Aun siendo una de las especies más comunes de nuestras zonas húmedas, me agrada encontrar a las fochas en mis excursiones naturalistas y sé que en el embalse de Santillana, donde estuve este pasado domingo, ellas nunca fallan. Son activas, ruidosas, pendencieras y... también cariñosas, como puede verse en las siguientes fotos.
Después de unos días de benditas lluvias, aunque los que se tomaron vacaciones de semana santa no opinarán lo mismo, este domingo parecía que amanecía con algún claro de sol. No fue así, pero al no llover me animé a acercarme al embalse, pues hacía tiempo que no iba y ya tenía ganas.
Santillana no suele defraudar, cuando no es una especie rara aquí, como la espátula que vi hace unos meses, es un grupo de grullas que decide descansar en su viaje o, como en este caso, es un comportamiento curioso. Estamos en tiempo primaveral, empiezan los celos y hasta los cambios de color en algunas especies. Las gaviotas reidoras empiezan a mostrar sus caperuzas negras, no todas, aún hay algunas que están con el proceso a medias. Esto nos indica que ya no van a quedarse mucho tiempo, pronto viajarán al norte, a sus lugares de reproducción
Por otra parte aquí ya han llegado los milanos negros y volando rasante sobre el agua, rizada por el viento, en un momento pude ver golondrinas comunes y dáuricas, aviones comunes y un solitario avión roquero (que nunca había visto aquí). Más habituales son las garcetas comunes que parecen haberse vestido de novia con su brillante blanco y las plumas de la cabeza y cobertoras alares.
Pero las protagonistas de esta entrada del blog son las fochas. Me sorprendí al verlas, no en una pelea, que suele ser lo habitual, sino en una cópula y, no muy lejos del lugar del encuentro, su nido a medio construir. Uno de los ejemplares, de dedicaba a llevar trozos de vegetación acuática que arrancaba tras un corto buceo. También pescaban pero en aguas más someras y sin necesidad de bucear para ello. Pude observar que algunas de sus presas eran de la nueva especie invasora de pez, Pseudorasbora parva, abundantísima en el embalse, como publiqué hace poco en BV News y que puede verse en este enlace. A ver si tengo tiempo y puedo dedicarle una entrada explicativa.
En aguas someras, mientras se acicalaban las plumas, también se dedicaban a hacerse cariños. Esta actitud es más propia y frecuente en animales pendencieros, que necesitan calmar su agresividad con comportamientos de apaciguamiento mutuo.
Mientras estaban distraídas de esa guisa me di cuenta de que la garceta, sin mucho disimulo, se acercaba a inspeccionar en nido. Gaviotas y garzas son uno de los principales enemigos de los pollos de las aves acuáticas y no dudarían en depredarlos si ya hubiesen estado allí, aunque posiblemente entonces la madre no se habría alejado tanto.
No tardo mucho una de las fochas en alejar enfurecida a la garceta, lo que nos permitió ver los pies amarillos característicos de esta especie de ardeida.
Y ya puesta a la tarea de defensa, también perseguir hasta hacer volar, a una pareja de ánades frisos que con nadie se habían metido y estaban bastante alejados.
Siguieron después con su tareas de construcción del nido flotante, a pesar de que el día de viento complicaba la tarea. Es esencial que el nido sea flotante en el lugar, característico de la especie, donde lo han hecho, pues las fluctuaciones de nivel son realmente importantes. Hace poco menos de un mes allí apenas había un regato de agua y ahora es parte del embalse y tiene una generosa corriente agitada, además, con el viento en contra.
Espero ansioso el momento de ver los pollos, si la distancia y el crecimiento aún tímido de las plantas emergentes me lo permiten, como pude hacer en Daimiel y mostré en esta otra entrada. Si no conocéis tan graciosos polluelos, no dejéis de visitar esa entrada donde pude observarlos a placer pidiendo comida a su madre.