Finales de agosto del 2007, invierno en Sudáfrica. Nos encontramos en el Parque Kurger y nos levantamos antes de amanecer para aprovechar el día. Nuestro guía nos había dicho que iba a hacer frío y vamos abrigados, pero no estábamos preparados para que hiciese 6ºC ¿esto es África? El todoterreno va provisto de mantas en las que nos envolvemos como tuaregs, el viento entra en el coche descubierto por los cuatro costados para facilitar el trabajo fotográfico. Aunque vaya despacio, tiritamos a la luz del amanecer.
Las grandes aves planeadoras siguen en las ramas de los árboles, peladas en esta época de año, a la espera de que el sol caliente el suelo y cree columnas térmicas que les permita elevarse sin esfuerzo.Apenas hay suficiente luz para fotografiarla, pero la visión de la gran águila marcial, Polemaetus bellicosus, ya es un primer premio a nuestras tiritonas. Es la segunda águila en tamaño entre las africanas, solo el águila de Verreaux la supera. Su envergadura alar, de hasta dos metros y medio, gana en 25 cm a nuestra águila real. Las erectas plumas de su nuca le dan un aspecto altivo, de donde posiblemente venga su nombre común. Sus presas principales son las aves, y en especial las de costumbres terrestres como las pintadas o gallinas de Guinea, muy abundantes en el parque, pero también pequeños antílopes y gacelas, así como los curiosos damanes y pequeños monos.
Pero si en porte nos admira el águila marcial, en llamativo diseño nos seduce un ejemplar de águila volatinera, Terathopius ecaudatus, una de las especies más llamativas y curiosas. Apenas si tienen cola y en vuelo parecen verdaderos parapentes acrobáticos. Tardan en alzar el vuelo por las mañanas, pues necesitan que las térmicas estén bien desarrolladas para poder poner en práctica sus impresionantes vuelos. Luego pasan el día en el aire y son difíciles de observar porque su zona ventral plateada les hace casi invisibles contra el brillante cielo africano. Están emparentadas con las águilas culebreras pero son fundamentalmente carroñeras.Los jóvenes de la especie tiene una coloración básicamente de color pardo, muy diferente a la de los adultos, puede que para inhibir los ataques de éstos, ya que no es raro que el hijo del año anterior comparta el territorio con sus padres durante la estación de cría, aunque no se ha observado que contribuya en el cuidado del nuevo pollo.
Pero si en porte nos admira el águila marcial, en llamativo diseño nos seduce un ejemplar de águila volatinera, Terathopius ecaudatus, una de las especies más llamativas y curiosas. Apenas si tienen cola y en vuelo parecen verdaderos parapentes acrobáticos. Tardan en alzar el vuelo por las mañanas, pues necesitan que las térmicas estén bien desarrolladas para poder poner en práctica sus impresionantes vuelos. Luego pasan el día en el aire y son difíciles de observar porque su zona ventral plateada les hace casi invisibles contra el brillante cielo africano. Están emparentadas con las águilas culebreras pero son fundamentalmente carroñeras.Los jóvenes de la especie tiene una coloración básicamente de color pardo, muy diferente a la de los adultos, puede que para inhibir los ataques de éstos, ya que no es raro que el hijo del año anterior comparta el territorio con sus padres durante la estación de cría, aunque no se ha observado que contribuya en el cuidado del nuevo pollo.
Junto a una volatinera espera el calor un buitre torgo, Torgos tracheliotus, un buitre arbóreo y solitario que solo coincide con sus congéneres cuando encuentran una gran carroña. Es quizás el menos carroñero de los buitres africanos, pues no duda en atacar aves, depredar nidos y arrebatar sus presas a rapaces de menor tamaño. Tampoco hace ascos a insectos, como las langostas, que de vez en cuando son tan abundantes en el continente africano. Su adaptabilidad le ha ayudado a expandirse e incluso alcanzar esporádicamente la Península Ibérica.
Seguimos nuestro viaje y vemos en el horizonte un árbol cargado de grandes aves. Pensamos que quizás se tratase de otra especie de buitre, pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando al acercarnos descubrimos que se trataba de un grupo de ocas de Egipto, Alopochen aegyptiacus.
Es un ave bastante común en parques zoológicos, que incluso puede encuentrarse asilvestrada en Europa, pero desconocíamos sus costumbres arbóreas. Claro que teniendo en cuenta que todas las masas de agua que vimos estaban repletas de cocodrilos, no nos sorprende tanto esta adaptación.
Luego las vimos nadando en el río, junto a más aves acuáticas que mostraré otro día, muy cerca de las fauces de tan peligrosos reptiles, que sin embargo parecían más interesados en los peces, como conté en otra entrada dedicada a su sistema de pesca.
El día avanza y las temperaturas suben, cuando paramos a desayunar ya nos podemos desprender de mantas y abrigos, a medio día la temperatura supera los 25ºC y otras aves nos esperan. Algunas no están dispuestas a que no compartamos el desayuno, pero eso amigos, es otra historia.