En mayo del 2009 me llevé una gran alegría cuando escuché por primera vez ranitas de San Antón, Hyla arborea, en el estanque de mi jardín. Un mes más tarde por fin vi un ejemplar. También el año pasado noté su presencia.
Nota: cuando se editó esta entrada su nombre científico era Hyla arborea, pero en la actualidad su nombre correcto es Hyla molleri.
Pero lo de este año ha sido apoteósico, en el jardín puedo oír un buen número de ejemplares y además se escuchan algunos más en los alrededores. No sé de donde han venido pero la ocupación es un hecho. Quizás sean los descendientes del macho que cantó hace tres años, que ya son adultos. Eso me dice que lo que hago para favorecer la vida de los anfibios en casa está teniendo éxito.
Es curioso como se han adaptado estas ranitas a las raras condiciones climáticas de este año. El año pasado, relativamente cerca de aquí, junto al río Manzanares, las vi enceladas y cantando en el mes de febrero, con un frío pelón. Fue en la misma zona donde vi reproducirse a los sapos corredores, como lo comenté en la entrada que puede verse pinchando AQUÍ. Es cuando hice las fotos de esta entrada. Sin embargo, este año no han comenzado su celo hasta bien entrado el mes de mayo, coincidiendo con las subidas de las temperaturas después de unos cuantos días de lluvia.
El siguiente vídeo está grabado el viernes pasado y ya hay puestas en el estanque, aunque no he podido ver ningún aplexus. A la vez que las Hyla se puede oír a las ranas comunes, Pelophylax perezi, con su gran variedad de sonidos, que ahora cantan sin parar, tanto de noche como de día.
Sin duda las ranitas de San Antón son las preferidas de la mayor parte de la gente, su vivo colorido, la manera de trepar y su aspecto de Rana Gustavo, es irresistible. El canto es un tanto estridente pero, afortunadamente para la relación con mis vecinos, solo cantan una corta temporada, durante la reproducción. En pleno verano, cuando se duerme con las ventanas abiertas, quizás haya a quien no les resulten tan simpáticas, por mucho que me gusten a mi.
Esta especie es un ejemplo clásico de cómo se escucha diferente el canto de un ejemplar aislado y cuando se juntan en un coro. Los componentes del coro entran a cantar en momentos precisos para formar una melodía particular para la especie. Los coros se pueden oír desde más lejos y ayudan a atraer a las hembras hacia las charcas. Afortunadamente en esta especie no parece tan fiel a su lugar de nacimiento como otros anfibios porque la colonización de mi jardín, que ha sido totalmente natural, no podría haber sido posible. También es cierto que han tardado más de diez años en asentarse.