No hace mucho un compañero científico del Museo, y seguidor de este blog, me aconsejó que no me preocupase tanto de hacer sesudas entradas llenas de datos y textos, que a él le gustaban más ligeras y con la frescura de un cuaderno de campo.
Con todo mi aprecio como persona y admiración como científico, que además sabe divulgar, le voy a hacer caso y espero que me salga una entrada refrescante, que falta nos hace.
Ya he comentado en otras ocasiones que en el jardín intento facilitar la vida a la fauna que pueda acercarse poniendo a su disposición plantas, a ser posible autóctonas, que les ofrezcan alimento y refugio. Árboles y arbustos que produzcan bayas en distintas épocas del año son fundamentales. Para los insectos, además, intento dejar algunas "malas hierbas", que suelen ser fuente de interesantes observaciones.
Es muy importante también tener algún lugar donde las aves puedan beber agua, tanto en invierno como en verano. Parece mentira, pero en invierno, cuando hay varios días seguidos de temperaturas bajo cero, el agua líquida es también necesaria y un agujero en el hielo del estanque es un punto de atracción.
Hay en el jardín un arbolillo desangelado como él solo, que cuando no tiene ni flores ni frutos pasa totalmente desapercibido, pero cuando florece es una auténtica maravilla para la vista y el olfato, se trata del serbal de los cazadores, Sorbus aucuparia.
La floración es primaveral y relativamente temprana, con lo que es todo un regalo para los abejorros, abejas, avispillas y dípteros de todo tipo que acuden a libar pagando el peaje de transportar su polen.
Y bien entrado el verano, sus abundantes frutos son un punto de atracción para muy diversas aves, entre las que en mi jardín destacan los mirlos, que alternan su búsqueda de lombrices, arrancándome alguna que otra planta de rocalla, con la dieta frugívora.
En estos días dos hembras de mirlo han alimentado ante la ventana de mi cocina a sus pollos, tanto con lombrices como con los frutos del serbal. Y me han permitido fotografiarlos.
Me hace mucha gracia que cuando el pollo está solo y sobre todo si mi perra o alguno de nosotros nos acercamos, queda quieto como una estatua.También cómo la madre se deja ver en las cercanías durante un buen rato, aunque en silencio, sin acercarse a la cría.
Y cuando llega, la alimentación es rápida, alejándose inmediatamente.
A una de las dos madres la podía diferenciar por el "despeinado" del las plumas de la nuca.
Un día después de hacer estas fotos, vi que las dos hembras estaban mirando con mucha atención en el estanque. Perdonadme la humanización al interpretar su comportamiento, pero casi puede ver su preocupación y enseguida me di cuenta de lo que podía estar pasando. Corrí hacia el jardín, pero el pollo ya estaba ahogado.
Curiosamente las dos hembras de mirlo han seguido alimentando al único pollo superviviente. Y no solo eso, también defendiéndolo, porque durante toda una mañana un par de urracas han debido estar intentando cazarlo y esa parte del jardín fue todo un jaleo entre las dos mirlas y las dos urracas.
No puedo saber si las dos hembras de mirlo son dos madres con sus correspondientes hijos únicos o solo una de ellas es madre de los dos y la otra está contribuyendo a su cuidado. Lo que sí puedo asegurar es que al afortunado pollo superviviente no le ha faltado comida ¡qué manera de tragar!
En los estanques y variados recipientes de agua que tengo repartidos por el jardín, hay superficies escalonadas, abundantes nenúfares o malla de plástico en la orilla, como la que se ve en el lado izquierdo de esta última foto, para ofrecer superficies irregulares por las que trepar y evitar los ahogamientos, pero se ve que ese pollo no fue capaz de encontrar la manera de salir. Por cierto, el pájaro de la foto es un ruiseñor, muchas veces escuchado pero pocas veces visto.