber buenas vacas de estas razas.
Vacas y terneros con tipología de berrenda, aunque los cuernos no sean los típicos de la raza, al menos en el ejemplar más cercano, aunque quizás sea aún joven. Dehesa de Guadarrama.
Y, aquí la curiosidad: las berrendas en negro y las berrendas en colorado, no tienen el mismo origen a pesar de que su aspecto sea muy similar y que casi solo se diferencien en el color. La tradición ha querido que los ganaderos hayan mantenido a estas dos variedades separadas y así han llegado hasta nuestros días, aunque corren serio peligro, como siempre, al ser sustituidas por razas con mayor producción cárnica, aún siendo más delicadas. 
Vaca y ternero con forma y color propio de berrenda en negro. Dehesa de Guadarrama.
A veces puede confundirse una berrenda en negro con las típicas vacas lecheras holandesas de raza frisona. Son buenas pistas para diferenciarlas la irregularidad del borde de las manchas y las manchas de pequeño tamaño típicas de las berrendas, frente a los cuernos más pequeños y, desde luego, el gran desarrollo de las ubres en las frisonas.
Vaca frisona lamiendo a su ternero recién nacido en pleno campo. No es una imagen habitual porque estas vacas son más delicadas y suelen mantenerse estabuladas, especialmente cuando se acercan momentos como el parto. Además, cada día deben ser ordeñadas, con el consiguiente trasiego.
Otras joyas de nuestro panorama de razas autóctonas son los caballos de las retuertas, de los que recientemente se ha descubierto que es la raza más antigua de Europa y las vacas marismeñas de Doñana. Gracias a su sistema explotación estas vacas y caballos se han mantenido semisalvajes y forman parte del ecosistema del Parque, como tantas especies silvestres que allí habitan. Es una suerte que su primer director, José Antonio Valverde, tuviese a bien mantenerlos para así integrar la cultura y la economía con la conservación, que es la mejor manera de que perduren las condiciones que han dado valor a los ecosistemas ibéricos.
Vaca marismeña en el Parque Nacional de Doñana.
Las vacas marismeñas me traen el recuerdo de una anécdota que he oído aplicar a esta y a otras razas ganaderas manchadas ibéricas: El ganado que se mantiene en plena libertad en territorios amplios con poco control por parte de los ganaderos excepto para la extracción de algún ejemplar, marcar los terneros, algún cuidado y poco más, era importante que se pudiese distinguir el perteneciente a uno u otro propietario. Para eso, las manchas, las pintas, características de cada animal servían como si fuesen las huellas dactilares para diferenciarlos. Según dicen, ese es el origen de la expresión "conocerle por las pintas" o "qué pintas traes" aplicado a las personas cuando se les reconoce desde lejos por el aspecto.
Evidentemente, en el caso de las berrendas las pintas valen no solo para eso, sino para diferenciarlas del otro ganado al que estaban ayudando a manejar, que generalmente es de color más uniforme. Antaño había más mastines españoles de capa manchada para diferenciarlos de las ovejas, igual que los actuales mastines del Pirineo, pero precisamente cuando se fijó el estándar de esa segunda raza, se procuró eliminar de la cría (oficial) a los mastines españoles pintos, con un criterio más  estético que funcional, bastante absurdo.
Semental de asturiana de la montaña o casina, mostrado en la feria de ganado de Cercedilla este año.
También en la Sierra de Guadarrama  se pueden observar razas autóctonas de regiones más lejanas, como las casinas o asturianas de la montaña, que pude ver en la feria de ganado de Cercedilla. Igual que la asturiana de los valles, se crían para su aprovechamiento cárnico y se utilizan los sementales para cubrir vacas de las razas que hemos visto más arriba.
Vaca de asturiana de la montaña o casina, mostrada en la feria de ganado de Cercedilla este año.
Como dije al principio sería muy largo hablar de todas las razas por mucho que me gustaría. Sobre todo porque algunas son un verdadero icono representativo de la región de procedencia. Me gustan especialmente las razas gallegas como la rubia y la cachena, de las que lamentablemente no tengo fotos. También es una preciosidad la tudanca, tan representativa de los prados cántabros.

Tudanca pastando en Picos de Europa.
Terminando con las vacas solo por un momento me voy a detener en las cabras para mostrar una raza muy olvidada: la del Guadarrama, característica con su largo pelo especialmente concentrado en la parte posterior del cuerpo. Recuerdo, de niño, haber visto estas cabras en la Casa de Campo de Madrid, cuando mis padres me llevaban a pasar la tarde los fines de semana y en muchas excursiones veraniegas. Ahora me dan una alegría las raras veces que me topo con uno de sus rebaños en mis paseos campestres.

Cabra del Guadarrama, en Santa María de la Alameda.
No puedo olvidarme tampoco de los maltratados asnos y sus diferentes razas, la mayoría en peligro.
Asno maniatado, de raza andaluza en las cercanías de Grazalema.
Igualmente hay caballos españoles únicos y sus genes se encuentran en razas de todo el mundo. La conservación de las variedades autóctonas es una obligación que debemos a nuestros descendientes. Tengo especial debilidad por las especies pequeñas y rústicas del norte peninsular, sobre todo las que viven en estado semisalvaje como los asturcones. El pasado verano tuve el gusto de ver una raza que era desconocida para mi, la monchina de Cantabria, que también está catalogada como en peligro de extinción.
Caballos monchinos en los Picos de Europa.
Ovejas, cerdos y gallinas son otro patrimonio genético a tener en cuenta para su conservación.
Pero no solo son importantes las razas y su diversidad genética, sino las formas de explotación respetuosas con el medio ambiente e integradas en los ecosistemas tradicionales. En la Península Ibérica tenemos un inigualable patrimonio natural en los prados de montaña, dehesas y, sobre todo, en las vías pecuarias, que atraviesan nuestro territorio como autopistas naturales para la fauna y la flora, hoy lamentablemente interrumpidos por tan gran número de carreteras y vías férreas, cuando no invadidos por las más variadas infraestructuras y ocupaciones ilegales, que son casi imposibles de seguir. 

Si hay un proyecto que se eche de menos a nivel nacional es la supresión de las barreras para la dispersión de la fauna y la recuperación de las vías trashumantes con pasos subterráneos o elevados anchos y cubiertos por vegetación. 
Termino, como no, hablando de la persona que más me abrió los ojos a este mundo rural tan interrelacionado con la conservación, Suso Garzón, y su defensa de las cañadas y la trashumancia, que cada año se reivindica a su paso por Madrid, gracias a su iniciativa y tesón. 
Y gracias a los ganaderos y pastores que han contribuido con su trabajo a que estas razas y estos campos hayan llegado hasta nuestros días a pesar de las dificultades.
Fiesta de la Trashumancia en Madrid, momento del paso por la calle Alcalá, por donde discurre una cañada real.

Enlaces externos:



El caballo losino, un ejemplo de esfuerzo personal y privado para la conservación de una raza autóctona en peligro. Y dentro de estas páginas no te puedes perder el capítulo dedicado a la encebra.

Otras entradas sobre los temas aquí tratados: